Una magna obra siempre genera expectación en cualquier parte del mundo.
Por regla general, las construcciones que llegan en remplazo de otras que han cumplido su ciclo, son recibidas con alegría y satisfacción, por una sociedad que ve como mejora su entorno y calidad de vida, gracias a las construcciones y proyectos novedosos que ocupan el espacio público.
En México, la costumbre antes de la llegada del gobierno del presidente López Obrador al poder, era la misma que se ha descrito. Se aplaudía y reconocía el buen trabajo del gobierno, aún si las expectativas sobre las nuevas edificaciones, no eran del todo favorables.
Tenemos el ejemplo de la Estela de Luz, construida durante el sexenio de Felipe Calderón. Un obelisco pretencioso y sin ninguna finalidad en específico, a no ser que se considere provechoso, inflar el ego de un mandatario adicto al poder, al halago y a la ostentación.
Los medios de comunicación que históricamente han trabajado a sueldo para los poderes fácticos nacionales y para la clase política conservadora, se desvivieron en halagos hacia la obra inútil, construida por uno de los peores gobernantes en la historia reciente del país.
Nada le criticaron y la pusieron como ejemplo de la visionaria capacidad de Felipe Calderón.
Del fraude al erario y desvío de recursos que se dieron durante la construcción de la estela, supimos mucho después de haberse inaugurado el “monumento a la corrupción”, como ha sido renombrado.
De eso poco habló la prensa reaccionaria.
Con la llegada de la Cuarta Transformación al gobierno, las cosas cambian.
Esa prensa silenciosa durante el neoliberalismo; esos periodistas que siguen trabajando a sueldo de políticos y empresarios reaccionarios, se muestran escandalizados ante las obras monumentales que construye el gobierno del presidente López Obrador.
Ninguna les gusta. Todas son malas y de baja calidad.
La refinería de Dos Bocas, es una obra innecesaria, dado que la gasolina va de salida y el futuro del mundo está en las fuentes energéticas limpias. Construir una refinería es un salto al pasado, según publican y señalan en sus espacios informativos.
El Tren Maya es destructivo y nocivo para el medio ambiente. Es otro despilfarro presupuestal, por parte de un gobierno que carece de la visión de modernidad que sí tienen los neoliberales.
El Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, es otra obra desquiciada que no resuelve en nada el problema de saturación que enfrenta el Aeropuerto Benito Juárez, de la Ciudad de México. Está ubicado lejos de la capital del país y arranca con un número de vuelos bastante raquítico.
A los conservadores no les gusta el diseño. Lo comparan con el modelo que siguen las edificaciones de ciertos centros comerciales.
Se quejan de todo. De distancias, de vías de comunicación suficientes, del número de pistas construidas, de su cercanía con ciudades que su clasismo y falta de valores, califican de humildes, o rústicas. Como en el caso de Zumpango, señalado por la excongresista “naranja” Martha Tagle, de ser uno de los centros urbanos más próximos a un aeropuerto que se dice de primer nivel.
Las quejas opositoras no perdonan proyecto alguno del presidente López Obrador.
En el caso del aeropuerto Felipe Ángeles, que hoy se entrega a las autoridades del ejército, que administrarán en adelante ese complejo, la crítica reaccionaria ha sido severa.
Los grupos reaccionarios trataron de frenar la construcción de muchas formas. Amparos, litigios, presión ante las autoridades de tráfico aéreo y una presión permanente en medios de comunicación y redes sociales, tenían como único objeto frenar una construcción emblemática de la Cuarta Transformación.
Sin ningún resultado, ya que la obra fue entregada en tiempo y forma por el presidente de México, de acuerdo a los planes y fechas establecidas desde el inicio de la construcción.
La calificación que han dado autoridades y visitantes de otros países, que tienen experiencia y conocimiento sobre la forma en que operan otros aeropuertos de calidad en el mundo, ha sido de sobresaliente.
Hablan de uno de los mejores aeropuertos construidos recientemente. Señalan que el equipamiento, los espacios, las pistas, la tecnología y la edificación en su conjunto, son de primer nivel y constituyen un modelo novedoso y único en el mundo.
Aquí en México, vemos como los odiadores profesionales, los neoliberales resentidos y los periodistas que replican en sus notas, publicaciones y análisis esa frustración, reprueban con acritud una obra diseñada y construida por ingenieros militares.
El odio hacia el aeropuerto es unánime ahí, y nace dentro de una clase privilegiada, que hoy ve con rencor y envidia la capacidad creativa del gobierno del presiente López Obrador.
Porque los conservadores son oposición estéril, que sufre al ver la fertilidad de un gobierno nuevo, que le muestra cómo se hace crecer al país.
Los neoliberales tuvieron el poder en sus manos, durante un periodo de 36 años. Y en ese tiempo, fue más lo que destruyeron, que lo que edificaron.
La corrupción, el saqueo y el pillaje de todo recurso propiedad de la nación, fue el sello que identificó a estos gobiernos.
Odian al aeropuerto Felipe Ángeles, a la refinería de Dos Bocas y al Tren Maya, no porque en verdad sean proyectos inadecuados para el país.
Los odian porque evidencian su incompetencia, su incapacidad y su corrupción.
Porque estos proyectos nacionales, dan solides al proyecto de cambio que vive el país y al mismo tiempo, les cierra las puertas para recuperar el gobierno de México en el corto plazo.
¿Quién va a apoyar y a votar para que regresen al poder, políticos y empresarios reaccionarios especializados en la destrucción?
Las granjas de bots que pagan Claudio X González y su gente en redes sociales, dicen que sí hay fuerza suficiente para recuperar ese poder.
Pero elección tras elección, la derecha disminuye en fuerza y representación. Aparte de que esas granjas de bots no votan.
Hoy se hizo realidad la entrega del aeropuerto Felipe Ángeles.
Y mientras la sociedad mexicana está de manteles largos, los grupos de odiadores conservadores, se ahogan en bilis, llanto y rabia.
Faltan dos proyectos emblemáticos más, en este sexenio.
Dos motivos de alegría para el pueblo de México y dos fuentes de amargura para los que perdieron poder y privilegios.
Que con su pan se lo coman.
Malthus Gamba