Postigo
Por José García Sánchez
@Josangasa3
La victoria de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil es una derrota de los medios de comunicación convencionales, habitualmente dependientes de la línea editorial de los grupos conservadores nacionales y extranjeros en toda América Latina.
El lapso transcurrido entre la primera vuelta electoral del 2 de octubre al 30 del mismo mes, sirvió para lanzar en los medios fake news en favor de Bolsonaro y contra Lula da Silva. Las consignas eran fabricadas lo mismo desde los cuartos de guerra del Partido Liberal que en las redacciones de los diferentes medios que tenían el mismo objetivo que Bolsonaro: evitar que llegara Lula a la Presidencia.
La reducida clase media brasileña, proclive todavía a creer la interpretación de su historia contemporánea plasmada en los medios, se dejó seducir por las mentiras que se inventaban contra el presidente electo, desde la intención de cerrar las iglesias hasta la amenaza de un golpe militar que ocurriría desde el momento mismo en que se declarara vencedor Lula.
El hartazgo popular en América Latina se inclina por la fuerza de la democracia y no por la democracia de una fuerza minoritaria y privilegiada. Esto no lo entienden quienes vivían en esa selecta parte de la población y que arrastra a muchos otros que sin ser privilegiados los engañan con la amenaza de la polarización social.
El conservadurismo tiene armas que actúan en favor de las minorías con el apoyo de las mayorías inconscientes de su manipulación y una de esas herramientas son los medios convencionales en los que poco a poco la gente se convence de su objetivo principal que consiste en impedir cambios y para lograrlo no se detiene a la hora de mentir impunemente.
Una de las características del éxito electoral de Bolsonaro es que supo articular a los grupos minoritarios a su favor, desde los empresarios hasta la Iglesia evangélica y católica que le sirvieron de voceros sobre la falsa alarma de una gran catástrofe al estilo de lo que sucedió en México con la frase de “López Obrador es un peligro para México”.
En Brasil los simpatizantes de Bolsonaro esperaron los resultados hincados rezando, una vez que entre el 2 y el 30 de octubre se transmitieron imágenes de personas sacando a los santos de la Iglesias, gente comiendo de la basura, personas peleando en la calle, pertenecientes a otro tiempo y a otros países, pero afirmaban los medios que eso sucedía en Brasil. Las lágrimas de evangelistas y demás manipulados se mostraron en los videos ante la noticia del triunfo de Lula de Silva, no por convicciones políticas o ideológicas sino por miedo.
El miedo es el instrumento fundamental de la derecha que pretende hacer que un pobre piense como si fuera muy rico y defienda las instancias que lo hacen cada día más pobre, que proteja privilegios para otros, que a ellos le han sido arrebatados y qué mejor que infundir terror en la palabra de los buenos que son los sacerdotes, pastores, curas y hasta obispos.
La voluntad de los brasileños fue manipulada de otra manera, la diferencia de sufragios hubiera sido mucho mayor; sin embargo, la campaña de desprestigio fue más fuerte que la que anunciaba programas y proyectos políticos y administrativos.
A pesar de esto votaron por Lula 58 millones de brasileños, votación sin precedente en ese país. La legislación quedó en manos de la derecha, con 99 escaños, frente a 80 de los partidarios de Lula da Silva. De 27 estados 17 son de los conservadores; sin embargo, este triunfo le otorga a América Latina la posibilidad de crear el gran banco propuesto por Lula con los países de América del Sur, que fortalecería la economía de los más débiles, al mismo tiempo que dejaría de usar el dólar como referencia de riqueza y poder.
La victoria de Lula es real, aunque relativa, lo que debe hacerse en estos cuatro años es crear una barrera de gobiernos democráticos con los países que están en manos de la derecha, que cada día son menos.