Textos y Contextos
Por: Miguel Alejandro Rivera
@MiguelAleRivera
El pasado lunes, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, publicó un decreto en el Diario Oficial de la Federación mediante el cual declaró como temas de seguridad nacional la realización de proyectos y obras emblemáticas de infraestructura de su gobierno, tales como el Tren Maya, el Aeropuerto Felipe Ángeles, la Refinería de Dos Bocas, Tabas, entre otros que abarcan los sectores de comunicaciones, telecomunicaciones, aduanero, fronterizo, hidráulico, hídrico, medio ambiente, turístico, salud, vías férreas, ferrocarriles en todas sus modalidades energético, puertos, aeropuertos, etcétera.
Como era de esperarse, surgieron voces detractoras al gobierno federal que criticaron la medida, una de ellas la de Denise Dresser, quien declaró en su cuenta de Twitter: “Nos acaban de dar un golpe de Estado. El decretazo presidencial implica rendición del poder civil ante el poder militar. Para proteger/perpetuar su visión, AMLO institucionaliza co-gobierno con las fuerzas armadas. Y será un gobierno más opaco, más discrecional, menos democrático”.
El asegurar que el propio presidente de México orquestó un golpe de Estado, desató críticas, burlas e incluso la respuesta del mismo mandatario, quien dijo: “Ella sostiene que di un golpe de estado, ya no soy Andrés Manuel, ya soy Augusto, ¡no se midió, y es académica!, da clases en el ITAM, debe cobrar un dineral, pobres muchachos”.
En este contexto será importante definir entonces qué sí es un golpe de Estado, lo cual haremos desde las definiciones encontradas en el Diccionario de Política de Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino.
A diferencia de la guerrilla o de la guerra revolucionaria, cuyo primer objetivo es el debilitar hasta aniquilar o dispersar las fuerzas armadas o de policía al servicio del Estado, explican los autores, “el golpe de Estado se lleva a cabo no sólo a través de funcionarios del mismo Estado (…) si no también usando elementos que forman parte del aparato del Estado. Esta característica diferencia también al golpe de Estado del levantamiento, entendido como insurrección no organizada, que tiene muy pocas o ninguna posibilidad de lograr el éxito en el intento de derrocar a la autoridad política del Estado moderno”.
Ya de inicio, podemos inferir que la misma autoridad política no puede derrocarse a sí misma, por lo que el juicio de Dresser es erróneo, pero esto se fundamenta aún más cuando Bobbio y compañía citan a Curzio Malaparte, quien había destacado ya en 1931, en su libro, Técnica del golpe de Estado, que “atacar las cedes del parlamento o de los ministerios hoy en día no es más que una ingenuidad. Si esto puede llegar a ser una tarea final, más que nada simbólica para coronar el éxito del golpe de Estado; el primer objetivo es ocupar y controlar los centros del poder tecnológico del Estado, como la red de telecomunicaciones, la radio, la televisión, las centrales eléctricas, las estaciones ferroviarias y las intersecciones de caminos; esto permitirá, adueñarse de los órganos del poder político. Justamente esta característica indiscutible del golpe de Estado, nos vuelve a poder ante el interrogante de quienes pueden ser los protagonistas actuales de este fenómeno”.
Cómo entonces podría un decreto como el del presidente, que fortalece a las propias instituciones e infraestructura del Estado, ser un golpe al Estado mismo; además, en el Congreso, el poder que tiene Morena fue otorgado por el electorado, no por el mandatario federal.
Pero se puede seguir dando más información para dejar claro el asunto. Dado que le primer objetivo en la estrategia del golpe de Estado es la conquista de los centros tecnológicos del aparato estatal, para tener éxito en el intento, añade la definición del Diccionario referenciado anteriormente, “es necesario que aquellas fuerzas sean debilitadas (…) en este orden de ideas, para Edward Luttwak, el golpe de Estado consistiría en la infiltración en un sector limitado pero crítico del aparato estatal en su empleo, con el fin de sustraer al gobierno el control de los restantes sectores”.
“El mismo Luttwak asegura que en la actualidad no existe golpe de Estado sin la participación activa de al menos un grupo militar o la neutralidad-complicidad de todas las fuerzas armadas. Asimismo, añade Bobbio que, el golpe de Estado implica la instauración de un nuevo poder que impondrá a su vez, su propia legalidad; son estas razones por las cuales el derecho internacional, el gobierno surgido de un Golpe de Estado debe pedir un nuevo reconocimiento a los demás estados”, algo que sí debió suceder, por ejemplo, cuando un grupo de militares se aliaron con Jeanine Añéz para quitar el poder en 2019 a Evo Morales, ex presidente de Bolivia.
Según Dresser, el decreto del presidente da un “cheque en blanco” a las fuerzas armadas para las licitaciones y el trabajo en los megaproyectos, pero es el propio Ejecutivo el que fortalece sus capacidades a fin de evitar amparos, no son de suyo los sectores militares quienes se empoderan en esta situación; es decir, y en conclusión, algo de razón tiene el mandatario mexicano cuando se sorprende de cómo una académica del ITAM expresa ciertas ideas sin reflexión alguna.