El Titán: la disparidad en los naufragios
Textos y Contextos
Por: Miguel Alejandro Rivera
@MiguelAleRivera
Efectivamente: la desaparición y posterior implosión del submarino Titán, en el cual murieron cinco personas, demuestra, una vez más, la tremenda desigualdad en la que vive la sociedad mundial y muchas otras señales aterradoras de por qué en la educación se deben priorizar las emociones y las pasiones de las personas más allá de fomentar el utilitarismo y las ganancias por encima de todo.
Tan sólo hace unos días se informó que aumentó a más de ochenta la cifra de muertes luego del naufragio de un barco en el mar Mediterráneo el pasado 14 de junio; algunos sobrevivientes y testigos han criticado a la guardia costera de Grecia por no haber implementado una estrategia de rescate pronta y efectiva, a lo que la autoridad ha respondido que era demasiado arriesgado.
Asimismo, el Proyecto Migrantes Desaparecidos, de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), informó que las muertes de 441 migrantes en el Mediterráneo Central en el primer trimestre de 2023, significan la cifra más grande desde 2017; sin embargo, el sólo hecho de que en un trimestre se registre esa suma de fallecimientos por naufragio debiera ser alarmante, pues, sólo por poner un año específico como ejemplo, en 2022 murieron en la frontera sur de la Unión Europea al menos 2 mil 925 personas, según la ya referida organización.
Y eso que sólo se están tomando en cuenta los migrantes que mueren en el mar Mediterráneo debido a que hablamos de naufragios y se toman referencias similares a las de un caso como el submarino que se perdió también en el agua, pero pensar en las innumerables muertes de personas que pierden la vida migrando de un lugar a otro porque en su país de origen se acabó la esperanza de mejores oportunidades o porque la violencia es insoportable, es realmente terrible.
En este contexto están los viajeros del Titán, cinco personas que pagaron 250 mil dólares para viajar a las profundidades del océano. El 18 de junio, el Polar Prince lanza al Titán alrededor de las 9 de la mañana. El submarino pierde contacto con el buque después de 1:45 horas de descenso. Su última comunicación con la superficie se produce a las 11.47 a.m. Se alerta a los guardacostas estadounidenses y ese mismo día comienzan las operaciones de búsqueda.
Ya el 19 de junio, un avión canadiense y dos C-130 realizan búsquedas aéreas y por radar y se despliegan boyas para escuchar sonidos en la columna de agua, las guardias costeras de Estados Unidos y Canadá se movilizan incansablemente. En los próximos días se sumarán radares a control remoto sumergibles, buques de alta tecnología, médicos se desplazan al lugar a la espera de alguna noticia y para apoyar en caso de que sea necesario. Francia también hace uso de su infraestructura para localizar al ya famoso submarino… sí, Francia, uno de los mayores países receptores que cruzan el mediterráneo para llegar a suelo europeo.
Alrededor de esta noticia ha surgido una cantidad enorme de notas informativas en medios internacionales y locales, reacciones del gobierno británico, publicaciones en redes sociales e incluso todavía ni siquiera concluía la fatídica historia cuando el Channel 5 de Reino Unido sacó al aire el documental Titanic Sub: Lost at Sea.
Y, obviamente, el hecho de que haya sido excentricidad, y no una necesidad, el haber descendido al fondo del mar para ver los restos del Titanic, crucero que también naufragó lleno de adinerados, no quiere decir que la vida de los tripulantes no sea importante, o que no se debieron implementar las medidas de búsqueda, pero, lo que de inmediato genera preguntas es por qué los naufragios de migrantes no causan las mismas reacciones, tanto de los medios como de las autoridades y la sociedad en general. Incluso, ahora se sabe que las víctimas de la implosión serán homenajeadas en los museos del Titanic y sus nombres añadidos a los de los muertos en 1912, ¿es realmente necesario?, ¿dónde están los homenajes y los museos para los migrantes, o a ellos sólo se les ve en las exposiciones del World Press para que algún foto periodista gane un premio, y ya?
Será que ya es tristemente común que barcos en el Mediterráneo y en otras zonas del mundo naufraguen repletos de migrantes. Dicen que a todo se acostumbra uno, y claro, de pronto la historia de un submarino perdido que se maneja con un control para videojuegos es mucho más novedosa que, otra vez, personas muriendo no por un viaje excéntrico, si no por necesidad.
Hablando de excentricidades, esta experiencia también debiera ponernos a pensar: ¿qué más necesita un millonario para sentirse vivo? Pueden pagarlo todo, han vivido cualquier cosa que arriesgan la vida en un submarino visiblemente mediocre para ver un montón de fierros viejos. La disparidad económica y social sigue asiendo daño y se presenta más evidente tras eventos como el de Titán, pero luego de que dicha novela ha concluido con la implosión del submarino, parece que todo se acabó y no aprendimos nada. Habrá que ver cuánto tiempo tarda en surgir la próxima atracción turística para ver los restos del Titanic y ahora también del Titán.