Una cámara digital y otros accesorios puede producir un canal informativo en Internet. Una cuenta personal en redes puede dar salida a comentarios lúcidos y exigentes, críticos y perspicaces. Una computadora portátil puede participar en proyectos culturales o informativos mucho más amplios. Estas piezas de un rompecabezas más grande la hemos llamado de manera rimbombante la democratización de los medios técnicos de producción cultural. Gran mérito de aquellos que han sabido combinar las potencialidades de Internet con proyectos personales o proyectos colectivos. No sólo políticos sino intelectuales. Información versátil, atractiva, con humor, no sólo información a secas.
Generar opinión, polemizar, habitar la vida pública. El ejercicio permanente de la crítica, la adhesión a un punto de vista y el deporte de la polémica. En el comercio entre democracia y tecnología, la conectividad al alcance de todos no sólo es posible en los nuevos tiempos que corren, sino fundamental para la vida democrática de México. Será un gran logro de esta 4T llevarla hasta sus últimas consecuencias.
La tecnología disponible, empero, no basta por sí misma. Talento innegable. Tradición. Experiencia. Formación intelectual. Cultura política. Militancia. Ojos lectores. Expertise. Todo ello son insumos indispensables para llevar a buen puerto los intercambios entre la democracia y la tecnología. Más que un fenómeno estrictamente mediático, el de los youtubers de izquierda ha sido un fenómeno singularmente político. Ciudadanos activos de la red, cientos de vídeos hechos y miles de suscripciones, es el rostro más visible de los nuevos modos de producción de la comunicación política. Presenciamos el auge de estos canales y las correas de opinión que producen todos los días. Circuitos paralelos de la discusión nacional. Nos habíamos acostumbrado a leer lo nacional exclusivamente desde la metrópoli. Es significativo que las “bases de operación” (digamos) de los youtubers de izquierda estén situados en la periferia. Con estos youtubers en escena presenciamos en realidad cómo la periferia está leyendo lo nacional y sus esfuerzos por desdibujar la supremacía interpretativa de la capital.
Hasta antes del 1 de diciembre de 2018, no habíamos visto a un gobierno sensible al escrutinio cotidiano de propios y extraños. Se ha fijado un punto muy alto con la 4T en funciones: rendición de cuentas, transparencia y diálogo circular. A veces presenciamos otra cosa. Es cierto. Preguntas sesgadas, preguntas irrelevantes, preguntas repetitivas, preguntas con línea, vacíos de información y actos provocadores. Lo reciente de Jorge Ramos, periodista que parte del principio que la noticia es él, reafirmó que AMLO tiene capacidad de respuesta y esquiva los anzuelos que van directo a la cabeza o al hígado. Es natural que a muchos no les agrade y digan misa.
No se equivocan los que afirman que la mañanera de López Obrador es el fenómeno mediático más importante del día. Si alguien desea actualizarse del estado de la cuestión nacional, es obligación detenerse ahí. No es Aristegui. No es Astillero. No es la prensa escrita. Faltaban los youtubers en las sillas de las conferencias matutinas. Tardaron en entrar pero entraron. Se espera de ellos, como ellos mismos los exaltan y lo difunden, preguntas precisas, preguntas apremiantes, con sentido, preguntas bien documentadas, temas fundamentales que no están, o que sienten que no están, en la agenda pública. Ellos son, dicen, y creo que dicen bien, el puente con sus audiencias y el presidente de México.
En mi concepto, cuando no operan como noticieros propiamente dichos, el modus operandi de los canales youtube de izquierda semeja a la flexibilidad que posibilita la columna de opinión más el agregado de la tecnología visual. El vídeo hila fuentes periodísticas diversas. El youtuber despliega interpretaciones de diverso grado. No hay hechos, dice el loco de Nietzsche, hay interpretación de los hechos. La supremacía del texto desaparece, es cierto, pero se desarrolla una narrativa hecha de imágenes, algunas líneas de texto y la voz. La duración del vídeo puede rondar sobre un personaje, una frase, una declaración, una cifra, un vacío, un testimonio, una hipótesis, una especulación, un rumor. Las combinaciones son amplias. Un suscriptor termina convencido que ha escuchado algo que no había pensado. Un escucha se detiene en ellos, además, porque hablan como habla la gente. Ellos pueden ser yo. Yo puedo ser ellos. Hay un truco, sin embargo. Los títulos. Y los títulos de los vídeos han despertado recientemente la polémica entre youtubers y ha calentado las redes.
Un título bien hecho atrae hipotéticamente a los suscriptores o a posibles suscriptores. Un título amarillista, por el contrario, atrae el morbo, que se expande fácilmente. Las ganas de ver sangre desplegada en la pantalla. ¿Los argumentos expuestos satisfacen lo que afirma la cabecera del vídeo? Los títulos de los vídeos mueven todo el tiempo esta línea fronteriza. Si hay inclinación hacia los títulos escandalosos es porque el mayor número de reproducciones representa dinero. Son las posibilidades de monetización que permite la plataforma.
Antes de dicha monetización, los canales fueron ensayos en el sentido fuerte de la palabra. Una racha de experimentación formal que declina cuando irrumpen las lógicas del dinero. No es un fenómeno nuevo. Es una regla. Antes que el dinero los atraiga y los homologue, la incorporación inicial de nuevos instrumentos técnicos en la producción cultural estira los umbrales de la experimentación formal. Henry Miller incorporó el sonido de las teclas de la máquina de escribir en la aureola que se construyó como escritor. En los hoteles de París se sabía dónde alquilaba Miller porque la música del tecleado se oía sin parar durante las noches. Autor de On the Road, Jack Kerouac diseñó un mecanismo en el rodillo de la máquina de escribir que le permitía alargar el rash de la escritura, que impedía el remplazo inapelable de las hojas. Con la entrada del grabador, el antropólogo Oscar Lewis logró una biografía colectiva de una familia pobre mexicana con base en las sesiones de entrevista y grabaciones. Atrapó cinco voces disímiles en la producción de una investigación que se lee como novela. El grabador, además, posibilitó el género de no ficción. Con la entrada del weblog, sin la necesidad de editores ni críticos de suplemento dominical, se trasladó el diario íntimo a una ventana abierta e instantánea. Una salida de emergencia que buscan los escritores de nuestro tiempo cuando han estado atrapados, o se han sentido atrapados, en las reglas estrictas del género en el que escriben.
La monetización estabiliza los usos posibles de la tecnología en detrimento de la experimentación formal. La aceptación del financiamiento público a los youtubers puede neutralizar el canto de sirena de la monetización y, quizá, impacte positivamente en los contenidos de los vídeos. El dinero público puede representar un aliciente para expandir los proyectos individuales y colectivos. Más de uno, empero, impugnará la oferta y argumentará, como ya se ha hecho, que el financiamiento público a los youtubers de izquierda reproducirá el fenómeno del chayote, enemigo de la 4T, y mucho antes que el contenido y la producción del vídeo den un salto cualitativo de los que hablaba Friedrich Engels, terminarán siendo, los youtubers de izquierda, la variante fifí que se empeñaron en evidenciar y criticar con éxito.
Fernando Beltrán-Nieves
@laesel