Desde que los neoliberales asaltaron el gobierno de México (Salinas NO GANÓ su elección), los doctores en Administración y Finanzas se volvieron legisladores y pervirtieron el Estado de Derecho, haciendo leyes para su beneficio y planes a futuro. El Derecho se volvió chueco, como ya ha sido denunciado por el Presidente Andrés Manuel López Obrador con toda razón.
Para servir a la globalidad, los doctores neoliberales impusieron una mezcolanza convenenciera de parches constitucionales, leyes y normas que hicieron aprobar y aceptar a base de dinero y presiones.
Los tecnócratas empezaron a meter en la Constitución artículos, en apariencia explicativos (como teóricamente debe ser la ley orgánica respectiva), que encerraban argucias para facilitar los saqueos y dificultar su posible derogación por un nuevo emperador contrario a sus planes transexenales.
Como los cambios constitucionales sólo pueden aprobarse con 2/3 de las Cámaras, calcularon la imposibilidad de hacerlos, promoviendo la proliferación de partidos políticos para aparentar “apertura democrática”. Un entramado digno de Rasputín en sus mejores tiempos, que hoy, en un nuevo régimen, se está viendo funcionar.
Los estudiosos de la Ley -como el Sanedrín que toleró injusticias contra Jesucristo- se plegaron dócilmente a los dictados de los nuevos emperadores y desde sus colegios o institutos de estudios no hubo una sola voz discordante que denunciara la perversión del Derecho que se estaba realizando en aras del globalismo. Quizás hubo alguno por ahí perdido, pero la gran mayoría entró al coro de la corrupción imperante.
“Los legisladores hacen las leyes” fue el pretexto de la tecnocracia para justificar la perversión del Derecho y su esencia filosófica (“el arte de lo bueno y lo justo”). Como los legisladores eran de chile, dulce y manteca, todos se igualaban con billetes y prebendas. Sólo daban una maquillada de “técnica legislativa” y lo malo se hacía bueno para su promulgación.
Así se permitió que los doctores en administración y finanzas ignoraran el principio jurídico de que “no hay amparo para el abuso del Derecho”. Lo malo fue que ningún abogado lo advirtió o, peor aún, le dieron maromas para complacer a los nuevos poderosos. Por eso hoy se ve el absurdo de amparos que protegen delitos y delincuentes, y obligan a los fiscales a revelar sus investigaciones en curso para dar tiempo a fugas salvadoras de los posibles acusados.
“El que hace la ley, arma la trampa”, aclararon algunos estudiosos o doctores en Derecho en explicación de los problemas de exenciones de responsabilidad que empezaron a proliferar en la procuración de justicia, a medida que crecía la criminalidad y la impunidad que parecía su hermana siamesa.
Delito e impunidad resultaron inseparables en el nuevo Estado de Derecho neoliberal de los doctores en administración y finanzas gobernantes de México y sólo se decía “el que hace la ley arma la trampa”.
Hoy que se pretende un cambio de paradigma gubernativo, con el fin de desarmar todo el andamiaje construido para saquear y repartir a México en pedacitos, pedazos y pedazotes, habrá que empezar por reformar ese supuesto “Concejo de Sabios de la Ley”, resguardado en un Poder Judicial corrompido y servil a sus padrinazgos, para luego dejar que el pueblo decida, en elecciones, deshacerse de partidos y autoridades electorales viciadas, que resultan anacrónicos en la nueva Democracia que aún tiene los grilletes neoliberales.
El fraude lo destruye todo (Lord Denning en el caso Lazarus Estate limited vs. Beasley), citado en Estatuto de la Corte Internacional de Justicia.
Por @Migueliz8