Postigo
@Josangasa3
Todo candidato débil debe estar rodeado de gente corrupta, para poder ser manipulados y chantajeados por quien mueve los hilos de todos ellos. Un ejemplo de ello es la gente que rodea a Xóchitl Gálvez, desde José Ángel Gurría Treviño hasta Santiago Creel, pasando por Ildefonso Guajardo. Finalmente, quien avala su impunidad, culpabilidad o inocencia son los ministros que serían parte del golpe de Estado.
La pobreza democrática con la que ande la candidata de la oposición no es un accidente. Los golpes de Estado ocurren porque esa fuerza política carecen de mayoría. Sería una ingenuidad pensar en que porque hay un apoyo mayoritario al Presidente se impide que esto ocurra.
Para la derecha la popularidad de su gente es lo de menos, de ahí que la figura de Xóchitl Gálvez, no reúne las características convencionales de una candidata a la que los mexicanos estamos acostumbrados, sólo sirve a los intereses de quienes la crearon.
En Bolivia la mayoría votó por Evo Morales, la prueba fue que después del golpe de Estado que encabezó Jeanine Áñez, volvió a ganar el partido de Evo; en Perú, Pedro Castillo tenía el apoyo mayoritario de la población, prueba de ellos son las movilizaciones en las cuales que todavía irrumpen en la tranquilidad social que pondera la usurpadora Dina Boluarte; en Brasil la mayoría estaba con Lula, pero el caso de la apropiación de un pequeño departamento, sirvió para que la derecha dijera que era producto de la corrupción para defenestrarlo. Así pasó con las intentonas contra Cristina Fernández de Kirchner, Dilma Rousseff, entre otros.
El golpe de Estado no sólo no respeta la mayoría en contra, que sería un gesto democrático que no les es propio, sino que la agrede hasta el exterminio. En México algunos se confían en el hecho de que el Presidente cuenta con una popularidad promedio de 60 por ciento, eso no impide el golpe de Estado legal, al contrario lo provoca.
Si en México se tomara el fraude electoral como un derivado blando del golpe de Estado militar, hubiéramos tenido más golpes que Bolivia, porque desde aquella traición que le cambió el rumbo la Revolución, y en su mutación la adoptaron como buena y digna de Victoriano Huerta, ha habido muchos fraudes electorales no sólo en la Presidencia de la República sino en todos los niveles de los cargos de elección popular.
La desfachatez de los ministros y jueces no es otra cosa que el anunció de un golpe de Estado que incluso pueda impedir las próximas elecciones que se pronostica como catastróficas para la derecha. Su prepotencia, su búsqueda obsesiva de liderazgo, su evidente corrupción, significan las puertas abiertas a ese golpe que podría perpetrarse en cualquier momento. Aunque para evitar movilizaciones mayores lo más probable es que sea en el próximo sexenio cuando se intente. Así, Xóchitl Gálvez hará las veces de Jeanine Áñez o Dina Boluarte. El escenario ya lo tienen muy bien ensayado.
Su legitimidad radicará en que fue el segundo lugar en las elecciones y se le sumarán los delitos anunciados desde hace años en amparos y denuncias contra Andrés Manuel López Obrador, más las denuncias contra Claudia Sheinbaum, candidata de Morena durante la campaña y la manera de actuar del electorado en la jornada electoral. Ahí estarán los insumos del pretexto legaloide del golpe. Todo un paquete para que este grupo de ministro declare inválida la elección y someta a juicio al ganador de la próxima contienda.
Habrá cambio de tres ministros el próximo año, probablemente de su selección y elección dependa detener o fortalecer el golpe de Estado contra la democracia mexicana.