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EN 2024, EL ENORME PODER DEL MOVIMIENTO SE REPARTE
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EN 2024, EL ENORME PODER DEL MOVIMIENTO SE REPARTE

La política mexicana cambió radicalmente, con la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia. Los “rituales”, las “señales”, los “espaldarazos” y “destapes”, tan comunes en nuestra política histórica, quedaron relegados en el cierto de objetos inservibles en Palacio Nacional. Poco de lo conocido hasta entonces queda en pie.

López Obrador practica una política de libertad total, en favor de la democracia. Intenta dejar como legado histórico, una sociedad politizada, informada y combativa, que sepa defender las conquistas sociales que hoy son realidad y no mero espejismo o utopía.

Por lo mismo, el presidente es muy cuidadoso en lo que corresponde al futuro del Movimiento de Transformación, intentando no dejar “cabos sueltos” que se conviertan en el corto o mediano plazo, en situaciones que echen por tierra el trabajo realizado hasta el día de hoy.

Muchos se preguntan aún ¿cuál fue la razón que impulsó al presidente a dar incio al proceso sucesorio dentro de Morena, de manera tan anticipada? ¿Por qué incluyó de última hora al entonces Secretario de Gobernación, Adán Augusto López, en la lista de aspirantes a la presidencia? Son preguntas que se escuchan en medios de comunicación de todo tipo y que los mismos militantes y simpatizantes del Movimiento se hacen ocasionalmente. Porque es innegable que el banderazo de salida para el proceso de selección de candidatos, lo da el presidente. Y que después de esta acción personal, deja todo en manos del partido político, de su militancia y del pueblo que forma la base sólida del Movimiento.

¿Qué intentó el presidente con eso y con los acuerdos tomados entre las “corcholatas” de Morena en reunión con López Obrador, para que todos los aspirantes presidenciales, tuvieran la seguridad de que alcanzarán puestos importantes en el siguiente gobierno?

Una respuesta posible puede ser la siguiente.

López Obrador consiguió en muy poco tiempo, acumular en torno al Movimiento, a Morena y a su gobierno, una importante cantidad de poder político. Un poder y un respaldo social que bien manejados, le han permitido alcanzar las conquistas sociales que ahora pasan a ser derechos constitucionales. En base a esa fuerza, ha enfrentado al poderoso grupo empresarial opositor consiguiendo mantenerlo a raya, a pesar de las enormes cantidades de dinero que ha invertido la clase conservadora, para destruir, o al menos desacreditar al primer mandatario. El presidente ha salido ileso de la campaña sucia que impulsan los monopolios desinformativos en radio, prensa y televisión. Ha desafiado y enfrentado con éxito al Poder Judicial y a otros importantes organismos autónomos. Nadie ha podido ganarle una partida al presidente.

Ya suman 23 los estados de la república gobernados por Morena. El Congreso de la Unión tiene mayoría simple del partido y aliados. Y todo indica que en 2024, la fuerza del Movimiento será mayor.
¿Qué pudo haber visto el presidente al respecto?

Que un poder tan grande, en manos de una sola persona era, aparte de antidemocrático, riesgoso.

López Obrador ha podido sostener su figura política por décadas, en base a su desprecio al poder y a la riqueza. Con él en la presidencia, no existía riesgo alguno con esa acumulación de poder. Al presidente lo tiene sin cuidado todo eso. El poder en sus manos, sirve para construir y transformar. Nunca para abusar de él, o sentirse dueño absoluto del país.

Pero en manos de otro, podría ser tentación grande. Convertirse en un riesgo para la democracia. “El poder vuelve tontos a los inteligentes y a los tontos los vuelve locos”.

La carrera presidencial inicia desde muchos antes de los tiempos oficiales, porque me parece que López Obrador desea que el Pueblo examine con tiempo a los posibles aspirantes a ser su sucesor. Que los vea en las calles, plazas y otros espacios abiertos, hablando de la visión que tienen de la Transformación. Que vea sus aciertos en campaña y también sus errores. Que haya tiempo para entender el proyecto de país que propone cada uno.

Y hace algo más. Consigue un acuerdo político, donde el Congreso de la Unión, queda en manos de los aspirantes que no alcanzaron la presidencia, pero que serán en la siguiente Legislatura, coordinadores de las bancadas de Morena en las Cámaras de diputados y senadores. Dos políticos con mucha fuerza y respaldo social, tendrán poder pleno en el Congreso. No solo se discutirán y en su caso aprobarán las iniciativas presidenciales. También las iniciativas propuestas por los bloques de Morena y aliados en las Cámaras, podrían resultar aprobadas.

Si en la siguiente elección se consigue la mayoría calificada que pide al pueblo de México el presidente López Obrador, antes del cierre de este sexenio, el Poder Judicial se habrá reformado, lo mismo que organismos autónomos como el Instituto Nacional Electoral. Y lo sano sería que en en el Poder Judicial, se diera una autonomía verdadera, que hiciera el papel de contrapeso a los otros dos Poderes de la Unión.

López Obrador disfrutó de un respaldo indiscutible y personal, por parte de un Pueblo que lo ve como a un político fuera de serie. Pero no estando él, no hay quien pueda presumir de tener el mismo respaldo. Simplemente viendo en redes sociales los ataques que los simpatizantes de una y otra corcholata, realizan a diario en contra de los otros compañeros de partido, se puede entender que no hay unidad total al interior del partido. Y lo que es peor, se comienza a notar el “hambre de poder” en algunos de los que dicen respaldar a su “corcholata”.

Por esas razones creo que el presidente divide tanto poder, dentro de las fracciones democráticas que compondrán al nuevo gobierno.

Una presidencia fuerte, pero acompañada de un Congreso con poder suficiente para impulsar su propia agenda. Un Poder Judicial saneado, que no dependa de presidencia, ni del legislativo y menos aún del corrupto poder empresarial.

La presidencia centralizada no se va a dar en el siguiente sexenio. Tanto Claudia Sheinbaum, como Marcelo Ebrar y Adán Augusto López, tendrán espacios desde donde podrán influir en la agenda nacional. Uno (o una) como presidente y los otros dos, como representante de los grupos mayoritarios en el Congreso.

Creo que el presidente decidió repartir el enorme pastel del Movimiento en tres partes. Quizá primeramente pensó en dos, pero al final, vió que resultaba más conveniente repartir en tres cortes y por eso entra Adán Augusto como emergente. Y ahí están hoy, al final de la campaña, esperando ver cuál rebanada corresponderá a cada uno.
López Obrador solo hay uno. El poder ilimitado solo podía manejarlo él. La ambición no lo toca.

Con los que llegan, esperamos que suceda lo mismo, al ser buenos políticos.

Pero más vale prevenir, que lamentar. No vaya a resultar que elegimos a un inteligente, al que tanto poder atonte, al llegar a la silla.

Malthus Gamba

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