AUTORREGULACIÓN: Herencia del padre de la desigualdad
Por Miguel Ángel Lizama
Twitter: @Migueliz8
En teoría, la Autorregulación implica confianza en el proceder de una entidad sujeta al control de una autoridad, cuando por alguna razón ésta no ejerce su obligación legal, dejando el buen comportamiento y ética del supervisado a su propio arbitrio.
En México, la llegada del Neoliberalismo con la usurpación de Carlos Salinas de Gortari, significó olvidar el control de los factores económicos, que supuestamente deben armonizarse en bien de la sociedad. En vez de eso se optó por favorecer “el juego del Libre Mercado” de satisfactores, donde oferta y demanda no fueran reguladas por el Gobierno, sino por la voluntad adquisitiva del público, según la mejor oferta a su disposición.
Teóricamente bonito, prácticamente nefasto. La libertad del público quedó en manos de los empresarios, para impedir el “estatismo socialista”, pues todo lo social o relativo al pueblo se calificó de POPULISMO y se volvió Pecado.
El “LIBRE MERCADO” quedó atado a la voluntad de uno de los factores económicos, el más fuerte, dueño de las herramientas productoras de satisfactores, que impuso a los demás su codicia y afán mercantilista, con la complacencia, o mejor dicho, sin la supervisión, moderación ni control del gobierno, responsable del equilibrio armónico de la sociedad y un trato justo a la ciudadanía. Al parcializarse y abandonar su responsabilidad de cuidar el bienestar general, el Gobierno Neoliberal se inclinó por la parte que tenía todas las de ganar y las herramientas de producción. Alegó que en adelante todas las empresas quedarían en Autorregulación para que la gente decidiera según su particular saber y entender. La Tecnocracia dijo confiar en la ética empresarial, que no necesitaba control oficial.
Fue el disparo de arranque del saqueo sin freno. Los que ya tenían mucho, obtuvieron más. Las listas de ultra millonarios de Forbes aumentaron con mexicanos. No mejoró el acceso público a mejores condiciones para obtener y disfrutar los satisfactores necesarios para el bienestar. En cambio, se encareció todo, empeoró la calidad de lo ofertado, se suprimió la obligación de proporcionar la garantía eficaz del servicio ofrecido y los “autorregulados” decidían según su propia conveniencia. Se usaron sustancias anabólicas, como el Clembuterol, para aumentar masa muscular del ganado o químicos edulcorantes, saborizantes o conservadores para reducir costos y aumentar ganancias, aunque quedaran de forma residual en el organismo humano, alterando sus niveles químicos. Y empezaron a proliferar enfermedades antes ausentes, sin mencionarse la relación causa-efecto que de inmediato se ocultaba cuando algún estudioso daba la voz de alerta. Se trataba de lucrar a como diera lugar, sin recatos éticos ni morales. No hubo control para la armonía social. Crecieron las fortunas de los ricos, disminuyeron los alcances de los pobres.
En la misma Prensa “autorregulada” los códigos éticos se desecharon en la práctica aunque abundaron “declaraciones” de “visión, misión” y cuanta mafufada teórica impusieron los administradores eruditos, pero permaneció -con más poder corruptor- la obligación del buen trato preferencial al gobierno y seguidores, con autocensura a los tachados de “enemigos del Poder”. Los dueños de Medios y su opinocracia se enriquecieron desmesuradamente, mientras se desplomaba su credibilidad. Nada importaba, al cabo que el Presupuesto Público y el creciente endeudamiento pagaban cualquier exceso. Era un festín exclusivista y nadie atendía a los que estaban fuera. Los pocos celebraban, los muchos aguantaban.
Mientras Salinas de Gortari y quienes lo sucedieron concedían el privilegio de audiencia personal privada a empresarios y banqueros “autorregulados”, no había puertas ni oídos abiertos a quienes reclamaban atención y no entendían -por su falta de roce social internacional- que “La Aldea Global” imponía el libre saqueo y la depredación de los recursos nacionales como boleto de entrada al Club de los Ricos.
El colmo de la misión y visión neoliberal fue cuando Enrique Peña Nieto alquiló con Presupuesto Público la concurrencia de los principales PARTIDOS POLÍTICOS, que supuestamente representaban al pueblo, a la firma de un llamado “Pacto por México” que, entre mucha verborrea pretendidamente popular, le concedía al apenas estrenado Presidente (se firmó el 2 de diciembre, un día después de tomar posesión) autoridad ilimitada para rematar a su voluntad, y sugerencia de sus asesores, el Patrimonio y Territorio Nacional, a fin de extremar la privatización “autorregulada”. Ninguno de los firmantes del “pacto” había siquiera sugerido -mucho menos consultado electoralmente- esa “Venta de Garage” del país que Peña Nieto emprendió para agradar a su mafia, engrosar sus cuentas bancarias y presumir como “Salvador de México” (según la portada de importante revista estadounidense), que hasta hoy sigue aplaudido por su Prensa rentada.
La ausencia de moderación, por la llamada “autorregulación”, hizo que el coro adulador de los “autorregulados” se volcara en alabanzas al guapo “salvador de la patria”, ocultando la inconformidad de la nueva generación mexicana que sufría los abusos e iba madurando su descontento, que pronto se manifestaría con enormidad histórica en julio del 2018.
Al día de hoy, la Autorregulación neoliberal impuesta sigue intocada. Las dependencias y organismos autónomos creados para “regular” a empresarios de servicios y satisfactores, sólo se hacen de la vista gorda y cobran por su molicie, sin actuar en favor de la ciudadanía, salvo ser hija del funcionario a cargo (como Lady Profeco) y entonces sí se obvian leyes, reglamentos, trámites y tiempos, y en cuestión de minutos se castiga al infractor(a). O como, por ejemplo, la Condusef creada para proteger y defender a (usuarios de) la banca, que se limita a recibir quejas contra bancos y responde que actúan “según las sanas prácticas bancarias”, por lo que no hay razón de protestar. Así que, ¡a callar!
O el caso de Ifetel -nacido al año siguiente de la elección de Peña Nieto como resultado de su Pacto por México- que sólo se ocupa de mantener a raya a Telmex para no molestar a Televisa, el autorregulado monopolio de telecomunicaciones y de la Verdad Pública (sólo lo televisado es verdad incuestionada, no lo que se vive y se siente). Las cableras dominadas por Televisa (con diferentes nombres para aparentar pluralidad, no monopolio como es la realidad), hacen lo que quieren, cobran muy puntuales lo que les da la gana, cargan interés diario como los bancos, dan pésimo servicio, maltratan al usuario y no hay poder humano que las ponga en orden, pues son “Autorreguladas”.
O el “regulador” energético con las siglas CRE, que los Corruptos tanto alaban como “profesionales y expertos”, salidos de la manga o de algún otro lado de los neoliberales, y que sólo sirvieron para repartir concesiones a quienes Los Pinos les ordenaban, y calcular con fórmulas actuariales cuánto aumentar el precio en los “gasolinazos”. Protegían a los chupaductos “autorregulados”, no al público. Fuera de ese “Monumental Esfuerzo” esporádico, la CRE sólo gasta Presupuesto Público sin moderación ni control, amparada en su corrupta “Autonomía”. Cuando AMLO los sacó al balcón, el primero que corrió fue su entonces Presidente, junior consentido de Los Pinos, antes eje del poder hoy convertido en Museo, quien se llevó su red de protección. Pero los demás ahí siguen, disfrutando el Presupuesto y la Autorregulación.
El Presidente López Obrador, consciente del problema de asestar un manotazo para poner orden que exacerbe los ánimos, ya caldeados por la derrota en los firmantes del Pacto contra México, prefiere usar lo malo dejado por el Neoliberalismo y utilizar la Autorregulación en beneficio popular, confiando en quienes sirven a la ciudadanía, suprimiendo las Inspecciones Oficiales, origen de tantas corruptelas burocráticas a bajo nivel, aunque causa de tragedias como las ocurridas en los sismos imprevisibles.
Esperemos que en 2021, con las nuevas elecciones, se logren borrar los últimos vestigios corruptos que hoy gritan y patean contra “la dictadura del Pueblo”. No han hecho el mínimo acto de contrición por todos sus excesos y ruindades contra México, para mostrar que están arrepentidos de su mala conducta. En vez de eso, aumentan su prepotencia y arrogancia, exigiendo trato preferencial como tuvieron y que se fue para jamás volver.
Pero, debemos admitirlo. Luego de 30 años de excesos en nombre del neoliberalismo, por fin tiene México un Presidente que se ocupa de moderar la depredación y luchar para el bienestar de un pueblo harto de engaños. Aunque les pese y les siga irritando a los “favoritos” de la mafia.
Quedan pendientes los saldos de la impunidad que permanece intocada en su mayoría más notoria y ruidosa (el NeoPANazismo y sus emblemas presidenciales, OHL, Higa, Pemex Internacional, deudas de gobernadores con cargo al Presupuesto Federal, por ejemplo). Sólo falta que MORENA deje sus intereses tribales en la rebatiña de cargos -como lo hacen el PRD y el PRIAN- y ponga su mayoría electoral al servicio verdadero de sus electores que esperan mejores resultados en apoyo al Presidente que eligió. Están a tiempo.