Con la llegada de la 4ª Transformación ha quedado en abierta evidencia la forma en la que los sujetos que hoy conforman la oposición derrotada, han hecho política siempre. La constante en su desempeño ha sido la simulación y de esto sobran ejemplos que lo ilustran.
Uno de ellos muy claro, es el que nos presentan el discurso y actuación de los legisladores y miembros de partidos como el PAN en relación con su supuesta orientación feminista, que emergió como por arte de magia a partir de que se convirtieron en oposición, pero a la que nunca consideraron importante mientras fueron gobiernos, o cómplices de gobiernos priistas y perredistas.
Al contrario, siempre se han comportado con actitudes discriminatorias y hasta agresivas, en contra de la apertura y enfoque equitativo que la sociedad exige en relación con los distintos géneros, incluyendo el de la participación de las mujeres en la sociedad, a quienes uno de sus expresidentes, llamó lavadoras de dos patas, intentando hacerse el simpático, pero proyectando claramente su orientación ideológica hacia las mujeres; toda broma lleva algo de verdad.
De esta manera han estado permanente y obstinadamente, en contra de cualquier iniciativa que implique libertad de actuación en materia de matrimonio igualitario, sobre despenalización del aborto y hasta con relación a manifestaciones públicas de afecto, como lo plasman en legislaciones locales, prohibiendo hasta los besos en áreas públicas sin importar la orientación sexual de la pareja.
Cuando tomó posesión el actual gobierno, súbitamente todos estos clasistas conservadores, se enfundaron en el disfraz del feminismo discursivo, alentando manifestaciones públicas en la Ciudad de México para protestar contra el gobierno, exigiendo despenalización del aborto en una entidad donde está despenalizado hace años, o para exigir que cesen los feminicidios, como si la causa de la gran mayoría de ellos fuera provocada por instancias gubernamentales.
Pero los panistas no se detienen, simplemente en impulsar una protesta, sino que organizan y contratan individuos que las convierten en manifestaciones violentas, destructivas y riesgosas para el resto de los ciudadanos. Sus diputadas, senadoras y alcaldesas, azuzan vigorosamente a grupos de personas vestidos de negro, con el rostro cubierto, armados con martillos, marros, piolets, tubos y demás instrumentos peligrosos, que se dedican a dañar y destruir monumentos, semáforos, aparadores, a lesionar transeúntes y mujeres policías que solamente se colocan como protección del patrimonio, sin que exista una sola agresión en contras esas personas pagadas. Al final, los legisladores del PAN los aplauden y justifican.
Recientemente los diputados de Morena impulsaron el desafuero de un miembro de su propia bancada, por contar con elementos para suponer que había cometido abuso sexual en contra de un menor. Esto se llama congruencia. En ese momento todos los panistas vociferaron y apoyaron el proceso.
La semana pasada María José Velázquez Navarro, quien ya había denunciado el agravio sexual a su persona, acudió al Senado de la República a señalar nuevamente que el diputado panista Jorge Alberto Romero Vázquez de haber abusado sexualmente de ella.
En esta ocasión, las senadoras panistas más estridentes y activas cuando de gritar y lloriquear se trata, como Xochitl Gálvez, Kenia López y Lilly Téllez, no abrieron la boca ni para tomar aire. Su cultura de actuación es la simulación, que también es la madre de la hipocresía y de la incongruencia.
Como dijo el literato inglés William Hazlitt: “El único vicio que no puede ser perdonado, es el de la hipocresía. El arrepentimiento del hipócrita, es hipocresía en sí misma”.