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Lydia Cacho y la larga espera de justicia
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Lydia Cacho y la larga espera de justicia

Foto: Milenio
En 2005, comenzó a circular el libro “Los demonios del Edén: El poder que protege la pornografía infantil”, de la periodista Lydia Cacho, en el cual da a conocer el entramado político-empresarial, que como su subtitulo indica, protege el abuso y explotación sexual de menores de edad.

En su libro de poco más de doscientas páginas, la periodista hace una fuerte denuncia contra el abuso y comercio de menores por parte de una poderosa red, que al amparo del poder político se ha mantenido impune. Entre los nombres que aparecen en el libro de Lydia Cacho, se encuentran el de Jean Succar Kuri, Emilio Gamboa Patrón, Miguel Ángel Yunes Linares, Kamel Nacif, entre otros.
El trabajo periodístico de Cacho fue conocido internacionalmente, porque siete meses después de la aparición de su libro, fue detenida por policías judiciales en Cancún, Quintana Roo, y trasladada a Puebla, en un trayecto de más de 20 horas, por una demanda hecha por Kamel Nacif, conocido como el “Rey de la mezclilla”, un poderoso empresario que solía frecuentar a Jean Succar Kuri, señalado por la periodista como pederasta.
Durante la “legal” detención, la periodista se le intimidó y se le torturó psicológicamente, indicándole que su libro había sido incomodo para esos “demonios”, que eran personas con gran poder económico y político, por lo que su vida dependía en esos momentos de lo que ellos indicaran.
Gracias a la presión de periodistas y ONG´s, la periodista logró llegar con vida a la ciudad de Puebla. Pasaron un par de meses para que unas grabaciones llegaran a las manos de la periodista Blanch Petrich, en donde se escuchaba al gobernador de Puebla, Mario Marín y Kamel Nacif, festejar la detención y el intento de violación de Cacho.
En esta llamada se puede escuchar como el gobernador le rinde un informe detallado a Nacif, donde alardea de haber aplicado toda la fuerza de su gobierno para acallar a la periodista y que ésta se desista de las declaraciones hechas en su libro contra el empresario textilero.
Las grabaciones que fueron transcritas en el diario La Jornada tomaron grandes dimensiones e inmediatamente defensores de los derechos humanos y de periodistas, pidieron la renuncia del gobernador. Sin embargo, las denuncias de Cacho se toparon con la impunidad y la protección de grandes poderes que protegían a aquellos a quienes ella se había atrevido a denunciar; Mario Marín amenazo con “despertar al pueblo bronco” en caso de que se le vinculara a proceso.

Lydia Cacho llevó su denuncia ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación, pero el máximo tribunal del país decidió desechar el caso, pues consideraron que las grabaciones entre el gobernador y Nacif, no demostraban nada; lo mismo que los 377 expedientes relacionados con delitos sexuales contra menores.
Lo más lamentable de los dimes y diretes de los ministros, fueron los dichos de Salvador Aguirre, quien indicó: “Si a miles de personas las torturan en este país. ¿De qué se queja la señora? ¿Qué la hace diferente o más importante para distraer a la Corte en un caso individual?”.
Así fue como el poder judicial de este país ignoró a la periodista que había dado voz a una decena de menores que sufrieron el infierno del desamparo y la violencia. El presidente Calderón que en campaña había prometido acabar con la impunidad y sacar a Marín del gobierno de Puebla, se deshizo de sus dichos y se mostraba sonriente junto a él.
Tuvieron que pasar tres gobiernos para que la periodista y las menores fueran escuchadas; después de un largo andar entre instituciones, el día 11 de abril de 2019, un juez federal ordenó la detención de Mario Marín, Kamel Nacif y dos personas más por el delito de tortura en contra de la periodista.
Aún falta que las autoridades finquen responsabilidades contra los involucrados en la violación de menores, importantes e influyentes personajes que no han sido juzgados y que se mantienen impunes. El México en donde el periodismo es una profesión de alto riesgo y en donde las redes del poder se mantienen frescas ante una autoridad inmóvil y maniatada.
Alam Bernal

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