El cartel de los “intelectuales”
Por: Rafael Redondo
@redondo_rafa
Todo régimen, forma de gobierno o de organización de un grupo social, tiene un andamiaje ideológico que lo sustenta. Hasta regímenes totalitarios, necesitan un discurso, poseen su propia inteligencia, como los nazis en Alemania quienes lograron reunir a un grupo robusto de científicos, muchos de ellos, con habilidades sobresalientes, y quienes se alineaban al régimen, por convicción o por supervivencia personal.
Deteniéndonos en que, existieron dentro del sistema fascista personajes que, pese a poseer una inteligencia probada, estaban convencidos en la existencia de razas superiores, del sectarismo, del uso de la fuerza para conseguir el orden social, de realizar experimentos con seres humanos, de una moral rígida, pero que, encontraba justificaciones para realizar exterminios; es decir, la inteligencia no exenta a las personas, de vivir atrapados en las ideas, y no en la realidad.
Se puede poseer una refinada inteligencia, comulgar con una ideología rústica, y además, fingir honorabilidad.
Hay personas con un promedio alto en su capacidad racional y aferrados a ideas fijas que, desconocen, aniquilan todo pragmatismo y por si fuera poco, son muy hábiles para, por lo menos, intentar jugar en dos pistas: conducirse como ejemplos de honestidad, sin dar a conocer sus intenciones perversas. Así como un rostro hermoso suele conducir al desbordamiento del ego, a la arrogancia, una inteligencia refinada suele conducir al desbordamiento del ego, y a la arrogancia. Aunque el uno asegure del otro, de él o de ella, que es un guapo, pero tonto, el otro dirá, es listo pero feo. Ambos personajes esconden un cúmulo de inseguridades, es evidente. Para los propósitos de este texto diremos que, son dos veredas para llegar al mismo punto: el desbordamiento del ego y la arrogancia.
Durante este sexenio, hemos sido, y seguimos siendo testigos de cómo personajes que, poseen una inteligencia respetable, que han logrado grados académicos interesantes, y contrario a lo que puede pensarse, viven aferrados a sus ideas fijas, inamovibles o a su feroz deseo por mantener privilegios logrados, situación que, los ha llevado a caer hasta el fango en editoriales, comentarios, expresiones en sus redes sociales o conductas, en las que defienden la ilegalidad, los actos reprobables y deplorables; conduciéndose desde la clara hipocresía, el doble discurso, la doble moral y ni su inteligencia o grados académicos, les proporcionan una mirada de 360° para darse cuenta de que, van rumbo hacia el desprestigio.
Se pueden defender ideologías y privilegios; pero, hacerlo desde “lo oscurito” agrava su posicionamiento ya de por sí, bastante rudimentario. En estas circunstancias, se encuentran desde Jorge Volpi, hasta Jorge Castañeda, pasando por Carmen Aristegui y Vicente Fox.
Durante una transmisión del programa “Es la hora de opinar”, de Televisa, Jorge Castañeda, no sólo un férreo opositor al régimen obradorista, sino también, un personaje que intentó, y nunca logró, una candidatura presidencial; aunque eso sí, mantiene una relación estrecha con personajes bastante cuestionables en sus ejercicios públicos. Bueno, Castañeda dijo y cito: “…la otra parte, que no hay todavía, la complementa, es o en mi opinión, pero a lo mejor no lo quieren hacer, no sé, es la guerra sucia, pero sucia en serio contra Claudia… parece lógico… el manual horita (sic) es go negative contra Claudia, no con López Obrador, o también con López Obrador… con investigación de oposición, con chismes, con todo…” En televisión abierta, este hombre, además, catedrático en alguna universidad estadounidense, habla del manual que, según él, indica optar por la guerra sucia que, por lo menos, debería ser un acto despreciable sino hasta ilegal. Con todo y su muy posible justificación, este hombre le abre un espacio, es permisivo con la guerra de mentirs, chismes, noticias falsas. Estos son los personajes que, por otro lado, hablan continuamente de la defensa de la legalidad, de la democracia, y de la libertad. Quienes critican un día sí y otro también, a López Obrador por populista, por dictador. Este invitado es, por cierto, uno de los preferidos de Leo Zuckermann (quien no entra dentro de la categoría personajes con inteligencia sobresaliente. Perdón, pero eso queda muy claro). Estos son los autonombrados estandartes de la justicia: la vieja y reprobable forma de hacer política que, cínicamente, se atreven a satanizar al obradorismo.
Luego, otro personaje que, definitivamente, no entra en la categoría de personajes con inteligencia sobresaliente. Por el contrario, muchos tenemos dudas sobre su salud mental. Se trata de Vicente Fox. Pese a sus carencias, es un expresidente y está obligado a moderar las formas. Fox dice dirigiéndose a Claudia Sheinbaum: “…tienes que deslindarte de este corrupto presidente que tenemos Claudia, nos seas imita-monos, no seas calca, tú no vas a ser presidenta, no tienes las calificaciones, no tienes la honestidad, el comportamiento y la verdad que se requiere para ser presidente… naciste en la cuna de un corrupto que se llama López Obrador… retírate de la contienda y déjanos a los mexicanos construir el país que todos aspiramos…”
De entrada, él dice, sigue aspirando a un México que aún no existe. Con ello, él mismo anula y descalifica su paso por la presidencia, porque, si según él, el país sigue mal, ¿que hizo entonces Vicente Fox para que consiguiéramos todos el tan anhelado país y que no hemos conseguido? Lo más grave de este hombre, es tratar como a un pelele a una candidata mujer, a quien ya antes, llamó judía, utilizando el gentilicio, como insulto.
Personalmente, no me gusta utilizar el término machista. Prefiero utilizar misógino, porque considero más inteligente hacerme un lado de este discurso donde prevalece la dicotomía, hombres versus mujeres, y machista, es un término que remite directamente a este discurso que, considero reduccionista. El caso es que, los comentarios de Vicente Fox hacia Claudia Sheinbaum, han ido de la xenofobia, a la misoginia.
Pero, no es el único quien considera que Claudia, es un títere de López Obrador, y en estos pronunciamientos misóginos, también hay mujeres (por eso no uso el término machista, justamente) pues estos comentarios, los dijo, otra mujer que, se ha jugado como paladina del periodismo libre, y, sobre todo, riguroso. Aunque ya conocemos su reportaje “La fábrica de chocolate”, tan malo que, bien lo pudo firmar Loret de Mola. Carmen Aristegui, dijo refiriéndose a Claudia Sheinbaum, escudándose detrás del “filo crítico” en los medios, así lo dijo ella, mencionando claro, que habló con alumnos de Harvard (había que acariciar el ego) y cito: “si López Obrador hace mu, Claudia dice mu”. Imitando el sonido de una vaca.
Según Carmen Aristegui, hay muchas cosas que reconstruir en México y tiene razón, una de esas cosas, es reconstruir a los medios de comunicación y a sus personajes. Debo también decir que, Carmen Aristegui, se disculpó.
Toca el turno a Jorge Volpi. Yo sé de la existencia de Volpi en las letras mexicanas desde hace años, pues, una vez, a una amiga francesa le recomendaron leer “En busca de Klingsor” para agilizar su español. Dejó la novela olvidada en la casa, quizá dos meses. Aproveché para leerla y también, debo confesar que, efectivamente, el manejo del idioma de Volpi, es muy terso y resulta útil para alguien que está aprendiendo español; pero, también debo decir que, no me causó gran impacto la historia. Apreciación muy personal.
Cuando Ciro Gómez Leyva entrevistó a Claudia Sheinbaum y utilizó como referencia a Volpi para, sutilmente, decirle que es un títere de López Obrador, entonces, me fui a leer algunos artículos de Volpi, quien se asume como un personaje de izquierda, aunque curiosamente, escribe en un periódico, no solo de derecha, sino, un medio de comunicación que se ha dedicado, todo el sexenio y seguramente desde antes, a hacer propaganda utilizando las mentiras menos creativas, otra vez, a un nivel tan burdo como el de Loret de Mola. Eso, ¿no le causa escozor a alguien que se cree un personaje de la izquierda? Antes de criticar a nadie, debería tener capacidad de autocrítica, creo yo.
Leí varios de sus textos en El País, AM, otras plataformas más y, sinceramente, me sorprendió con enorme desencanto que, escribe desde un mundo novelístico y desde ahí, lanza sus críticas políticas: acusaciones sin cifras, sin datos, sin ningún rigor de nada, solo el del lenguaje, claro. Reclama reforma a la justicia mexicana, pero no toca al responsable real, el Poder Judicial. Habla del caos producto de la violencia, pero no menciona a García Luna, ni al origen de la vorágine de violencia y menos menciona, la relación que tiene en este asunto, Estados Unidos. Pareciera que, la creación de la humanidad sucedió con la llegada de AMLO a la presidencia. Antes, solo existía el vacío. Reclama la traición de AMLO contra la izquierda, pero sus silogismos parten de una visión de derecha. Compara a la sucesión de Cárdenas con la de López Obrador, cuando un momento y otro, no tienen ya ninguna relación real. Acaba con Claudia, pero a Xóchitl, hasta la enaltece, cuando pone al mismo nivel tanto a Claudia como a Xóchitl. De verdad, sus artículos más allá de un lenguaje terso, no exquisito, transitan en el nivel de la metáfora mal lograda, la palabrería, la propaganda poética, ningún toque con el piso, y peor, misoginia tácita, viniendo de alguien que, se asume como militante de izquierda.
Revisemos:
1) El poder: dice Volpi, y cito, “A nadie le gusta abandonar el poder. (¿A Volpi sí?)… La historia de la humanidad, es la historia -casi siempre turbia y a veces, trágica- de cómo quienes se han impuesto (Una elección y los niveles de aprobación del presidente actual, ¿surgen de una imposición?) sobre los demás, han intentado hasta el último aliento, evitar ceder el lugar a otros. Salvo con algunas excepciones (no dice cuáles) emperadores, reyes y soberanos, se han negado a abdicar, y han preferido mantenerse en su trono hasta su decrepitud y su muerte”. Muy lindo texto, un contenido retacado de huecos.
Otra cita, mismo tópico, mismo autor: “Como el anciano Lear (Shakespeare) durante sus últimos años, apenas hizo otra cosa que anunciar su próximo retiro esperando que, cada uno de sus vástagos (menciona a los entonces, aspirantes a la candidatura por Morena) le demostrase su fidelidad sin condiciones”.
Volpi asegura que AMLO, es un ambicioso de poder, y dejará en el poder a un títere; es decir, según Volpi, estamos en el umbral de otro Maximato, pero recargado. Además, cierra la puerta al análisis, puesto que, dice, no se salva nadie que llegue al poder, de la ambición al poder. Pues ya que alguien apague la luz, y todos a nuestra casa.
Primero, Shakespeare no nos dice cómo llegó Lear al poder, pero, seguramente lo hizo como todas las líneas dinásticas europeas: ganó una guerra, funda una casa monárquica, tan-tán. No recuerdo a ningún rey, príncipe, presidente, canciller, primer ministro, ni europeo, ni estadounidense, llegando al poder desde la lucha social, ni viviendo con un sueldo, muy modesto para el nivel del cargo. Esa teoría de la conspiración, que habla sobre un tesoro oculto de López Obrador, es buena anécdota, pero para un cuento chafa, no para la crítica política. Equiparar a AMLO con Lear, es tan bobo como equiparar a Xóchitl Gálvez con Lucía Méndez, sólo porque ambas salen en la tele. No sé de cuántos líderes mundiales tenga registro Volpi, quienes vayan a visitar los rincones más pobres de un país durante todo un sexenio, de algún monarca que no viva rodeado de galones de vino tinto, caviar, foie gras, champaña, fiestas ostentosas, un Air Force 1 a la puerta, ropa comprada en la Avenue Montaigne de París, autos de lujo, hijos juniors que sean amigos de Luis Miguel, un séquito de guaruras, etcétera. ¿Cómo será el gobernante ideal para Volpi?
Volpi, ocupado seguramente en acomodar alguna foto en su pequeño cubículo, no ha salido a la calle a hablar con gente, y enterarse cómo esa gente, se ha empoderado. El poder que Volpi le recrimina, restriega y reclama a AMLO, seguramente lo ve en los abrigos baratos que, usa el presidente en las Mañaneras, con la peculiaridad de que, el novelista, los convierte en los mismos abrigos que usa Felipe de España. Su visión tan limitada, por literaria, no le ha dado la capacidad para encontrar ese poder en la realidad, el que está distribuido en la gente del sur y del sureste de México, por ejemplo, la que, por primera vez en siglos, se siente tomada en cuenta.
Ese poder, está en los ancianos que, al menos, hoy pueden comprar 1 kg de tortillas y frijoles todos los días, para comer durante uno o dos meses. El poder, está en las personas morenas que, ya, por lo menos, empiezan a no sentirse ofendidas por serlo, que ya no se creen el cuento de que el blanco es superior, es rico, es inteligente. Lo peor que puede padecer un ser humano, es la carencia de dignidad. El hambre, te obliga a comer mierda. La ausencia de dignidad te convierte en la mierda. Ahí está el poder de López Obrador, en las manos de la gente que inicia un camino para lograr obtener al menos, un poco de dignidad, gente que, Volpi obviamente, no conoce, o no le importa, esa, es la pelusa, él se ocupa solamente de asuntos trascendentales, como referencias a grandes escritores, historias de grandes monarcas, momentos importantes de la Historia, aunque seleccionados arbitrariamente y científicos perseguidos por un régimen.
Incluso, ese poder con el que, según Volpi, López Obrador se acaricia las manos, se vanagloria todas las tardes en Palacio Nacional, (ya sabemos que el presidente se la vive rascándose la panza día y noche), está en algunos empresarios que, saben incrementadas sus ganancias y fortunas. Si no entendemos esto, no entendemos los niveles de aprobación del presidente. Si el poder de López Obrador estuviera acotada a una historia novelada, y no en la acción, en la vida práctica, no idílica, sería imposible conservar niveles tan altos de aprobación durante todo un sexenio. Por otro lado, el deseo de continuidad del proyecto obradorista, no es solo la misión de toda una vida para López Obrador. El deseo de continuidad del proyecto obradorista, le pertenece a la gente. Eso nos explica los números de Claudia en las encuestas, antes de iniciada la campaña. Si Volpi no toma esa variable en cuenta, a la gente real, está infiriendo estupidez en esa gente que, es solamente víctima de una retórica.
Personalmente, nací en una familia racista al extremo: si los rozaba una piel morena, venía el asco como acto reflejo. Evidentemente, a mí, eso, me parece reprobable. Desde mi óptica, el lastre más grande de México no ha sido, ni siquiera el Neoliberalismo. Hay algo mucho peor: una conquista no superada. Entrarle a ese toro, es obligación de un proyecto de izquierda, progresista, humanista o cómo le quieran llamar.
Durante 500 años, México ha vivido de acuerdo con la metáfora que nos narra El Zócalo de la Ciudad de México: una flamante iglesia europea, pisoteando a otra civilización, en muchos casos, superior a la europea. El gran tesoro de México no está en Monterrey, sino en el centro-sur y su historia milenaria. En algún momento, me provocaban mofa aquellos amigos quienes, iban a buscar la paz espiritual a la India, hasta que entendí que, la India, no tiene que utilizar la arqueología para reencontrarse con su pasado milenario, y su espiritualidad porque lo sigue viviendo. Los mexicanos, recurrimos a la arqueología para reencontrarnos, no con las ciudades perdidas mayas, sino con el hombre mixteco que está en el mercado de la zona, con la mujer wixárika que tiene un negocio donde comemos tamales, con el niño maya que nos encontramos correteando por las playas de Cancún o de Tulum. Si asumiéramos nuestra identidad real, no la aspiracional, no necesitaríamos ir hasta la India para conectar con la elevada espiritualidad y sobre todo, conciencia comunitaria de los grupos originales de México quienes, ahí están, frente a nosotros, pero, los despreciamos. Es decir, no queremos asumir nuestro origen mestizo, no importa si somos descendientes de foráneos. Ya sea que hayamos nacido o vivido en México, sabemos el significado del maíz y del chile. Sin embargo, preferimos mantener en una incógnita la identidad de nuestra madre, porque ante nuestros ojos, nuestro padre nos parece más honorable, y así, vivimos en la penuria de la orfandad, por elección propia. AMLO puso el dedo en esa llaga como nadie, nadie, lo hizo antes. Ahí está el poder que AMLO, según Volpi, no quiere soltar, por un perverso deseo de poder.
Lo peor viene cuando Volpi, dice, refiriéndose a Claudia y a Xóchitl, y cito: “Antes de enfrentarse entre sí, deberían combatir la inercia autoritaria, machista y mojigata de sus respectivos pa-tro-ci-na-do-res.
2) Las mujeres: equidad significa, igualdad sin importar el género. No señalar aciertos o errores a un homosexual en su actividad profesional, debido a su homosexualidad, es sectarismo. No señalar aciertos o errores en su actividad profesional a una mujer, porque es mujer, es misoginia tácita.
Volpi en algún momento, equipara la experiencia de Claudia, con la de Xóchitl, sólo porque, son mujeres. Perdón, la experiencia de Claudia, no tiene nada que ver con la de Xóchitl. De entrada, Claudia nunca ha sido empresaria. Según Volpi, defender a las mujeres, es ponerlas en un ghetto, y que ellas se arreglen entre ellas, solas. Juntas, por el simple hecho de ser mujeres, están al mismo nivel. Tanto en Morena, como los otros partidos, hay también mujeres que trabajan a la par de hombres. En el gobierno federal, hay tres secretarías, Seguridad, Gobernación y Relaciones Exteriores, dirigidas por mujeres quienes, trabajan a la par de los hombres. Su cita, me recordó a un campamento que hice cuando era niño, y el coach, no permitió que las mujeres se montaran a un caballo, porque dijo, las mujeres podían perder su virtud. Ellas, dijo, que hagan de comer. Para Volpi, ¿Todos los hombres somos iguales, por el simple hecho de ser hombres y debemos arreglarnos solamente entre nosotros? Lo del patrocinio, ya es irse hasta el borde del barranco. Desconoce la historia, trayectoria de vida y el trabajo de amabas, y resume su aparición en una boleta, a un patrocinio masculino.
Seguramente lo mismo piensa Volpi de los homosexuales, de los trans, de los indígenas, de los afrodescendientes: ellos, que se arreglen entre ellos, todos los gays y todos los trans, y todos los indígenas, y todos los afrodescendientes, son iguales, y como no tienen, ni historia propia, ni méritos propios, ¡Hey! ¿alguien que los patrocine?
Me gustaría saber qué opinaría un empresario, académico o artista exitoso y homosexual, si Volpi lo comparara con Wendy Guevara, sólo porque ambos, son homosexuales. Así, no es la realidad, ni la defensa de nadie, y menos, la equidad. Desde luego, tampoco son ideas de alguien que dice, comulgar con una ideología de izquierda.
Claudia conoció al AMLO luchador social, precisamente en la lucha social. Logró un doctorado, una secretaría de medio ambiente, la jefatura de gobierno de la Ciudad de México. Claudia, participó en una investigación colectiva que ganó un premio Nobel. Sinceramente me parece detestable tener que recordar la vida profesional de una persona, vida profesional que mucha gente conoce, para satisfacer las insulsas conclusiones de un novelista; pero, parece que es necesario hacerlo. Con toda la chapuza que pudiera haber existido en el proceso interno de Morena, lo cierto es que, Claudia ganó y la gente la apoya. El coincidir en un proyecto, y eso es cierto, AMLO coincide mucho con Claudia, quizá porque ambos surgen de la lucha social y seguramente, por afectos personales, nada que deba reprobarse, Volpi lo equipara a sumisión. Es decir, para Volpi, continuidad, es sinónimo de sumisión. Para Volpi, ¿Sheinbaum está obligada a derrumbar el edificio, vender el terreno y comenzar de cero, para que él quede satisfecho? Al final, el voto de Volpi, vale lo mismo que el mío. No más. Pero, ¿Dónde deja Volpi al deseo de la gente de la calle? La gente, para él, no cuenta. Así de simplista y lejano a cualquier ideología de compromiso con “el otro”, es la ideología de Volpi.
Los comentarios más misóginos que encontré para este texto no fueron los de Vicente Fox, fueron los de Volpi.
Igual que Fox, Aristegui, Castañeda y Volpi, están, en la misma tesitura, Camín, Krauze, Schettino, Dresser, Loaeza y muchos, muchos otros: la exaltación del ego, la arrogancia intelectual, la chapuza como forma de alcanzar objetivos, el fomento a la ilegalidad, el protagonismo cueste lo que cueste. La misoginia que, plasman en artículos y en apariciones en televisión o en la radio.
¿Qué han hecho todos estos personajes por la gente pobre, por devolverle dignidad a la población indígena, por reconocer que, tenemos un problema fundacional en México: no darle su lugar al pasado prehispánico? ¿Alguien de entre ellos, ha hecho algo, mejor que López Obrador en ese rubro? La respuesta es, no.
Por muy rudimentaria que sea una ideología, es respetable, si se asume como tal. El problema viene, cuando ocultan sus verdaderas entrañas. En conclusión, su ideología puede ser muy rupestre, pero lo peor, es su hipocresía.
Esos personajes se quejan de un poder que pretende perpetuarse, de la lucha por la legalidad, de combatir las dictaduras, los regímenes totalitarios, de la defensa de las mujeres (defensa, suena a que son seres inferiores) y se asumen como ideólogos progresistas, que participan en debates de Harvard, que son de izquierda. En el caso de Volpi, supongo que, la izquierda con la que él comulga es la que está escrita en piedra, en algún Talmud de la izquierda. Una ideología nada práctica, y esa izquierda, la que se sigue como se sigue a una receta de cocina, es la que tiene a la izquierda europea hundida, por no ser práctica, porque no le dice nada a la gente real. Es el progresismo de buró, de pantalla, para otorgarse un toque chic e interesante.
Estos intelectuales critican precisamente lo que ellos son: ambiciosos de estatus, de poder, de prestigio, de dinero, y para llegar al objetivo, se vale de todo: el chisme, la calumnia, la mentira, la ilegalidad. Defensores con las garras y los dientes si es necesario, de sus privilegios. Y son ellos quienes señalan en otros, el hambre de poder.
Estos personajes, no están dispuestos a pasar hambre por sus convicciones, y sí, a pisotear sus convicciones, por hambre.
Todos estos personajes, trabajan como una organización delictiva, pero de las ideas. Es el cartel más peligroso de México, porque se dedican al apostolado utilizando falsas profecías: es el cartel de los “intelectuales”.