SANTIAGO CREEL, O EL MITO DE ÍCARO
Agarrados de la brocha, porque desde el 2018 se quedaron sin escalera, a los políticos opositores les urge poner los pies en el suelo.
En este momento se encuentran en un limbo donde no hay asidero que pueda dar solidez política a ningún personaje ligado al neoliberalismo
No construyeron una alternativa viable, atractiva a los ojos de un amplio sector ciudadano.
Terminaron en un canibalismo interno, donde los grupos más fuertes dentro del PRI y del PAN, desplazaron al resto de las corrientes que les peleaban los pocos espacios políticos que iban quedando.
Ahora solo quedan “alitos” y “markitos”, dentro de dos organizaciones que en otros tiempos intentaban ser plurales.
Estos menesterosos restos de ejércitos opositores, requieren forzosamente posicionarse en la forma que sea, dentro del radar electoral, para tener alguna posibilidad en la contienda presidencial del 2024.
Los grupos empresariales, antes patrones incuestionables de los políticos de corte reaccionario, ven hoy cómo esta servidumbre insubordinada, se niega a colocar en posiciones ventajosas a los candidatos que propone Claudio X González. No habrá candidaturas plurinominales para la clase empresarial. Alejandro Moreno y Marko Cortés, definirán a quienes irán seguros por un puesto en las Cámaras de Diputados y Senadores.
El panorama en el bando conservador, es de desolación. No hubo siembra en cuatro años y por lo mismo, no puede haber cosecha en vísperas de elecciones.
Los pobres candidatos que mueve la oposición, se ven obligados a realizar actos de malabarismo político, para intentar impregnarse de un brillo, que les llegue de rebote, merced al contacto con personajes relevantes ligados a la Cuarta Transformación.
Lilly Téllez, Kenia López Rabadán y Xóchitl Gálvez, han convertido sus participaciones en tribuna, en actos circenses donde se vale ir con atuendo o botarga de dinosaurio, y hasta burlarse de la apariencia física de sus compañeras congresistas.
Todo con el afán de adquirir notoriedad, al precio que sea.
Xóchitl Gálvez, Emilio Álvarez Icaza y Gustavo Madero, tienden colchonetas y preparan almohadas, para dormir en cómodo trío, al interior del salón de sesiones de la Cámara de Senadores que tiene tomada la oposición.
Lilly Téllez anuncia con bombo y platillos que VOX ha llegado a México. Que el fascismo de ultraderecha es una realidad y que ese extremismo ya se encuentra enquistado en el PAN.
La búsqueda de notoriedad política, hace que los personajes opositores se hundan cada día más, en el pantano del desprestigio público.
El aspirante a la presidencia que está impulsando el PAN, aparte Lilly Téllez, es Santiago Creel. Un viejo aristócrata (si los hay en México), descendiente de rancia familia conservadora.
Creel es uno de los muy oxidados cuadros políticos, resucitados por obra y gracia de Marko Cortés. Sus mejores años ya pasaron y hoy intenta, en el peor momento para su causa, alcanzar una presidencia de México que excede a sus posibilidades personales y a la raquítica fortaleza de su partido.
Santiago Creel nunca será presidente. Él lo sabe. El PAN lo sabe. El Pueblo lo sabe y sin embargo se empeña en esa lucha de antemano perdida.
¿Por qué?
Porque, aunque resulte vergonzoso para la oposición, Creel es una de las cartas menos sucias que puede presentar el conservadurismo en este momento.
Y eso que Creel fue parte del gabinete, del tristemente célebre expresidente Vicente Fox. Y que fue quien otorgó, como Secretario de Gobernación, más de 160 permisos para el establecimiento de casinos y casas de juego en nuestro país.
Santiago Creel no tiene brillo propio. Es una reliquia del pasado, con sueños de aristócrata trasnochado.
Y a falta de brillo natural, intenta volar hacia el sol, de la misma forma que en que según cuenta la mitología griega, intentó hacerlo Ícaro.
Santiago Creel se la ha pasado retando al presidente López Obrador, a un debate donde se concreten acciones de gobierno, que pasen por la sana exposición de ideas.
Acciones que beneficien al Pueblo de México.
Esas “alas políticas” para intentar volar más alto, están pegadas con parafina, al igual que las alas de Ícaro.
Creel no intenta verdaderamente el debate. Quiere reflectores.
Y estos los consigue lanzando esos llamados a un encuentro que piensa no va a darse en lo que resta del sexenio.
Y efectivamente, es muy difícil que el presidente López Obrador se preste a estos juegos politiqueros, que intentan dar relevancia a lo irrelevante.
Pero lo que sí ocurre, es que la cercanía de Creel en torno a López Obrador, lo coloca en una posición bastante vulnerable.
El presidente contesta el día de hoy a la petición de Creel en estos términos:
“Santiago, ¿Quieres que realicemos una acción conjunta? Estoy de acuerdo. Te invito. Vamos a rescatar el fideicomiso que de manera irregular maneja la Suprema Corte de Justicia y que asciende a una suma superior a los $20,000,000,000.00. Que esa cantidad sea utilizada en un Programa para otorgar becas a estudiantes necesitados. Tú dices si le entras”.
La parafina que mantenía unidas las alas del frustrado emulador de Ícaro, se derrite ante una propuesta que Creel no puede aceptar.
La Suprema Corte es en este momento una especie de reino de las arpías, donde la Gorgona Medusa (léase Norma Piña), intenta convertir en piedra a todo político o funcionario público, ligado al presidente López Obrador. Fulminar con su mirada toda Ley o iniciativa nacida en territorio de la Cuarta Transformación.
Creel no puede ir en contra de quienes son fieros guardianes del inframundo donde despachan Claudio X González, Alejandro Moreno y su protector Marko Cortés.
El vuelo de Creel en busca de la luminosidad que pudiera otorgarle el contacto con el presidente, termina en caída libre hasta tocar suelo.
Si no se tiene proyecto nacional, es imposible alcanzar altura, usando alas de fabricación fascista.
Los gritos y sombrerazos de Creel, quedan como otra muestra de lo que un verdadero político no debe hacer. Alardear y provocar a quien en verdad tiene los pantalones bien puestos.
Al final, se echan para atrás y quedan haciendo un nuevo ridículo, ante un Pueblo que está cansado de políticos neoliberales hocicones.
Malthus Gamba