Las leyes son normas que se estipulan en una sociedad y sirven para mantener la convivencia. Sin embargo, estas normas pueden ser aprovechadas como herramientas útiles al bienestar común, o bien a los propósitos de quienes las establecen o de quienes las apliquen.
Así, la aplicación de una misma norma se puede orientar para buscar la convivencia armónica de la sociedad y la limitación en el uso del poder, o puede utilizarse en un sentido que favorezca el control de la sociedad para beneficio de quienes controlan su aplicación.
En México, por lo menos desde el profiriato, se nos intentaba hacer creer que las leyes se aplicaban en busca del bien común, aunque en realidad se utilizaban para saquear las riquezas nacionales y el presupuesto público, para extorsionar a la población y para aplicar venganzas de la gente en el poder. Eran ellos, sus amigos y favoritos, contra cualquiera que no accediera a sus deseos.
A partir de diciembre de 2018 esto ha comenzado a sufrir una transformación gradual, intentándose orientar la aplicación de las leyes para castigar la comisión de delitos, sin importar que los que los cometen sean o hayan sido sujetos cercanos al poder.
Sin embargo, un cambio total en este sentido no se puede lograr de la noche a la mañana y por decreto, especialmente cuando prácticamente todo el poder judicial encargado de aplicar la ley, todavía se encuentra al servicio del poder y del dinero y su óptica no ha cambiado.
A pesar de lo anterior, ya es la misma autoridad federal quien se encuentra promoviendo juicios en contra de delincuentes poderosos, lo que antes nunca se vio, a menos que se tratara de una venganza política o personal de quienes controlaban el gobierno.
Como así fue siempre, los poderosos afectados hoy por el escrutinio público y por la apertura de procesos judiciales para castigar la comisión de sus delitos, chillan de forma estridente alegando venganza en su contra por motivos políticos, cuando en realidad se trata de simple aplicación de la ley en forma pareja.
Ellos no se contaban entre los que podían ser alcanzados por la justicia, que siempre compraron de alguna manera y tampoco se han dado cuenta, de que hoy la aplicación de la ley es para todos y que ese “todos” por primera vez, los incluye a ellos también.
Así que están desorientados; siguen comportándose como antes y pensando que van a poder evadir la justicia en contra de sus actos delincuenciales, los cuales continúan cometiendo a la luz del día y sin reparar en que la opinión pública hoy tiene voz como nunca antes a través de las redes sociales.
Los ciudadanos hoy los descubren y los denuncian públicamente con evidencias; otros ciudadanos reaccionan replicando sus traperías y exponiéndolos como nunca antes lo esperaron, una gran parte de la sociedad los juzgan antes incluso de que se abra un proceso judicial, en una especie de justicia mediática practicada por Fuenteovejuna.
Esto los tiene fuera de control, continuando con sus conductas autoritarias y antisociales, que les son contraproducentes en el momento que se hacen públicas y se confirman a través de otros ciudadanos conscientes. Nada parece funcionarles para continuar con las prácticas de abuso, saqueo, amenazas, comisión de delitos electorales y demás comportamientos que han configurado su conducta delincuencial, que hoy sí tiene consecuencias para ellos. Por más que se resisten, la realidad los aplasta.
Como dijo el psiquiatra suizo Karl Gustav Jung: “Todo lo que resistes, persiste”.