Nietecitos queridos, espero que hayan pasado los días de fin de año e inicio del presente de la mejor y más disfrutable manera.
Como les comentaba en la anterior columna del 19 de diciembre, la terminología neoliberal da enormes pistas sobre su plan, sentido y contenido. Hablan de “crecimiento” en abstracto sin relacionarlo con el bienestar común, por ejemplo, o hablan de “empleo” como generosa dádiva y no como el sentido servil y esclavista que tiene en realidad en su esquema, donde no es más que el robo del tiempo, la fuerza y el ingenio del empleado, transformándolos en confort, posesión y poder para el empleador. El pequeño comerciante, el pequeño y mediano empresario, son más sensibles a esos temas porque, por lo común, luchan a brazo partido en sus proyectos, hombro con hombro con los que los ayudan en ellos y hay más cercanía con sus colaboradores y, por tanto, mayor empatía. Las acciones comunitarias se ven menos contaminadas por estas relaciones tóxicas como muestran tantas cooperativas comunitarias que pueblan todo el territorio nacional y que sufren los embates, la agresión y la violencia de las grandes empresas de carácter neoliberal que, como su nombre lo indica, su único objetivo es que no haya más regulación que la que otorgue su dinero y poder acumulados.
Sobre esa base, mandan a sus voceros a escribir largos análisis, que son más bien diatribas, para demostrar que, lo que todos estamos viendo en la realidad que va mejorando, en su imaginación está empeorando. Para ello utilizan cifras, parámetros y terminología que ellos mismos han creado, con las que miden sus propios avances en su propio proyecto, y quieren aplicarlas apriorísticamente a un proyecto muy diferente.
También se apropian de conceptos que no son neoliberales y que ellos quieren hace pasar como producto de su ingenio. Desarrollo, sustentabilidad, libertad, son algunos de estos últimos. Eso es muy curioso, porque son términos que solo les interesan si son beneficiosos para sí mismos.
Hablemos, para ejemplificar, de comercio y libre comercio, términos viejos que, resulta, ahora dicen los neoliberales que los inventaron. El comercio activo interregional es, y siempre ha sido, una extraordinaria herramienta de desarrollo humano y de salud, así como de intercambio de ideas, cultura y aprovechamiento de los recursos propios de un sitio. El libre comercio es una bendición, mientras no caiga en manos de enfermos de codicia (la codicia es una enfermedad destructora, progresiva y genocida), que desvirtúan sus beneficios pervirtiéndola para alimentar la insaciable voracidad de unos pocos. No es un invento neoliberal. No es propio de esa ideología. Un ejemplo: El acceso a una dieta variada todo el año estimula una buena salud y longevidad y no las farmacéuticas, como nos quieren hacer creer. La primera depende del comercio, la segunda, se ha convertido en parasitaria de ese comercio. No quiero pretender que la química farmacéutica carezca de valor, mucho menos la medicina, solo señalo que esa industria vive de “productos milagro” que se venden sin receta ni límites tratando padecimientos, muchos de los cuales ni la requieren y generando adictos a analgésicos y opioides entre otras lindezas.
El libre comercio es, en sí, muy benéfico, pero es utilizado perversamente por las mentes neoliberales, forzando la sobreproducción en un lugar, o inhibiéndola en otro lado, o produciendo algo más barato en otro lado explotando trabajadores y arruinando a otros trabajadores. Todo en pos de la ganancia.
Todo lo que se haga en la inteligencia de que favorecer a toda la sociedad es favorecer a cada uno de sus individuos, choca contra la torpeza de la concepción neoliberal que privilegia la satisfacción inmediata del individuo aun a costa del grupo, la sociedad, el entorno, la ecología y lo que sea. Es una ideología que no rebasa la edad mental de cinco años “¡Quiero, quiero, quiero!” exclama el inmaduro neoliberal sin la más mínima reflexión sobre la consecuencia de satisfacerse. Arrebatar el dulce antes que compartirlo.
Lo hilarante es cuando, para apoyar sus teorías y opiniones sin sustento, te citan las propias fuentes creadas por ellos para medir sus propios objetivos. Te envían artículos del Wall Street Journal, “análisis” de las “calificadores” (que son entes chupasangre y carentes de ética que especulan con acciones y créditos), sus “periodistas” adictos al “chayote” (escribir por encargo a cambio de dinero) y otras totalmente desgastadas y desprestigiadas fuentes que se parapetan detrás de sus propios paradigmas insostenibles. “Crecimiento”, factibilidad crediticia, reportes financieros y toda clase de basura de una estructura paraeconómica que existe para darle “bases teóricas” al saqueo, la desigualdad, la destrucción social y ecológica y para mantener a ese niño herido, insaciable y berrinchudo que gime en su interior, que requiere más dinero y más poder para llenar un vacío interno infinito.
Un hoyo, decían los clásicos, es lo que mientras más le quitas, más grande se hace.