El anuncio del abogado de Rosario Robles sobre su decisión de colaborar con la Fiscalía General de la República, proporcionando información que facilite el esclarecimiento del saqueo que ella y sus colaboradores operaron en detrimento del presupuesto público durante el gobierno de Peña Nieto, inicia una competencia entre lo que ella pueda aportar y lo que ya está cantando quien fuera su oficial mayor, Emilio Zebadúa.
Una vez que este último decidió abrir la boca para inculpar entre otros a Videgaray, a Peña Nieto y a la misma Rosario Robles, intentando que esto le valga para obtener una condena menor a la que le aplicarían si no estuviera cantando, como por arte de magia, su exjefa parece haber tenido un inesperado despertar de consciencia, dándose cuenta que sus amigos del pasado la habían abandonado.
Ayer a través de las declaraciones de su abogado, Robles subrayó la culpabilidad de Videgaray, a quien ya han señalado Zebadúa y Lozoya como orquestador, aunque en esta ocasión también puso el dedo sobre Peña Nieto y el inocente José Meade, por haber recibido dinero sucio para realizar su campaña presidencial.
El problema con el que se va a enfrentar esta señora en su examen de canto, es que la competencia es fuerte; su ex oficial mayor quien recibiera instrucciones de su parte para operar el saqueo, ya está señalando a los mismos pájaros de cuenta y ella tendrá que echarle muchas ganas para aportar detalles finos que el otro no conozca o no le consten.
Podríamos esperar que conforme avanzan los procesos de otros exfuncionarios, amigos y favoritos de gobiernos corruptos anteriores, que hoy se encuentran presos o prófugos, se vayan enriqueciendo los coros de las prisiones mexicanas.
Algunos otros, como García Luna, estarán cantando en coros del extranjero, privilegio que la diplomacia mexicana le negó a Cienfuegos para ir preparándole su lugar en un coro nacional, de resultar candidato elegible una vez que la Fiscalía General de la República así lo llegue a determinar.
Los que sí comienzan a estar verdaderamente fritos con estos procesos de canto, hoy enriquecidos con una soprano potencial, son el expresidente Peña Nieto, su delfín favorito Videgaray y su amigo del alma José Meade, a quien la lumbre parece acercársele inevitablemente.
Los dos primeros están recibiendo severas pedradas desde varios destinos que amenazan con tenerlos sujetos a proceso en un tiempo muy corto.
En otros frentes nos encontramos a los impolutos panistas, que ya sintieron el poder del canto a través de la denuncia de Lozoya y de la reverberación que su potente voz provocó en las cuerdas de la Unidad de Inteligencia Financiera, proporcionando pruebas sólidas de sus travesurillas.
En el centro del comal ostentando un bonito tostado de piel, se encuentra el pequeño acomplejado, el comandante Borolas, quien hoy sin partido, sin dignidad ni vergüenza, está más que dispuesto a arrastrase con el partido político que destrozó, mendigando una candidatura, aunque sea de diputado local. Falta ver si la dirigencia del PAN está tan desesperada como para creer que cargando esta pesada piedra puede aspirar a ganar algo.
No sería difícil que en el futuro cercano enfrentemos una epidemia de inscripciones a los coros penitenciarios, en busca de intentar disminuir sus condenas, a cambio de que decidan traicionar a sus cómplices más relevantes; sus amigos del pasado.
Como dijo el poeta español Antonio Machado: “En el análisis psicológico de las grandes traiciones, encontraréis siempre la mentecatez de Judas Iscariote”.