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Aristegui: Cuando el ego puede más que el periodismo
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Aristegui: Cuando el ego puede más que el periodismo

Desde hace un par de semanas hemos visto la seudo investigación sobre el estilo de vida de José Ramón el hijo mayor del presidente López Obrador. De esta investigación, profunda como la inteligencia de quien la suscribe, se agarraron como a un clavo ardiente, cualquier cantidad de opositores: desde los más recalcitrantes, que son los de siempre, como los que se han inscrito en la fila de “ah, está de moda pegarle al presidente, así que vamos a darle”.

No es que yo también utilice el tema para el ataque, porque ni siquiera dan ganas de dirimir una posible contienda sobre la ética profesional de quienes se dicen periodistas, ni sobre la honestidad con que producen esta clase de fuegos artificiales. Aclaro: no es ataque.

Es una discusión sobre la libertad de prensa y la libertad de expresión, que, alguien ajeno al ambiente político y de poder en México, podría entender esta tensión entre los que aún detentan el poder a billetazos, y dictan la línea para que la realidad se vea de uno o de otro color, según sus intereses, como una legítima defensa ante los ataques descarnados que el presidente hace contra los pobrecitos periodistas que se atreven a denunciar sus actos de corrupción. Pero para entender de qué lado masca la iguana, hay que conocer a la iguana, y porque lo padecemos, sabemos que no es el presidente atacando los periodistas, sino defendiendo una postura congruente que ha construido durante casi 40 años de ser un luchador social: no robar, no mentir, no traicionar al pueblo.

En esos 40 años, y desde el principio de su presencia en los círculos políticos, tal y como lo ha relatado en múltiples ocasiones en la propia mañanera, a Andrés Manuel le buscaron de todo, han intentado descubrir fortunas y posesiones que no tiene; lanzaron el ataque contra su hermano Pío por recibir el dinero en efectivo para los gastos de la campaña en 2015, apegado a la ley electoral operante en aquel entonces y que no constituía ningún delito ni falta porque, tal y como ya se documentó esos gastos fueron debidamente acreditados y demostrados en su momento, o sea, para la campaña de 2015 en donde se eligieron a los primeros diputados del recién creado partido morena, y de donde el hoy Presidente ni siquiera figuraba como candidato a nada.

En un momento también se quejaron de la lujosísima camioneta que conduce la doctora Beatriz Gutiérrez Müeller, su esposa, quien trabaja, gana un sueldo y se puede comprar lo que quiera; de los tenis de Jesús Ernesto; del reloj carísimo que use el presidente y cualquier otra clase de basura similar. Y todo, tomado muy de los pelos, de lo que el propio presidente ha dicho siempre, de no aferrarse a lujos baratos, de no tener como única finalidad la posesión de bienes, de ropa de marca; de ese constante discurso de que la felicidad no consiste en los bienes materiales, sino en hacer el bien y de la máxima juarista de que es necesario vivir en la justa medianía.

Este rasero es con el que pretenden echar por tierra todos los esfuerzos no sólo del presidente como titular del Ejecutivo, sino de todos los otros constructores de los cimientos de esta cuarta transformación, que a decir de estos criticones que emiten sus sentencias moralinas suponiendo que la austeridad republicana que ha impuesto el Presidente tiene como inicio y fin que las personas que nos identificamos en el movimiento de la 4T, renunciemos a cualquier clase de bienes económicos; que nos deshagamos de nuestras casas, nuestros vehículos, que dejemos de viajar en avión y que nos privemos de comprar artículos que, según las suposiciones y los cálculos que hacen, sólo están reservados a la gente que vota por ellos. A los privilegiados pues.

Los chairos y los amlovers tenemos que viajar en transporte público y si se nos da el caso que haya que usar avión, pues tiene que ser en clase turista, aunque si se pudiera en la parte de carga apenas y nos haría justicia. Los chairos y los amlovers, tampoco podemos ir a tomar cafecito a lugares bonitos, ni podemos comer en restaurantes donde se usen más de 2 cubiertos. Obvio, no podemos comprarnos relojes o joyas, ni podemos vivir en una zona linda, por más que tengamos no sólo el derecho, sino el ingreso para poder cubrir tales gastos.

No, los chairos y los amlovers tenemos que vivir de prestado, sin lujos, andar a pata… en una palabra, siempre seremos jodidos.

Los chairos y los amlovers, además, tenemos que cumplir con el estereotipo que ellos han dictado: primaria trunca, godines que llevan tupper al trabajo, codos percudidos y color olla de barro.

Así que cuando un chairo o un amlover,  -como hay millones en México y en el mundo-, vive bien, en un lugar bonito, en una casa grande, con buen auto y ropa de marca, porque su trabajo se lo permite, de acuerdo con el estándar de lujosidad que ellos han determinado, seguramente se trata de alguien que está robando el erario. Como bien dice el dicho: el león cree que todos son de su condición, y como prianistas que han hecho su fortuna por el robo descarado a los dineros públicos, o como resultado de sus contubernios y negocios amañados cuando fueron servidores públicos, imaginan que, en esta administración, todos los que tienen una casa bonita, la tienen por corruptos.

Y está bien que sospechen; es más, qué bueno que estén atentos a que nunca más, nadie que esté involucrado en la vida política de nuestro país, pueda servirse de su puesto para enriquecerse ilegítima y descomunalmente. Hasta yo los apoyo, pero llegamos a un punto en que no sólo están vigilando para proteger a la patria, sino que salen del closet para demostrarnos algo curiosísimo: que éstos (los de morena) son iguales a ellos, a los putrefactos pianistas que hoy quieren volver a terminar de llevarse lo que quedó en las arcas de la nación. Y no es así, primo hermano. No somos iguales, aunque insistan.

De este reportaje sobre una casa, que en comparación con las otras del vecindario es tan común qué pasaría inadvertida, se urdieron una historia con que quieren ligar artificialmente a quién fue propietario de este inmueble en el pasado con la esposa del hijo del presidente López Obrador, porque ambos fueron empleados de la petrolera Baker Hughes, sólo que aquel dejó de trabajar para la empresa antes de que Carolyn Adams: a) conociera a José Ramón; b) Andrés Manuel fuera presidente, y c) Carolyn se convirtiera en nuera de quien hoy es Presidente. Como dato adicional, esta petrolera tuvo algunos negocios con Pemex, y ese es el único vaso comunicante en este enredo. Y la información de contratos está ahí, al alcance de quien la busque, en el portal de transparencia y en el propio portal de Pemex.

Pero como el “reportero de guerra” es sagaz y de una brillantez inusitada, tejió con todos esos hilos una telaraña que no se sostiene porque en primer lugar, intenta hacer ver a José Ramón como un junior, beneficiario directo de los contratos que Baker Hughes tuvo con Pemex, lo que no acontece; y además, que la casa es tan lujosa que se contrapone directamente a la descripción de austeridad republicana que el propio Presidente ha insistido que debe prevalecer durante su Gobierno, cuando la austeridad se dirige, exclusivamente, al gobierno y a todas las dependencias del Estado, pero lo que la gente haga con su dinero (sueldos o herencias) es completamente su asunto.

Y, para colmo, así de burda y de mal hecha, la investigación fue arropada por esa prensa, digamos despistada, que “no se dio cuenta” de qué, a más de ser una pésima pieza de investigación, no tiene más móvil que asestar otro golpe blando más, en abono a la máxima del periodismo, y dirigido a la política: una calumnia cuando no mancha, tizna, y un dardo como este, lanzado con toda saña para que los menos informados se desilusionen del presidente y se traguen eso de que como todos son iguales no importa si regresa el PRI y el PAN, esto lo hacen una semana previa a la veda electoral, para influir en el ánimo de los ciudadanos que van a decidir el futuro de 6 Estados en donde habrá cambio de gobernador, y que no se va a poder desmentir con la suficiente amplitud. Ya saben, la veda... Sabemos que para los va-po-mexicoístas, estas 6 gubernaturas serían el oxígeno artificial que necesitan para conservar esa etiqueta de oposición que todavía tienen. Quieren ganarlas a toda costa y se valen de estos medios para revolver y confundir lo que la gente sabe o cree saber.

Decíamos que no se trata de enemistades sino de posturas políticas. Para quienes se dedican a informar en los medios que podemos identificar como bastiones de la derecha conservadora, la defensa continuada que ha hecho el presidente acerca de José Ramón, invitando a que quienes tengan la información, denuncien ante las autoridades y prueben sus dichos, pero les suena a ataque a la libertad de expresión. Incluso la bancada panista en el Congreso distrae tiempo y recursos para lanzarse a una investigación contra posibles actos de corrupción (de alguien que no está contratado en el Gobierno, que no es funcionario ni servidor público) y que, según sus cálculos, se llama José Ramón López Velarde. Ni para acusar sirven…

Pero el límite fue el aval de la Aristegui a un reportaje tan chafa como el de latinus. Y cuando a ella le toca parte del coscorrón, se pone en plan súper víctima para inculpar al presidente de atentar contra la libertad de prensa, y que el presidente “dice cosas que tienen un solo propósito: dañarla en lo que es más importante para un periodista, su reputación, su trayectoria, su credibilidad”.

Se equivoca Carmen. La libertad de prensa, ciertamente protege al que investiga y expone al corrupto -suponiendo que habláramos de éste, si fuera un caso de corrupción-. Y nadie estaría en contra de una pieza que expusiera hechos y personas que se valen del poder para enriquecerse, como en su momento sucedió con la Casa Blanca. Pero ésta, es la segunda ocasión en tres meses, que Aristegui se hace parte de un equipo de investigación patito, que denuncia en redes (y no por los canales legales conducentes), las supuestas fortunas mal habidas de los hijos del presidente, y en ambas, las indagatorias se han confeccionado a través de inferencias y como resultado de su propia aversión por el presidente. Entonces, quien ha echado por el caño su propia reputación, es ella. Quien ha devastado su trayectoria (bastante buena hasta hace unos pocos años), también es ella y, su credibilidad ha estado en entredicho de 2019 para acá, también por cuenta de ella.

Es en serio, por salud, nadie cuerdo desearía una prensa que aplaudiera al unísono todo lo que hace un mandatario; pero de ahí, a querer encontrar hechos de corrupción en las personas que rodean al presidente para poder demostrar que todos son iguales, Hay mucha diferencia.

Hay que ser críticos, sí. Hay que señalar cuando alguien cercano al presidente la riega, sí. Y hemos celebrado cuando han separado de su gabinete a quienes estén comportándose de manera contraria a lo que él ha estipulado y por supuesto, agradecemos que sean puestos bajo investigación de la función pública, de la UIF y de la Fiscalía, cuando corresponda, porque no merecemos un solo funcionario más que se aproveche y nos robe hasta la esperanza.

Alguien con la inteligencia y la trayectoria de Carmen Aristegui, debería valorar esa libertad de prensa ganada a pulso por miles de valientes que hicieron lo correcto, pero en su caso secundar un ardid de Loret, equivale a pisotear el nombre y la vida de una Lourdes Maldonado, de un Javier Valdez, de una Miroslava Breach, y de otros que han portado la verdad como única luz en lugares donde prefieren matar, silenciar, encarcelar, vetar a un periodista, antes que afrontar la verdad.

Carmen se equivoca porque ella no dice la verdad y porque sabiéndola, elige signar esa mentira como una realidad que, insisten, debe ser conocida por todos, para que se desencanten del presidente y no voten por los candidatos del movimiento.

Si es malo el que miente, mucho, mucho peor, es el que conoce la verdad y elige callar o distraer a la audiencia, para que se disemine una mentira.

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