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El piso parejo no es una concesión graciosa
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El piso parejo no es una concesión graciosa

Las cartas sobre la mesa

Por Laura Cevallos     @cevalloslaura

 

PISO PAREJO… es el reclamo reiterativo de Marcelo Ebrard, en su cruzada por conseguir la candidatura de MORENA a la coordinación de la defensa de la 4T. Un imaginario con el que se propone llegarle al corazón de los simpatizantes de la Cuarta Transformación, aunque, si bien en la realidad suena bien, no tiene un origen real.

Que hoy un hombre pida piso parejo es tan vacío como cuando se dice que la justicia es igual para todos, lo cual no cierto. Se dice que es tiempo de mujeres, porque se oye bonito, pero en la realidad, no es muy agradable de digerir.

Roma, el ombligo de nuestras instituciones jurídicas que perviven a pesar de los muchos avances de la sociedad, nunca previó a la mujer como sujeta de derechos. Cuando era núbil era parte de la domus patriarcal; luego, era entregada a la domus del marido y, a falta de éste, al hijo mayor, y cuando sus desgracias eran muchas, entonces en vez de heredar sus bienes y destino, éstos pasaban a manos de la familia de su marido (suegro, cuñados). Era impensable una viuda emancipada. Esto nos demuestra que la mujer era parte de la masa hereditaria, junto con los esclavos y los animales domésticos. De aquellos tiempos, Cleopatra, la última gobernante de Egipto, les puso los pelos de punta al ser autónoma, señora y heredera de un reino de ensueño y que tuvo la “osadía” de ser la “amante de Julio César y Marco Antonio”, pasando a la historia como una mujer capaz de lo impensable para lograr sus objetivos, como una seductora y manipuladora. De entonces a acá, pocas mujeres tuvieron el mérito de gobernar sus reinos/naciones y si lo llegaban a hacer las tildaron de frías, de no haber más o mejores opciones, pero bien poco reconocimiento a su derecho de acceso al poder y a su labor.

¿Alguien podría pensar que Cleopatra tenía el “piso parejo” ante César Augusto? ¿o más modernamente, Mileva Marić ante Albert Einstein? Ni siquiera Marie Curie lo tenía, a pesar de que su inteligencia la llevó al segundo Nobel sin la ayuda de Pierre, pero las mujeres no andan pidiendo nada. Hacemos lo que hay que hacer para que las cosas sucedan. Leona Vicario o Josefa Ortiz; las adelitas y soldaderas no tuvieron piso parejo e igual, se lanzaron a hacer patria, sin exigir condiciones de igualdad y derechos, como miles de mujeres antes y después, pero volviendo a casa a atender a los hijos, a lavar la ropa, a cumplir con los roles que la sociedad decidió imponernos por eso de que somos las que parimos y, pues toca. Aún es posible encontrar mujeres que terminaron la secundaria o preparatoria como último nivel de estudios, porque el padre creía que era un desperdicio invertir en su educación, si al fin se iba a casar.

Las mujeres en México, a pesar de tener libre acceso a la escuela y podernos titular, también tenemos que abrirnos paso por méritos propios, y no es infrecuente que la gente crea que una mujer llegó a un puesto directivo o ejecutivo alto, porque su papá, esposo, novio, padrino, amante o su jefe se lo concedió a pesar de que no sabe hacer nada, o porque lo lograron siendo amantes de alguien. Y hay quienes escatiman que las mujeres tengamos autonomía e inteligencia propia como para poder aspirar cada vez a mejores puestos de mayor responsabilidad, porque seguramente necesitamos asesoría o aprobación de un hombre en la misma escala de poder. Sin embargo, es claro que no hemos tenido los mismos derechos al mismo tiempo. Las mujeres podemos votar hace apenas medio siglo y muchas no ejercieron el voto porque el marido no las dejaba salir a decidir, porque no sabían, porque eran mujeres que estaban en su casa.

Este sexenio se ha diferenciado justo en esto: en la paridad en los puestos del gabinete legal y ampliado y tuvimos muchas primeras veces: la primera Secretaria de Gobernación; la primera Secretaria de Hacienda; muchas gobernadoras de primera vez, la primera Secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana; las secretarias de Bienestar, Medio Ambiente, Energía, Economía (las tres titulares han sido mujeres); en las secretarías de Cultura, Educación Pública y también en el Conahcyt. Y sin embargo, aún hay quienes escatiman los puestos de muchas, cuestionando, por ejemplo, en el caso de Claudia Sheinbaum si su desenvolvimiento no se deberá a la cercanía con AMLO, como si dependiera de él. O más recientemente, el nombramiento de Luisa María Alcalde, en el que se duda no solo de su capacidad por edad, sino porque es, precisamente, mujer y que para ser bien vista ya necesita novio. Otra reciente y grotesca: a la maestra Delfina, gobernadora electa del Estado de México, atacada por su contrincante, le cuestionó su capacidad de gobernar porque NO TENÍA HIJOS. O sea, el cumplir con los roles hacen que una mujer se vea linda, que no busque trabajar fuera del ámbito hogareño, que sepa hornear, tejer y curar chipotes, y claro, que no ande de lenguaraz en la política, buscando mover el tablero donde los hombres siempre han estado tan cómodos en su elemento.

Y hay que decirlo. Porque ser mujer sí es una limitante para el crecimiento laboral de muchas. Ejemplo de otro ámbito: el poder judicial. Fue hasta fines de la presidencia del Ministro Zaldívar cuando se implementó el primer concurso para juezas de distrito, en que las condiciones con las que todas competían eran prácticamente iguales. ¿cómo? Ahí les va: un hombre que trabaja en un juzgado de distrito (casado o no), al terminar su jornada, puede acudir a sus cursos de actualización, quedarse en el juzgado a estudiar y, si tiene la suerte de obtener el nombramiento, tiene la libertad de cambiar de residencia, pues tiene la oportunidad de que su familia se quede en la ciudad previa, hasta que termine el ciclo escolar y evaluar si se cambian o no de entidad. Hay quienes pasan por varias entidades en tanto sus familias se quedan a esperar al juez que se convierte en magistrado y claro, el sueldo les permite tener una buena vida.

En contraste: una mujer que termina su jornada debe evaluar si se queda a estudiar o va por los hijos; tiene que pedir permiso para ir a juntas, festivales, enfermedad de los hijos (o los familiares). Puede sufrir de asuntos médicos como el síndrome premenstrual y todos esos detalles la hacen ver como un ser vulnerable y hormonal, en el que no se puede confiar por completo, y que tiene limitaciones en su tiempo y la movilidad. Si su inteligencia se alinea con la fortuna y resulta jueza, debe evaluar si es factible el cambio de entidad y se pueden estacar sin ascenso, porque su familia es primero. Y al volver a casa, muy jueza y muy brillante, (aunque tenga servicio), tiene que hacerse cargo de uniformes, comida, tareas, clases en la tarde… y en la arena laboral, luchar a codazos con otros u otras que desean ascender y es peor cuando sus habilidades y capacidades son disminuidas por ser emocional, muy gruñona, masculinizada, facilona y por eso ha ascendido, o es muy lo que sea para opacar los logros que ha adquirido. No, así no se tiene piso parejo.

Es tiempo de respetar el esfuerzo que todas hacemos por llegar, y hay que tener en cuenta que los contextos de muchas no han sido fáciles y que en la mitad de las ocasiones, ser mujer es la primera limitante con que nos encontramos para prosperar. Nadie nos ha regalado nada y participar en la vida pública de México: es nuestro derecho.

👉🏻Las opiniones vertidas en este espacio son responsabilidad de quién las emite y no necesariamente representan el punto de vista de SinLíneaMx.

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