“La casa de los mañosos”
Por:
Rafael redondo
@redondo_ rafa
Existen varios tipos de espectáculos y de entretenimiento. El entretenimiento, es efímero. Buena parte de los videos que aparecen en las redes, pueden entretenernos un rato y luego, vienen otros 10 videos ó 100 videos más, y el primero quedó en el olvido.
En cuanto a espectáculos, voy a referirme al teatro, la novela y el cine. Para que el espectáculo a presentar se sostenga, los autores construyen historias con líneas dramáticas sólidas. La referencia inmediata, es “Edipo Rey”, de Sófocles, historia donde una profecía se va cumpliendo de forma casi matemática, desde el punto de vista de la dramaturgia. Otro ejemplo es cualquier tragedia de Shakespeare quien, nos sumerge a las profundidades de las pasiones humanas, creando historias que, nos sorprenden y nos conmueven.
En cuanto a la comedia, propongo “Lisístrata”, de Aristófanes, y los textos de Molière. Ambos, pueden elevarnos a la cúspide de la hilaridad.
El drama nos sumerge, la comedia, nos eleva, pero, en ambos casos entramos, en una convención; es decir, en una experiencia lúdica a la que, nos lleva el autor, gracias a que la historia nos convence, que la creemos y entonces, podemos continuar con el viaje.
Un buen texto, nos eleva o nos sumerge, pero, al final, nos tiene que regresar a la realidad. Dicho de otro modo, la historia parte de la realidad, nos eleva y nos regresa otra vez, a la realidad. Lo único que cambió fue que, experimentamos una purificación emocional a la que, los griegos llamaban, catarsis.
Acabo de describir la situación ideal, el referente de lo que debe ser un espectáculo. A partir de ahí, hay buenos espectáculos, y malos espectáculos. Esta descripción aplica también, para un concierto (música) que, también tiene una narrativa.
Los recursos, pueden ser tan finos como un lenguaje prístino, o la vulgaridad; siempre y cuando los recursos sirvan, para el propósito original: transportarnos por un mundo ficticio.
Desde que apareció Xóchitl Gálvez en la escena política, como la, gran, contrincante opositora (destapada por AMLO, por cierto), aquellos que, luego de 5 años de gobierno, continúan, primero, en la narrativa de culpar a AMLO, de todo lo malo que sucede en el país y, segundo, negando las evidencias de los éxitos de este gobierno.
Todos ellos, migraron del discurso “del país que se hunde sin remedio”, a, “Xóchitl, la víctima de AMLO”.
He mencionado en varios artículos que, durante 5 años, hemos visto hundirse la credibilidad de mucha gente y muchos medios de comunicación, precisamente por seguir aferrados a una historia divorciada de la realidad (mal espectáculo).
Continúan hablando y pseudo analizando, desde, y en defensa de, privilegios (no merecidos, es evidente), ya perdidos. Están parados en algún lugar del pasado, tan añorado por muchos. Analizan desde un clasismo y un racismo que, a estas alturas del partido, ya superó el nivel de ofensivo y cae en el grado de, locura total. En síntesis, muchos personajes que, durante décadas se nos vendieron como referentes, como eminencias, como voces únicas que marcaban la agenda política, están terminando como bufones, a la par que este sexenio se agota.
Para construir una buena historia, que convenza, que emocione, se necesitan, buenos dramaturgos, excelentes narradores y buenos personajes y/ o actores. Cualquiera de ellos, primero, debe partir de la realidad. Una buena historia construye una parábola: iniciamos en el piso, nos elevamos, llegamos a un clímax y, regresamos a la realidad. No se puede construir una historia convincente, partiendo de la fantasía total. Nadie en su sano juicio, entraría en la convención de “Doña Perfecta” de Pérez Galdós, si no ubicamos a ese personaje, dentro de un contexto de fanatismo religioso por ejemplo.
Contar una historia, aunque sea una historia en farsa, o de ciencia ficción, necesita de la realidad para sostenerse: emociones, pasiones realmente humanas, momentos históricos reales y, mantener su propia lógica, hasta el final; de lo contrario, la historia se cae.
¿Por qué la oposición se equivoca, al intentar construir un discurso?
Algunos ejemplos que la oposición, no quiere ver:
1) Este sexenio pasó por una pandemia.
2) Los apoyos económicos a grupos vulnerables, lograron contener la caída del ingreso familiar durante la pandemia.
3) Un país con una disparidad pronunciada en el ingreso, necesita de estas políticas sociales.
4) Los proyectos como el Tren Maya, Dos Bocas, Sembrando Vida, el AIFA, el Transístmico, no sólo mantuvieron los índices de empleo, sino que, fomentaron la inversión, pese a la pandemia.
5) El crecimiento económico al segundo trimestre de 2023, fue del 3.6%
6) El presupuesto ha alcanzado para hacer obra pública, pese a todos los pronósticos.
7) El conflicto en Ucrania nos afirma que la soberanía energética, es indispensable para cualquier país. Aunque los opositores, detesten o minimicen, la compra de Deer Park.
8) La gente que nunca se sintió representada hoy, lo está, o por lo menos, esa es la percepción.
9) Los altos niveles de aprobación del presidente, no son producto de una retórica, son producto de acciones reales.
10) No se está sacrificando la estabilidad del país, por ninguna ideología.
Como la oposición no reconoce lo anterior, surgen discursos como el que presento a continuación. El peor, el más absurdo que se haya inventado en este sexenio, hasta ahora y, por periodistas que, se dicen serios y hasta “teachers”:
¡Xóchitl Gálvez puede ser el próximo Colosio!
¿En serio? ¿Tanta es la frustración acumulada que, arrojan los restos de su ya de por sí, mermada credibilidad, al Gran Canal?
De entrada, México es un lugar muy diferente, a aquel de Lomas Taurinas, en 1994. El mapa político, social, de México y del mundo, se ha modificado y no nos sorprendamos, han transcurrido casi 30 años.
Luego, siguen cayendo en el autodestructivo error de creer que, estar en algún medio de comunicación, los coloca en un sitio de privilegio. Este pensamiento resulta además, anacrónico. La tendencia hacia la horizontalidad en la forma de comunicarnos actualmente, que, por cierto, no fue ocasionada por López Obrador, sino por los avances en la tecnología, difícilmente crea superestrellas en los medios de comunicación. Creer que los medios funcionan como en los 80, es un despropósito. A pesar de ello, estos personajes se acostumbraron a un monólogo dirigido a una masa enmudecida. A merecer la celebridad y no ser cuestionados, jamás. Puros beneficios para sus altezas serenísimas. No están dispuestos a recibir la crítica, los jitomatazos. No les gusta el diálogo. Les aviso, ese modelo de comunicación ya no existe, ni en México, ni en el mundo. Hoy, su audiencia les puede responder de inmediato. La audiencia incluye lo mismo a un presidente, a un empresario o a la señora de las quesadillas. Si ese modelo no les gusta, dedíquense a otra cosa porque el nuevo modelo, no tiene marcha atrás.
Después, se refieren a los seguidores de López Obrador como una “jauría”, de manera despectiva, como lo hizo “el teacher”. Teacher, ¿de qué? ¿De inglés? De verdad, están convencidos de que su audiencia es una masa estúpida. No se han dado cuenta que, desde siempre, aún durante los tiempos de la audiencia muda, cualquier persona viva, piensa, experimenta la realidad y, por tanto, sabe, reflexiona. Una audiencia, jamás es un ente construido con carbón.
Lo peor, al ofender a “la jauría”, se autolesionan y ni cuenta se dan. Si tomamos en cuenta que el presidente tiene una aprobación que ronda el 70%, esa, “jauría”, para estos periodistas, significa un auditorio potencial, que están echando a la basura. Esta acción, es de una inteligencia sobresaliente, sin duda alguna. ¡Cerebro, no vino a la clase hoy!
Claro, la línea que nunca debieron saltar, porque rebasa toda lógica, es la siguiente: ¿de dónde sacan la historia de un posible atentado?, ¿cómo pasamos de una pobre vendedora fake de gelatinas, a una mártir? Del punto A, al punto B, creo, no existe trazo alguno, simplemente, porque el punto B, no existe. Y aún peor, “el teacher”, ya también se incluyó como Colosio número tres (el número 2, es Xóchitl), responsabilizando al presidente, si algo le sucede. Si del punto A, no hay manera de pasar al punto B. Atreverse a mencionar un punto C, ya es alucinación.
No hay manera de defender a estas personas. Si no logran ver la realidad, son incapaces. Si fingen no verla y la alteran, peor aún, son unos mañosos. En cualquiera de los dos casos, no son periodistas, y menos, analistas.
¿Esa es su estrategia para opacar un poco los posibles actos de corrupción de una funcionaria pública?, ¿prefieren proteger a una presunta delincuente que, a alguien que ha dado los resultados que ya mencioné? ¿Estamos todos bien del coco?
Este espectáculo, de una mediocridad multidireccional; narradores mediocres, historia mediocre, personajes mediocres. Este intento frustrado de construcción de un discurso, me lleva a establecer una analogía con el espectáculo televisivo del momento, el Big Brother región cuatro, igualmente mediocre.
Este, es el mejor ejemplo del anti espectáculo: un montón de gente sin talento alguno (con excepción de una boxeadora, a la que, tanto integrantes del show, como los seguidores del programa, fuera del show, ningunean todos los días. Su único pecado es, ser la única que tiene un talento. ¿Enloquecimos todos?).
Una chica trans, catálogo de vulgaridades que, en lugar de enaltecer y darle la valía que merece una persona trans, por el simple hecho de ser una persona, sin importar su transición, puesto que, una transición de identidad, no tiene nada que ver con ser una patana.
Su presencia en este show, ha desatado a todos los que siempre han estado en contra de la comunidad LGBTIQ+: Ya ven, los trans, son borrachos. Ya ven, los gays son prostitutos y, además, ladrones. Roban y maltratan a sus clientes. Ya ven, los trans y gays, son drogadictos. Ya ven, los gays y trans, solo piensan en sexo. ¿En qué benefició la presencia de esta chica trans en la televisión abierta, a la comunidad LGBTIQ+?
En ese mismo show, el viernes pasado, un exdiputado, por cierto, de Morena, la chica trans, el hijo de un productor de televisión y un regiomontano, sometieron, desnudaron, pusieron crema entre las nalgas y le metieron los dedos en el ano a otro varón, compañero del show, quien muchas veces les dijo, no. Un chico que, al día siguiente, mencionó que le dolía esa parte de su cuerpo. El ilustre exdiputado, todavía pretendió introducirle, un cepillo. Esta situación configura un delito. Aquí no hay margen para la opinión. No, no es juego brusco, no es broma pesada. Es un delito. Punto.
La chica trans, participó en esta situación y no dudo que, a los argumentos anteriores, por parte de los detractores de la comunidad LGBTIQ+, se agregue el, “ya ven, se los dijimos, los de la comunidad LGBTIQ+, son delincuentes sexuales”.
¿Cuál es el propósito de ver escenas de este tipo, en televisión? ¿Qué pasa por la cabeza de una audiencia, embelesada por ese show? ¿Cómo justificar una agresión de este tipo frente a un montón de cámaras, cuyos videos siguen circulando en Tiktok? ¿Qué pasaría si este chico fuese una mujer? El chico no se va a quejar públicamente pues eso significaría, perder la oportunidad de encontrar fama en México. Pero, es evidente en las imágenes, que la situación fue terriblemente incómoda y humullante. ¿Ya no somos capaces de definir los límites de las situaciones? ¿Así son las nuevas estrellas de televisión?
Eso sí, después, vemos anuncios de la televisora, donde se habla del exhorto a los valores y la empatía. O sea, ¿cómo?, ¿presentamos un abuso sexual en televisión y luego hablamos de valores y empatía?
Falta de lógica, carencia de talento, vulgaridad gratuita, realidad inventada, delitos camuflados, defensores de presuntos delincuentes, anacronismo, no hay catarsis: espectáculo nulo.
Hay un paralelismo entre este show de televisión, y los voceros de la oposición: no son capaces de construir un buen espectáculo. Sin línea dramática, sin propósito, ni lógica alguna; todo se limita, a escupir basura. No señores, esto no es un espectáculo.
Tanto el escándalo de la oposición y el show de televisión, están nominados a desaparecer, pero, del mapa y, bien podrían llamarse, ambos: La casa de los mañosos.