Lencho y el japonés: Dos tramposos conocidos (Cuento)
En nuestra liga de futbol hay una sola seguridad. El árbitro es corrupto. Se vende fácil.
Triunfos y derrotas se dan en muchos casos, a consecuencia de las decisiones equivocadas del cuerpo arbitral. Es una realidad compartida hasta la fecha, por los equipos que conformamos la Liga, la afición que nos acompaña y sobre todo por quienes practicamos un deporte que debiera ser conducido por personas honestas y responsables.
Lencho y el japonés no lo son.
No pueden serlo cuando hay alianzas de por medio para beneficiar por cualquier medio a determinado equipo.
Para ello, utilizan interpretaciones equivocadas de los reglamentos, dando por buenas acciones que constituyen faltas evidentes, o anulando situaciones válidas del contrario, con objeto de evitar daño al equipo que se protege por consigna.
Porque el trabajo que realizan Lencho y el japonés es así. Sucio y en favor de quienes tienen intereses económicos apostados a una de las camisetas que se disputan el triunfo en la cancha.
Nuestra liga es competitiva. Hay que ver la garra y coraje que dejan en el césped los jugadores de la mayor parte de los equipos contendientes. Hay deseo de triunfo en todos y se trabaja para alcanzar la meta domingo a domingo.
Nada pasa cuando se pierde honorablemente. Cuando el rival es superior en ese momento, o cuando la suerte está a favor de una de las camisetas.
Así es el deporte. Se juega, a sabiendas de que a veces se gana y también se pierde.
Pero cuando el triunfo o la derrota tienen como causa la mala actuación arbitral, la cosa cambia. Hay reclamo e inconformidad en los jugadores y en una afición conocedora de lo que debe ser el juego limpio.
Pocos perdonan entonces la recurrente incompetencia de Lencho y el japonés, así como sus estúpidas justificaciones. Son corruptos y todo mundo lo sabe.
Hay que decir también que esta mancuerna arbitral, trabaja cotidianamente en unión íntima. Nada puede separar al japonés de Lencho.
Cualquiera de los dos puede actuar como árbitro central en un encuentro. El otro aparecerá invariablemente como uno de sus abanderados.
Sin embargo, Lencho es el representante de los árbitros de la Liga. Independientemente de que pite domingo a domingo en algún juego, tiene poder total dentro de ese grupo. El japonés (llamado así por tener un apellido asiático y por su porte de samurái decadente), es su comparsa tanto dentro, como fuera de la cancha.
Sin embargo, la dupla Lencho y japonés no vive sus mejores tiempos. En el juego final del año pasado, no obstante su empeño para dar como ganador al equipo menos competitivo en la serie, el triunfo por goliza que conseguimos a fuerza de trabajo y coraje, impidió que pudieran arrebatarnos la copa.
Lencho y el japonés nos anularon dos goles legítimos, pero dado lo abultado del marcador, nada pudieron hacer para obstruir nuestra ruta hacia el campeonato.
La gente que apuesta a favor del fraude que cometen de manera permanente Lencho y el japonés, perdieron mucho dinero ese día.
Hoy saben que nada pueden contra un equipo bien preparado que golea inmisericorde a sus contrincantes. El apoyo de la afición contó mucho en la ocasión pasada. Es un respaldo que obliga a dar el máximo en cada jugada.
Hay muchos señalamientos al trabajo arbitral en este momento. Parece que existen disposiciones nuevas en la liga, donde la comisión de delitos de fraude y juego arreglado se castigan severamente. No más partidos vendidos a quien mejor pague. No más decisiones arbitrales donde es evidente que existe parcialidad a favor de alguna camiseta.
No obstante lo anterior, es difícil pensar que Lencho y el japonés cambien su actitud y comportamiento.
Son corruptos incorregibles. La ambición los domina por entero.
Buscarán la manera de evadir la nueva reglamentación.
Sin embargo, nosotros, los actuales campeones en la liga, somos un equipo poderoso. Contamos con el apoyo de una afición convencida de que el campeonato puede refrendarse más de una vez. La goliza infligida a nuestros oponentes en la final pasada, va a repetirse con seguridad en la siguiente confrontación.
Nuestro rivales están hoy mal preparados, desmotivados y sin jugadores de calidad. Pasan por un momento difícil y piensan más en salvarse del descenso, antes que en ganar título alguno.
Incluso los apostadores, tan dados a jugar a la segura, tienen poca confianza en las habilidades deshonestas de Lencho y el japonés, para conseguir triunfos a su favor en la nueva temporada. Ven que fuera de nosotros, no hay candidato que pueda aspirar al campeonato, aún con el apoyo total de los cuerpos arbitrales.
La afición que sigue atentamente el desarrollo del cada torneo, estará muy atenta al trabajo realizado por estos árbitros. No quieren que las mañas de siempre, empañen el juego limpio. No desean más corrupción dentro de la liga. Están dispuestos a desenmascarar públicamente a quienes se presten a la venta de partidos, tal y como ocurrió en el pasado.
Los tiempos de Lencho y el japonés no son buenos, como se ha dicho.
Bien harían en retirarse en buen momento, antes de enfrentar el enojo popular, o la cárcel si llega a comprobarse que se prestan abiertamente al fraude y la corrupción.
Tienen una buena posición económica, fruto de su deshonestidad. Deberían disfrutarla en paz. Nadie va a llorar su partida.
Porque quieran o no, vamos a refrendar el triunfo del torneo pasado. Agregaremos un trofeo más a la vitrina.
Somos mucho equipo para nuestros empequeñecidos oponentes y demasiado rival para los árbitros corruptos, del corte de Lencho y el japonés.
Malthus Gamba.