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¿DÓNDE PERDIMOS LA POLÍTICA DEL CAMBIO?
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¿DÓNDE PERDIMOS LA POLÍTICA DEL CAMBIO?

La escuela psicoanalítica freudiana tiene amplio reconocimiento a nivel mundial. Problemas de personalidad y de conducta desarrollados por un individuo, sean de la gravedad que sean, son atendidos convenientemente por el profesional del psicoanálisis, para darles solución y hacer de esa persona un ser satisfecho consigo mismo y con el medio social donde se mueve. Esta escuela hace de personas insociables, elementos productivos dentro de su entorno social. Y se resuelven de esta manera problemas graves.
Sin embargo, hay otra escuela que pone en duda el tipo de salud mental que ofrece el método freudiano. La reinserción al núcleo social del individuo, ignorando si esa sociedad camina sobre terreno firme o pantanoso, es algo que deja mucho que desear.

Es decir, el psicoanálisis freudiano aplica en forma idéntica dentro de una sociedad de mentalidad mercantilista, en una de corte socialista, o incluso en aquellas que han encaminado sus pasos hacia la vía fascista. Recordemos a la Italia de Mussolini, a la Alemania de Hitler, a la sociedad de consumo norteamericana que se debate hoy en un mundo de drogas que tiene atrapada a buena parte de su juventud. ¿Qué tan sano es “recolocar” a un individuo con problemas personales, dentro de una sociedad enferma?
Erich Fromm, habla en su obra de la “enfermedad social”. De la “sociedad enajenada”. Fromm estuvo en contra de la guerra de Vietnam y en contra también del totalitarismo ruso. En México, fue director de la Facultad de Medicina de la UNAM.

Para Fromm no solo hay individuos enfermos. Las sociedades padecen como conjunto, conductas que pueden ser consideradas como nocivas para ellas mismas y de riesgo para otras sociedades en el mundo.

¿A qué viene todo esto?

Me pareció saludable poner estos hechos como fondo de lo que estamos viendo en estos días, dentro del proceso de selección que se está dando en Morena, para definir al Coordinador del Movimiento de Transformación.

El proceso arranca de forma por demás sucia. Hay campañas de publicidad tipo “Alazraki”, donde lo importante es “mentir siempre” para ganar. Hay medios de comunicación grandes y pequeños, metidos en esta contienda que en público se dice “fraterna”, pero que en privado recurre a todos los métodos al alcance. Hay periodistas y caricaturistas que ya tomaron partido en favor de alguna “corcholata”, y que manifiestan su respaldo, no destacando sus puntos positivos (que son muchos), sino intentando manchar los logros y positivos de los otros contendientes. Esos medios y comunicadores se ven idénticos en sus formas, a los viejos “chayoteros” caídos hoy en desgracia. ¿Qué buscan sino contratos de publicidad más adelante, o beneficios económicos de cualquier otro tipo?

Las redes sociales están invadidas en este momento, por grupos a favor de determinada “corcholata” y en contra de las otras dos, con posibilidades reales de dar la batalla y ganar la encuesta en la recta final de la competencia.

Se justifican los golpes bajos del “favorito” y se condenan aquellos que vienen de los contrincantes.

Vimos una cargada de gobernadores, que no debió darse y donde esos mismos mandatarios estatales, tienen que borrar los mensajes de apoyo que habían escrito. Vemos aparecer en medios considerados opositores, a alguna “corcholata”, no obstante existir el convenio de “evitar” hacerlo. Vemos a un Fernando Coca lanzando lodo diariamente en contra de una “corcholata” para intentar desgastarla. Y replicando ese ataque, hay grupos de esa “corcholata”, organizados para lanzar misiles del mismo calibre a la “corcholata” que defiende Coca y su gente.

Está el convenio de que ningún funcionario público puede intervenir apoyando a uno de los competidores y ayer, en un cierre de campaña, vemos a una alcaldesa acudir públicamente al evento, conduciendo a un nutrido grupo de ciudadanos que van “voluntariamente” a brindar su respaldo a su “corcholata”.
Se dice que a un evento no deben acudir “porras” y alguno lleva las suyas.

Molesta que esas porras pidan “piso parejo”, pero no todo puede suceder en ambientes controlados. Eso es absurdo y hay que aguantar el “heladazo”, “la mentada de madre” y cualquier otra presión en público.

Todos están violando convenios y acuerdos establecidos. Todos, aunque en mucha menor medida el exsecretario de Gobernación.
Y todos justifican, ocultan, o niegan las infracciones que atañen a su “corcholata”.

Pero lo grave no es eso. Total, la campaña solo dura poco más de dos meses.

Lo grave es que se está normalizando este tipo de comportamiento. Al menos en medios, redes sociales y en un pequeño sector de la sociedad.
“Las campañas políticas son así”, dicen. “Después del huracán vendrá la calma”

Y esto no es así, o no siempre es así. Todo tiene consecuencias. Las cicatrizaciones pueden ser lentas, si se dan. O el daño puede ser mayor, y alguna parte puede quedar rota. ¿Y qué necesidad hay de estos encontronazos internos, dentro de una estructura sólida, como lo es el Movimiento de Transformación? No hay rival de peligro para el 2024. Morena va en solitario.

Quienes desatan la guerra sucia. Quienes la replican e impulsan, están enfermos de violencia. Curiosamente ése es otro de los temas que estudia y desarrolla Erich Fromm en su obra. No hay competencia limpia según su entendimiento. Los triunfos de todo tipo se adquieren, después de una feroz batalla en contra del “otro”. Sea quien sea ese “otro”.
A muchos no les gusta que se les diga que su comportamiento es bastante cuestionable, al estar convencidos de que solo destruyendo al oponente se llega a la meta, o a la tierra prometida. Y como el número de violentos es relativamente grande, acusan a los no violentos, de no entender de política y de competencias.

No se engañen. El número de contagiados no importa. Pueden ser miles o más. Incluso sociedades enteras.

Pero es la conducta personal, la que define la salud de cada individuo.

La felicidad, como lo ha dicho el presidente López Obrador en infinidad de ocasiones, viene de la paz interior y del amor al prójimo.

La violencia, el mentir, el enlodar, son armas conservadoras, que nada tienen que ver con del despertar de las conciencias.

Piénsenlo. Y recuerden que somos más los buenos.

Malthus Gamba

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