Con el presidente López Obrador nada es casual.
Todo obedece a decisiones tomadas después de profunda reflexión. Por lo mismo hemos sido testigos de que resulta raro que el primer mandatario cambie de opinión sobre la marcha. Una vez elegido el camino más sensato y menos riesgoso, sigue la línea definida, sin apartarse de esa ruta, a pesar de las adversidades y complicaciones que puedan presentarse en el trayecto.
Después de entregar la banda presidencial, el hoy presidente nos comunica desde hace bastante tiempo, que pasará a engrosar las filas de los servidores públicos jubilados.
Y no solo eso. Abandonará toda actividad política, social o comunicativa, que pudiera suponer una intromisión personal en la vida pública del país.
López Obrador se dedicará a escribir, a disfrutar de la naturaleza en la quinta que le fue heredada por sus padres y que él a su vez, ha legado a sus hijos por la vía del testamento.
Recibirá a familiares y a pocas amistades personales, bajo la condición de que no se hable en nada de política.
Los que menos podrán acercarse a su persona, serán los representantes de los medios de comunicación, que en su calidad de zopilotes profesionales, pretenderán mancillar su retiro definitivo, con la intención de lograr alguna nota que permita a la oposición golpear al gobernante en turno, que nadie tiene duda, saldrá de la terna de “corcholatas” que presenta el partido político Morena.
¿Por qué ese aviso tan anticipado del presidente, sobre esta decisión personal?
Ante todo, para contrarrestar la campaña de lodo puesta en marcha por la oposición, en la que se intenta impulsar la idea de que López Obrador se reelegirá al finalizar su mandato, o que tratará de establecer una especie de”maximato”, donde seguirá gobernando por conducto de otros políticos, que harían el papel de títeres.
El nuevo gobernante del país, necesita llegar fortalecido a la presidente y la carga que significa la sospecha de ser instrumento del presidente anterior, le restaría legitimidad y fortaleza.
Esa es la causa principal que mueve al presidente a reiterar cada vez que la ocasión se presenta, que su retiro político será definitivo al término de su sexenio.
Otra causa tiene que ver con su profunda convicción democrática, donde no cabe en manera alguna, la adicción al poder. Al presidente no lo mareó ser el personaje político principal en el país, por espacio de seis años. A diferencia de Felipe Calderón en el pasado reciente, ha anunciado que su esposa no tiene intención alguna en participar en cuestiones políticas, ni anhelo de buscar un cargo público, respaldada por el prestigio del hoy presidente. Si Calderón intentó llevar a Margarita Zavala a la silla presidencial, para controlar el destino del país por otros seis años, al actual presidente no le interesa perpetuarse en el poder, ni gobernar un día más del último con que cierra su sexenio.
La tercera causa tiene que ver con su salud. Sabemos de los padecimientos que afectan la salud del presidente, mismos que le han ocasionado en el pasado, problemas serios en aspectos que tienen que ver con el funcionamiento de su corazón. López Obrador necesita observar un ritmo de vida menos intenso. Seis años de trabajo incansable, recorriendo el país de un extremo a otro, enfrentando los problemas propios de tan importante cargo, combatiendo la corrupción día con día, enfrentando a la oposición y medios de comunicación empeñados en desvirtuar los cambios trascendentales que vive el país, ha sido la tarea titánica que ha echado sobre sus hombres un hombre con mucha voluntad y coraje, pero con limitaciones físicas que pueden causarle daños mayores si no se cuida convenientemente.
Andrés Manuel López Obrador debe descansar. Es necesario que lo haga a tiempo y que disfrute de una jubilación, más que merecida.
Los avisos cotidianos que nos da el presidente sobre este retiro definitivo, tienen la intención de preparar al pueblo de México, para afrontar este momento de despedida, del mejor modo posible.
En la historia moderna del país, no ha habido personaje público que haya recibido tanto cariño de parte de la gente, como lo ha recibido el hoy presidente. No hay deportista, artista, político, o personaje público que despierte el cariño del pueblo, como lo hace el presidente mañana tras mañana.
La huella de López Obrador es profunda y se irá haciendo más grande, a medida que se aquilate históricamente, la dimensión del cambio social que impulsó para beneficio de los mexicanos.
Cada vez que el presidente nos recuerda que tenemos una fecha de adiós definitivo, las redes sociales se llenan de peticiones para que el titular del ejecutivo reconsidere su decisión. Para que mantenga contacto con la gente, en la forma que sea.
Pocos son los que le piden que continúe activamente en la política. Los más solo quieren que no rompa el contacto con la gente, ya sea dedicándose al ámbito cultural, o mediante pláticas y videos donde no se aborden temas de tipo político. Pero es difícil que el presidente cambie de opinión a estas alturas.
Él sabe que aparecer en pantalla, en conferencias, en la prensa e incluso en fotografías, daría pie a que la oposición se lanzara de inmediato en contra de su persona y con seguridad en contra de su familia y amigos.
Me parece, como se dijo anteriormente, que el presidente López Obrador nos está preparando el camino hacia la despedida definitiva. Y lo hace desde ahora, para evitar al presidente entrante, una dificultad mayor desde el primer día de su gobierno.
Un anuncio de retiro definitivo, expresado al momento de abandonar la presidencia, quitaría relevancia al evento donde se entrega el destino del país al nuevo presidente.
Aceptar poco a poco que no habrá más López Obrador, a partir de finales del 2024, es tarea que debemos ir preparando desde ahora.
Debe consolar a muchos el saber que en adelante, el hoy presidente se encontrará disfrutando de la paz y tranquilidad que se ha ganado a pulso, en compañía de sus seres queridos y que ese cariño que tenemos por el político más querido y mejor evaluado de los últimos tiempos, es correspondido desde su quinta, por quien se preocupó siempre, porque primero y antes que otros, estuvieran bien atendidos los pobres. Los que menos tienen. El Pueblo.
MALTHUS GAMBA