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Desgobierno de coalición
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Desgobierno de coalición

Postigo

@Josangasa3

La manera antidemocrática con la que fue electa Xóchitl Gálvez, no tiene otra alternativa que crear un gobierno de coalición, que no es otra cosa que pagar facturas que evitaron fracturas. El proyecto de gobierno de coalición es también una simulación como lo fue la selección de la candidata de la oposición.

La visita del corrupto Ildefonso Guajardo a la OEA no fue sólo para llorar. Se debió para que en el remoto caso de que la mujer gelatina ganara, se convirtiera en el secretario de Relaciones Exteriores con la imposición del Departamento de Estado. Es un buen puente para vender el país, con reconocida experiencia en la traición a la patria y su debilidad por la corrupción.

Sin duda el gabinete de Xóchitl ya está listo en los escritorios de la CIA: Otro de sus similares propia nada menos que el ex presidente de la OCDE, José Ángel Gurría Treviño. quien en ese puesto se la pasaba regañando a los gobiernos de México porque no realizaban las órdenes de Estados Unidos como debía, sobre todo en materia de educación y salud.

No hace falta profundizar mucho en saber quién sería el encargado de la Seguridad, quien desde ahora tiene esa tarea en el equipo de la hidalguense, nada menos que el narco Francisco García Cabeza de Vaca. Y hay en ese equipo otros peores, como Silvano Aureoles y Enrique de la Madrid.

El Frente Amplio por México intenta engañar a los mexicanos con algo que aseguran es una novedad político-administrativa: el gobierno de coalición. El cual muestra que están lejos de tener mayoría social y auténtica fuerza política y de ahí su amalgama que se aparece más a un muégano que a un grupo democrático homogéneo.

Con el pretexto de que escogería a los mejores haría un gabinete de delincuentes, como los antes citados, corruptos y sin amor por el país. La candidatura de Xóchitl es un golpe de Estado desde la cuna, un rechazo a la democracia y una sumisión a Estados Unidos

El gobierno de coalición surge cuando la necesidad de pactar con el resto de las fuerzas a través de sus debilidades, que ni juntas logran mayoría suficiente como para conformar un gobierno tradicional. Lo habitual no es lo que se discute sino la fragilidad de las partes que confluyen en un gobierno de este tipo.

Carece de novedad y nadie, en la sociedad, busca la diferencia mucho menos un cambio de esa índole, lo que quieren es respuestas dentro el esquema formal, un gobierno, cuyas políticas apenas empiezan a entender debe permanecer sin cambios. A menos que la sociedad lo exija, pero la simple propuesta de un gobierno de coalición carece del apoyo de los ciudadanos, porque no es otra cosa que regalarle, a las minorías, una hegemonía que no ha logrado obtener de la sociedad.

Un gobierno de coalición en estas circunstancias representa la separación del gobierno de los gobernados, en lugar de mandar obedeciendo sus designios. Contrasentido si insisten en decirse democráticos, característica que sabemos que no encaja en sus conductas ni pensamientos.

Así este tipo de gobierno significa darle el poder que las minorías no alcanzaron en las urnas, por decreto. Así, el gobierno de coalición no representa a nadie sino a los intereses de los líderes de los diferentes grupos, que es el sueño dorados de los dirigentes de los tres partidos aglutinados en el Frente.

La derecha pretende presentar como lo último en política a un gobierno de coalición, cuando en realidad es el poder de las minorías rotándose los cargos y turnándose las decisiones, dejando a un lado la decisión de la gente.

Si los partidos integrantes del Frente Amplio por México mostraron no tener vocación por el acuerdo, por la coincidencia, por la unidad, cómo podrán lanzar decisiones de problemas que por sus disputas internas, los rebasan. En esa parte de la política no hay líderes con capacidad de acuerdos, menos aún de armonía.

Esta debilidad quieren elevarla a gobierno, es decir, representan los intereses de grupo como insumo principal para decidir disposiciones que afectan a todos, pero cuyos funcionarios no representan a una mayoría sino grupos y personas.

El mandatario que realmente representa a la sociedad no es frágil, al contrario. Sin embargo, quien sólo tiene sólo una parte de esa sociedad está más cerca de la oligarquía que de la democracia, lo cual es, como todo lo que hace la derecha, un retroceso histórico, político y social.

El gobierno de coalición es el cabús de una locomotora democrática descompuesta, a punto de convertirse en chatarra. Se trata de una reunión de objetos antiguos, reliquias de viejos regímenes que luchan por un tanque de oxígeno.

 

 

 

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