Igualdad progresista o imitación clon-servadora
Postigo
@Josangasa3
Hay quienes descalifican el término aspiracionista porque responsabilizan de su creación al Presidente de la República. La palabra es una vieja huésped en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua.
El aspiracionismo es parte del gran reino de la semejanza, que tiene como enemigo frontal a la igualdad, que algunos quieren derivar del comunismo entendido éste por la aparente equidad total en todas las actividades del ser humano.
Desde luego que sería imposible exigirle a los analfabetas de la historia que conozcan la frase de Carlos Marx que dice “A cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades”. Y dejan al aire una serie de conocimientos que de tener contacto con ellos argumentarían con conceptos y de manera muy concreta cuando se refieran al comunismo.
Así, desde el punto de vista superficial y teniendo al aspiracionismo como parte de la semejanza y no de la pluralidad, la igualdad forzada que le atribuyen a las sociedades comunistas, es criticada por carecer de identidad, de personalidad propia, de ilusiones personales.
La equidad la confunden, desde la miopía de la derecha, como la uniformidad de criterios en la sociedad, objetivos, propuestas, etc. Sin embargo, ellos, con el aspiracionismo, que intenta imitar modelos preestablecidos por la manipulación del consumo les llama gente libre.
La imitación, vista como una expresión de la inmadurez, propia de la conducta de la primera infancia, intenta reemplazar a la igualdad a la que obliga el comunismo, según los conservadores, que en este caso se llamarían los clon-servadores.
La imitación implica discriminación sensorial en un principio, que deriva, posteriormente, en una selección de factores que terminan por marginar y sectorizar a la sociedad. La posibilidad de seguir los paradigmas de la moda, de la última noticia, el top ten, la tendencia, etc. implica la ruptura de la comunicación auténtica, pero impulsa la preservación de la interacción social, de tal suerte que los discursos se limitan a la reproducción de modelos de diálogo preestablecido que consolida la imitación.
La imitación como conducta no deriva en la comunicación humana sino en la reproducción de paradigmas que carecen de valores, factores y emociones humanos. El humanismo dentro de la imitación que se esconde en cada plática, donde se pondera el esquema persecutorio de la semejanza.
Los conservadores intentan hacer de la imitación una habilidad humana, cuando en realidad puede reducirse a un simple reflejo; sin embargo, la conducta que reproduce es paradigmática, ni causa sombro, no es novedad; es reiterativa, igual que los más iguales entre sí, no refleja equidad sino la uniformidad que tanto cuestionan, producto de la manipulación.
Querer parecerse al otro cómo objetivo mediato ocupa buena parte de la vida convencional de ciertos segmentos de la población. Se emula al más fuerte desde la fragilidad de quién imita.
El camino del aspiracionista es la imitación. Sin paradigma a seguir, hay una orfandad que aniquila. En cambio, la igualdad que atribuyen al comunismo resalta las habilidades de cada quien.
Mientras la conducta de los imitadores tiene que ver con la necesidad de pertenencia, en otras sociedades, la necesidad de superación está basada en el trabajo de equipo y sólo sobresale quien tienen capacidad y no quien imita mejor.
La guerra entre el macartismo y la idea común del comunismo, vistos de la perspectiva del conservadurismo contemporáneo también recibe una derrota porque toda conducta que es repetitiva, convencional, rutinaria es previsible, de ahí su torpeza para entender nuevas teorías económicas y políticas que, al no entender, les causa terror.