Bernie Sanders: el falso héroe auto-derrotado
Bernie Sanders era, sin duda, el representante más auténtico de la izquierda electoral en Estados Unidos: activista desde joven, antiimperialista, defensor de los derechos de los grupos vulnerables étnicos y de género y personaje consciente de las desigualdades económicas que imperan en el seno de los EEUU. Un personaje de auténtica izquierda que, sin embargo, está lejos de ser un héroe.
Desde las elecciones presidenciales pasadas, cuando Donald Trump se impuso ante Hillary Clinton, hubieron voces que señalaron lo que quedaba claro: el único perfil que tenía posibilidades de competir seriamente contra el hoy presidente era Sanders. El discurso de Clinton era gris y sus nexos estaban claramente definidos con el establishment, el denominado “estado profundo”, compuesto por los poderes económicos más conservadores y reaccionarios.
El discurso reaccionario de Trump tuvo un gran éxito entre las clases trabajadoras precisamente porque se lograba diferenciar del elitismo liberal de la demócrata. La única posibilidad de quitarle el triunfo era – ahora queda aún más claro -, que el autodenominado socialista Bernie compitiera contra él. Quienes depositaron sus esperanzas en Hillary (entre ellos un grupo de senadores mexicanos que, vergonzosamente, portaron camisetas de la campaña del Partido Demócrata dentro del recinto de la Cámara Alta) estaban equivocados.
Aunque poco hubiera importado el triunfo de Hillary sobre Trump. Pocas cosas habrían cambiado; hubiera sido el mismo racismo y el mismo clasismo el que entrara en la Casa Blanca, exactamente el mismo, pero envuelto en un discurso de liberalismo y tolerancia, que de nada sirve en la realidad. Para explicarme mejor: la política de la ex-secretaria de Estado del gobierno de Obama respecto a los migrantes latinoamericanos fue exactamente igual de xenófoba y violenta que la del hoy presidente.
Sigo sin lograr entender que Bernie decidiera dejar las cosas así, aceptar su derrota en las internas del Partido Demócrata y dedicarse a apoyar desde un rol secundario a Clinton. Será en 2020, pensaron muchos. Llegó 2020 y Trump continúa estable en popularidad, ya afianzado en sus alianzas al interior de la Casa Blanca y del Partido Republicano, se volvió un evidente y sólido candidato a reelección. Sanders radicalizó un poco más su discurso y puso el sistema de salud universal gratuito al centro del debate, como en 2016.
Cuando en las internas del Partido Demócrata contendían Elizabeth Warren, Joe Biden y Bernie, quedaba claro que la batalla sería de nuevo entre los representantes de la oligarquía y el marginal Sanders, que comenzaba a definirse como una verdadera opción para derrotar a Trump; al final no lo fue. Ni siquiera porque, en medio de la pandemia del COVID-19, la realidad le concedió la razón sobre su defensa del sistema de salud gratuito.
Hoy el ex-precandidato anunció su retiro de la contienda por la candidatura, cediendo camino a Joe Biden, vicepresidente de Barack Obama y, en última instancia, allanando el camino para la ya de por sí muy probable reelección de Trump. Por eso no concibo que desde México un sector de los liberales pongan a Sanders en un pedestal mientras desprecian al presidente mexicano, un luchador que, como Bernie, se enfrentó a los poderes políticos y fácticos del continente, con la única diferencia de que el tabasqueño persistió, resistió y soportó dos derrotas, la burla, la impopularidad y el odio, para finalmente demostrar que su causa era justa y contaba con la razón.
Tal parece que, a esos liberales que aman al socialista Sanders y desprecian al luchador López, les conmueve más la pantomima de la clase alta estadounidense y su juego de espejos que los miles de kilómetros recorridos por Andrés Manuel en todos los municipios del país, que la valentía que implica saberse solo y seguir caminando, que la determinación de asumir las contradicciones de la política y tomar la responsabilidad de guiar a uno de los países más importantes en el mundo, como México lo es.
Esos fetichistas de la política gringa prefieren apoyar desde twitter a un candidato en otro país que se rinde sin pelear hasta el final, que repensar su postura de clasismo respecto al gobierno popular de Andrés Manuel y apoyar las causas justas que representa. Están tan habituados a actuar -probablemente sin darse cuenta de que lo hacen- en pro del interés de los estadunidenses, que no me sorprendería verlos volcarse en apoyo a Biden, como si fuera su candidato de toda la vida.