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Ricardo V. Santes-Álvarez
@RicSantes

Los señores

Están acostumbrados a mandar. Siempre lo han hecho. Nacieron sabiéndose destinados a ocupar posiciones de decisión; en su empresa, en su asociación civil, en su cargo público (sí, hasta eso). Así ha sucedido; de una generación a la siguiente. Marcan el destino de los demás. Al pueblo le dicen qué comer y dónde vivir porque son propietarios de supermercados, tiendas de conveniencia, fraccionadoras y constructoras de casas de interés social. También le señalan dónde estudiar dado que controlan centros educativos “públicos”, que cuando se saturan orillan a los interesados a inscribirse en escuelas privadas… que son suyas. Como dirigentes y potentados de empresas, tienen el poder de resolver quién tiene trabajo y quién no.

Los señores indican dónde debe atenderse el ciudadano alguna enfermedad, toda vez que se han esmerado en desmantelar los servicios públicos para invitar a los dolientes a depender de clínicas privadas… que les pertenecen. Aún más, definen qué transporte utilizar y a qué costo puesto que son mandamases de esos medios. En el extremo, resuelven dónde se divierte la gente, porque son dueños de salas de cine y demás puntos de entretenimiento. La cereza del pastel consiste en que definen cuánto debe ganar un trabajador… para no desestabilizar la economía del país, claro.

Sí, son los amos de todo, y con esa suficiencia determinan el destino de todos. En tal suerte, el ciudadano de a pie tiene que hurgar en sus bolsillos y hacer cuentas y malabares para descubrir qué alimentos puede comprar, a qué casa de interés social aspirar, a qué escuela enviar a sus hijos, si tiene posibilidad de adquirir un carrito o sigue viajando en colectivo; si le alcanza para entrar a Cinépolis o se conforma con ver la tele.

En la actual administración federal, sin embargo, el escenario empieza a cambiar. El presidente Andrés Manuel López Obrador ha puesto a los sectores más desfavorecidos, a los eternos olvidados, por delante. Con ello, ha incurrido en grave afrenta: no ha mostrado el mínimo respeto a los ilustres señores. El colmo, les ha hecho pagar impuestos… ¡como usted y como yo! Además, no permite que reciban suculentos moches por contratos de obras públicas, ni tengan chance de meter gasolinas al país de manera ilegal; tampoco armas o sustancias químicas para procesar drogas, ya que aduanas y puertos están mejor vigilados por la autoridad. Por si eso no fuese suficiente, no hay empresas extranjeras consentidas con las cuales hacer jugosos negocios, y los gobernadores dejaron de recibir partidas discrecionales. Y algo terrible: ¡se acabó el chayote! Frente a esto, es comprensible que los Claudios, Gustavos, Ciros, Joaquines, gobers preciosos y demás distinguidos estén intensamente crispados; la Cuarta Transformación ha dado al traste con esas “cositas” a las que estaban acostumbrados.

Quizás por eso, los señores han tenido que organizarse, despojarse de cualquier ideología política (¿tienen alguna?) y aglutinarse con un solo objetivo: impedir que la perversa 4T avance. Recientemente (casi al cuarto para lo hora diría yo) les ha prendido una idea genial: pensar como el populacho. Así como lo lee. Proponen acercarse a él y orientarlo para que se porte bien, correctamente; en esencia, de cara a las elecciones del 6 de junio. Suponen que el ciudadano de a pie es tan estúpido que puede volver a cometer el error de 2018, cuando dejó llegar a la presidencia de la República al indeseable que hoy amenaza con desbarrancarles del pedestal. Para los potentados, “López” sigue siendo un peligro para México… es que ellos son México. No lo permitirán.

Su urgencia es tal que la disposición de bajar al nivel del pueblo es para sugerirle cariñosamente que todo regrese a la normalidad; como era antes. Que retornen esos bellos y románticos tiempos donde la corrupción y la impunidad eran los pilares de la felicidad. Con firmeza, los notables descienden al barrio y con la humildad y bondad que les caracteriza se dirigen a la plebe en su idioma: “Neta, mi buen, estarás muy pinche wey si votas por la 4T. El “ya sabes quién” nos está jodiendo, está cerrando las fuentes de empleo. No manches, man; piensa en tus hijos. Razona tu voto, para que volvamos a estar de chiras pelas y te vaya bien… ¡como antes, pues! No te arrepentirás … te lo firmo y te lo cumplo… ¡vas carnal!”

Tal es la condición de desesperación de la oposición moralmente derrotada. Lo cierto es que, al final del día, la decisión está en nosotros. Que sea la mejor y que gane México.

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