Una característica básica del modelo capitalista, es el de presentar la problemática nacional, destazada.
Es una forma similar a la que cualquier comprador, puede ver en el supermercado, o la carnicería, al momento de adquirir los cortes que desea saborear cada día. En el refrigerador se encuentra la cabeza, el lomo, las vísceras, brazos, muslos, trasero y patas de un animal.
Si se intentara, se podría reconstruir imaginativamente al ser que caminó vivo, utilizando todas esas partes. Pero ese trabajo resultaría complicado, porque cada sección del cuerpo del animal, ha sido empacado y presentado de manera independiente. Por lo mismo, formar una imagen del todo, es difícil partiendo de partes que han dejado de tener una relación en común.
Es el juego de los estancos, donde cada situación y problema se atiende por separado, quedando desvinculado del “Todo”, que es la forma correcta que debe seguirse para interpretar la realidad. La interpretación dialéctica.
Ver el asunto en su conjunto y no únicamente situaciones particulares que al ser atendidas en forma independiente, jamás encuentran una solución integral y definitiva.
¿Por qué el modelo capitalista se empeña tanto en atender los problemas sociales de manera independiente?
La respuesta es sencilla. El modelo de explotación capitalista está podrido hasta la raíz.
Produce pobreza en la mayor parte de su población. Genera violencia y criminalidad. Niega garantías sociales básicas al sector trabajador. Impone un modelo educativo que tiene como fin el dominio de la mente ciudadana, utilizando los grandes medios de comunicación, al servicio de los poderes económicos y políticos.
Si la sociedad en un país capitalista adquiere conciencia de que lo que está fallando, no son algunas partes del “Todo”, sino el proyecto conservador en su conjunto, termina por impulsar un cambio revolucionario que tiene la finalidad de hacer caer al sistema plagado de corrupción, para suplirlo con un proyecto nacional democrático y justo.
Por ese motivo vimos en México, durante el periodo neoliberal, el nacimiento de instituciones, organismos, fiscalías, reguladores, procuradurías, comisiones y otras instancias más, ocupadas en resolver asuntos preocupantes para los mexicanos, en forma individual.
Lo importante era crear la idea de que todos estos problemas, carecían de relación entre sí. Que se trataba de situaciones diferentes, que requerían también atención diferente, según el caso.
No se ponía a la vista de la sociedad, el problema enorme que vivía México en su conjunto. De haberlo hecho, el pueblo hubiera exigido un cambio de rumbo desde hace varios años.
Dividir en problemas menores la decadencia de un sistema de control, ha sido tarea permanente de los grupos de poder conservadores.
Si hay violencia, se crea una procuraduría y listo. Si se violan derechos, una comisión y queda resuelto. Si hay desaparecidos, va de inmediato una fiscalía.
El aparato de Estado crea la imagen de “efectividad” que requiere, para mantener el control social. A todo da respuesta y existen las instancias de atención que pueden probarlo.
Con esto se ocultan las fallas propias de un sistema político-económico, que genera por todas partes, problemas sociales.
Se salva al sistema, culpando de su fracaso, a situaciones de carácter particular.
Ese “escudo” del capitalismo es viejo. Funciona aún, pero tiene límites.
Cuando la nave hace agua por todas partes, resulta imposible poner tapones a tanto agujero.
Eso fue lo que le sucedió a la clase conservadora en el 2018. El barco se hundía irremediablemente y el límite de seguridad que podía brindarles el “escudo”, resultaba insuficiente.
Por eso alcanza el triunfo el proyecto transformador del hoy presidente López Obrador.
Desde hacía bastante tiempo, López Obrador venía hablando de “fallas estructurales” en el proyecto neoliberal de la clase conservadora.
La respuesta a “Todos” los problemas del país, debía de darse de manera integral, poniendo en el centro de “Toda” solución, el combate a la corrupción.
Si se quería acabar con la violencia, el hambre, la desigualdad, la ignorancia, la falta de seguridad social, la impunidad, el clasismo y la desigualdad, entre muchos otros males, debía darse una batalla frontal en contra de la corrupción, en todos los espacios de la vida pública.
Se necesitaba entonces un gobierno honesto, honrado y con una formación HUMANISTA sólida.
Esa concepción integral del gran PROBLEMA nacional (no de los problemas que son parte de esa unidad), ha permitido destinar recursos, tiempo y capacidades, en un solo frente de batalla.
Y esto se hace de manera permanente, “barriendo” todo lo podrido que sale al paso. Trátese de quien se trate y afectando intereses que se consideraban intocables.
El sello de este gobierno, es la atención de las causas que originan el gran problema mexicano.
El sello del presidente López Obrador, ha sido el de ser firme en sus decisiones, sin hacer uso de la fuerza o de la violencia, como le piden reiteradamente sus adversarios y aún algunos que dicen defender banderas de izquierda.
La corrupción se combate a fondo, pero sin perder la calidad humana de quienes gobiernan y administran justicia.
Estamos en medio de una revolución PACÍFICA, que está dando resultados diariamente. Y el humanismo es el comportamiento que distingue a los verdaderos defensores de este proyecto.
Si la delincuencia organizada llegó hasta la presidencia de la república en el sexenio de Felipe Calderón, cuando un Secretario de Seguridad, estaba ligado a los cárteles del crimen y se mataban mexicanos sin saber en verdad si era una lucha de “buenos” contra “malos”, o enfrentamientos por el control del “negocio”, no podemos pedirle al gobierno de la Cuarta Transformación que siga con esa política de “balazos y más balazos”.
El combate a la corrupción, es la táctica de gobierno que sigue la Cuarta Transformación. El Humanismo, está incorporado en toda estrategia puesta en marcha para alcanzar ese fin.
A últimas fechas, vemos mucho movimiento en la derecha, descalificando ese humanismo que se niega a matar delincuentes y a rematar prisioneros.
Voces que se dicen molestas con el discurso de “Abrazos y No Balazos” del presidente. Partidarios de la mano dura, o al menos de un silencio que oculte la cara “humana” de este gobierno.
Incluso gente pretendidamente de “izquierda”, señala que esa postura es inadecuada y “da de qué hablar”.
La Revolución de las Conciencias que se da al interior de la Cuarta Transformación tiene como fin, dejar de lado esa mentalidad que aboga por las soluciones fáciles y espectaculares. Hoy pretendemos recuperar valores perdidos u olvidados.
El respeto a la vida, es elemental dentro de una sociedad sana.
Y eso no significa debilidad. Por el contrario. Es síntoma de buena salud y equilibrio emocional.
Esos mismos que le piden al presidente que ataque militarmente a la delincuencia, se oponen al uso del derecho de réplica de López Obrador, para desenmascarar al periodismo y a los periodistas corruptos.
Por un lado piden mano dura, contra un sector del pueblo que ha delinquido, pero que siendo de extracción humilde, carece de renombre y prestigio.
Por el otro, defienden a delincuentes corruptos de renombre y con fortunas considerables, a los que, según ellos, no conviene atacar tanto, porque “se ve mal”
De la derecha, se entienden todos esos señalamientos. Es una defensa que se hace entre corruptos.
Pero ese sector de pretendida izquierda, pone en evidencia su falta de conocimiento sobre las bases en que está fundada la Cuarta Transformación.
Ojalá sean un poquito más dialécticos. Que defiendan verdaderas posiciones de izquierda, dejando de lado posturas que son parte de una cultura que va de salida y que los hace ver como reaccionarios involuntarios, o infiltrados voluntarios.
Pero eso es asunto de ellos
El Pueblo de México, va unido y de la mano con un proyecto transformador, impulsado por el mejor presidente que ha tenido México en las últimas década.
Humanismo sí. Ataque frontal a la corrupción también, desenmascarando y poniendo nombre a las cosas y a los infractores. Justicia, sin violencia.
Esa es la ruta sana, que identifica a este Movimiento de Cambio.
Malthus Gamba