La verdad de la democracia en Nuevo León
Por: Arturo Liceaga
Es bien sabido por los expertos que manejan campañas electorales, que todos los candidatos considerados como “competitivos” gastaron el tope de gastos electorales marcados por la ley multiplicado por 15-20 veces en la elección del 2021. En aquella elección, la ruta nuevoleonesa, como siempre, fue optar por una alternancia. Ese voto fue un voto de revancha en contra de las clases políticas corruptas y antipatrióticas del PRIAN. Algo está claro, en el 2021 no hubo opción soberanista, no hubo opción nuevoleonesa.
En esta supuesta democracia predominan los conflictos de interés y pleitos infantiles, mientras tanto al nuevoleonés se le impuso una nueva constitución sin consultarle. El sistema de transporte público es inaceptable. El ambiente de inseguridad y violencia es inaceptable. Sería un crimen no mencionar aquí la situación de las escuelas públicas, la infraestructura de las escuelas primarias no solamente es indigna, sino también perniciosa. Nuevo León viene arrastrando estos problemas desde hace décadas. La crisis de agua pone en evidencia la falta de planeación de los gobiernos anteriores.
La clase política actual no ha demostrado interés de luchar por su puesto en función del bienestar de este gran estado. Sus supuestas voluntades de resolver los problemas de la gente común florecen solamente cuando son tiempos electorales. Ellos piensan, erróneamente, que un puesto o cargo público importante automáticamente les da prestigio, pero se equivocan, pues como escribió Plutarco a principios del siglo II, no es un cargo lo que distingue al servidor público, más bien es el servidor público el que distingue un cargo a través de actos de virtud.
Es falso que la gente nuevoleonesa sea representada por el deshonroso congreso local. No es que el nuevoleonés vote por ustedes con confianza y seguridad de que el estado triunfe, de que el estado se recupere de los malestares que lo perjudican, más bien ustedes hacen que la gente vote por ustedes a través de sus insoportables campañas políticas. Gastan incalculables cantidades de dinero en sus panorámicos con sonrisas falsas y desagradables, que cualquiera preferiría evitar en su totalidad. Pintan bardas, incluso techos, pero nunca serán capaces de pintarse de los colores de las causas comunes y nobles del estado, como por ejemplo un transporte público digno. Los partidos políticos resuelven suficientes problemas para obtener votos en la próxima jornada electoral, pero nunca son suficientes los problemas que causan al retrasar proyectos, confrontar sectores sociales y finalmente corromper el tejido social para que siga su maquinaria “democrática”. No hay visión general para el futuro de Nuevo León que sea respaldada por la mayoría de la gente que lo habita.
En un sistema de partidos, teóricamente, cada votante tiene la libertad de elección; sin embargo, en la práctica, su opción es muy limitada. Si un neoleonés no quiere desperdiciar su voto, tendrá que sufragar por alguno de los candidatos que ofrezca una alternativa al statu quo y al mismo tiempo tenga la posibilidad de triunfar porque los respalda un grupo de interés. El pueblo nuevoleonés, que constituye la mayoría del electorado, únicamente tiene dos alternativas, abstenerse de votar o votar a favor de uno de los candidatos que sea “menos peor”. El famoso voto “útil”. De tal manera, actualmente la participación política de las masas mediante elecciones es una ilusión. Los verdaderos triunfadores son los sujetos que saben imponerse en ese ambiente especial creado por el sistema electivo. Son ellos, quienes deciden y seleccionan a los representantes (Bolívar, 2002).
Es necesario que la gente nuevoleonesa despierte a la realidad de que las candidaturas siempre son obras de un grupo de personas unidas por un interés común, de una minoría, una élite organizada que invariablemente impone su voluntad a la mayoría desorganizada (Meza, 2002). Los partidos políticos privilegian el enfrentamiento personal sobre el debate de ideas. Si el conflicto actual entre el gobernador y el PRIAN demuestra algo es que el sistema de partidos actual no tiene futuro. Los partidos políticos tienen que entender que Nuevo León no es meramente una coincidencia, no es un territorio sin sentido y su gente, no son peones para ser utilizados en la próxima elección.
Los procesos electorales en el estado se convierten en una especie de mercadeo (Treviño y Almaguer, 2016). Hay muchos planes insípidos, muchos partidos, aparentemente muchas direcciones, pero no hay ningún rumbo. Por culpa de los partidos hay un desinterés político de un número considerable de ciudadanos, un desinterés que genera desunión y confusión.
Hay una violación permanente de las reglas del juego “democrático” por parte de los diversos agentes políticos. Sin darse cuenta, ellos mismos van desenmascarando la realidad de la democracia representativa del estado, pero eso es algo bueno, pues a pesar de que sea tardía la respuesta, la gente de Nuevo León ciertamente tiene la posibilidad de responder.
En realidad, el neolonés no necesita a esos partidos, más bien son los partidos los que necesitan a la gente para hacer sus negocios. Los nuevoleoneses son capaces de superar doctrinarismos y dogmas partidistas.