Postigo
Por José García Sánchez
@Josangasa3
La pandemia de coronavirus sirvió a los grandes consorcios informativos para realizar un experimento mundial donde imperara la confusión en las noticas, con beneficios a corto y mediano plazo. Desde la proliferación de la idea de no vacunarse contra el Covid hasta la exigencia a los gobiernos para que mostraran una mayor cantidad de muertes de la real por esta causa, se convirtieron en el parámetro de la manipulación.
El control internacional de los medios aprovechó la pandemia para medir credibilidad, alcances, y reacciones sociales, pero sobre todo, ingenuidades de quienes prefieren consumir noticias acordes a su forma de pensar que verdades que contravengan su ideología. La pandemia fue un laboratorio para el control de los medios de información en el mundo.
El Covid 19 canceló la percepción natural de los sentidos a la población mundial y obligó a los habitantes del planeta a creer, a pie juntillas, en lo que los medios y miedos proyectaban. La gente estaba a merced de las variables de la información que condicionaba conductas, hasta convertir a los habitantes en perros de Pavlov.
El narcisismo de propio de los consumidores de noticias que obliga a encontrar en las noticias lo que quieren encontrar y no lo que dicta el rigor de la verdad fue estudiado afondo en todos los niveles socioeconómicos y en todos los segmentos ideológicos de la población.
Toda la información que recibía la población del mundo en su aislamiento estaba manipulada o formaba parte de la experimentación. Las tareas de laboratorio informativo intensificaban las acciones de terrorismo, golpismo, sabotaje de las democracias en los países emergentes, que marcaban la punta de lanza de un desafío que, incluso para los más doctos en las ciencias de la manipulación, resultaban desconocidas y sorprendentes.
La pandemia llegó en marzo de 2019, a unos meses de la llegada de López Obrador al poder. La derecha argentina vivía sus últimos meses en el gobierno. El descontento en Colombia y Brasil anunciaba la derrota de Duque y Bolsonaro, respectivamente. En Bolivia, Evo Morales mantenía aún su fuerza social en su gobierno. Y el resto de América Latina oscilaba entre derecha e izquierda anunciando la muy posible agonía conservadora. Era el momento de colocar en estado de experimentación la información de esa parte del continente.
El experimento tenía como medidas de tiempo y espacio las próximas elecciones que irían desde Estados Unidos hasta la Patagonia. Así, los candidatos preferidos de los medios eran los que se impulsarían de manera soterrada pero contundente, y las medias verdades de los manipuladores se imponían como hechos consumados o puntos de referencia mediática y la mentira imperaba como consigna de los conservadores sin competidor ni obstáculos.
El experimento no sólo permitió medir preferencias más allá de las encuestas amañadas sino la manipulación del voto. Constató valores y emociones de la población de cada país y las utilizó a favor de los más poderosos. Esto tuvo como muestra la sorpresa de que en la Ciudad de México haya ganado el PAN alcaldías como Cuauhtémoc, o que los resultados electorales en Brasil hayan sido reñidos, y otras sorpresas que llegan a su punto máximo en el hecho de que el propio votante no se explica cómo, en el momento de estar frente a las urnas, votó por quien no quería votar.
Ejercer el derecho al sufragio e informarse se convierte en un acto de suma conciencia, deja de ser un ejercicio de la indiferencia o la pasividad para convertirse en una responsabilidad mayor. Informarse y votar es un acto de conciencia que exige colocar alertas en la percepción y un profundo viaje a través de la conciencia.
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