Pablo Meléndez
@jpms1500
En Argentina se vive un ambiente incómodo entre una inflación descomunal y ahora un intento de asesinato de una de las líderes más relevantes de la patria sureña.
La situación ha movilizado a los grupos simpatizantes de la vicepresidenta en una marcha masiva y apasionada en contra de un enemigo semi-invisible; ¿El posible asesino? ¿Los grupos opositores? ¿Los simpatizantes de Macri?
La división política en Latinoamérica es una constante que se acentúa en las naciones que han tenido un cambio radical en su pensamiento y como si fueran hinchas de un equipo de fútbol, pero a niveles que pueden trascender más allá de un acaloramiento momentáneo.
En México los opositores están en constante acaloramiento, han pedido más de una vez recurrir al asesinato, la violencia, el descontrol social e incluso al golpe de Estado.
Tras una crisis como lo fue el Covid, las coacciones suelen asumir posiciones más radicales y en el caso latinoamericano las derechas muestran una imagen racista, xenófoba, homófoba y radical (el mismo comportamiento que Hitler aprovechó para radicalizar al nacional socialista).
El mismo comportamiento se encontrará en Colombia, donde se está gestando una oposición que, al mismo nivel de lo que sucede en México, se radicalizara y pronto explotaran con incoherencias demagógicas como la discriminación hacia los blancos o la vulnerabilidad de la clase alta.
El atentado contra Christina es relevante, porque puede dar paso a una mayor radicalización; se violenta más y existe una mayor amenaza que grupos extremistas actúen con la venia de una Lili Téllez, un Quadri o un Marko Cortés que han visto amenazadas sus finanzas por una propuesta de Estado de recaudación fiscal sin compadrazgos.
