Chicomecóatl. Una pieza, una diosa
Antiguas diosas nahuas han despertado de un prolongado letargo: Coatlicue lo hizo en 1790, en la capital novohispana, mientras que otras dos resurgieron en la moderna Ciudad de México, primero Coyolxauhqui, en 1978, y después Chicomecóatl, la diosa del maíz, en abril de 1994. Una nueva exposición pone la lupa sobre esta última deidad prehispánica, la cual se aguardó por más de 500 años, para los habitantes de Culhuacán.
Tras dos años de contingencia sanitaria, el Centro Comunitario Culhuacán vuelve a sus actividades presenciales con Chicomecóatl. Una pieza, una diosa, evocación de su hallazgo acaecido en un ojo de agua del viejo embarcadero, ubicado frente al exconvento agustino de San Juan Evangelista.
Con esta muestra, organizada por la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), se diseccionan los significados, evidentes y ocultos, de esta pieza labrada en basalto rojizo, en el periodo Posclásico Tardío (1200-1521 d.C.), al tiempo que el recinto inaugura una serie, basada en una obra en particular, que busca mostrar la riqueza de su colección arqueológica, “para que nos cuenten lo que ocurría en Culhuacán previamente a la llegada de los españoles”, explica su directora, María del Carmen Mendoza Aburto.
Entre los aspectos que retoma la exposición, están las voces de quienes fueron testigos del descubrimiento, producto del salvamento arqueológico que acompañó la rehabilitación del inmueble, para convertirse en centro comunitario.
La entonces presidenta de la junta vecinal, Teresa Espinosa Mercado, recuerda que mientras se acarreaba piedra para reparar el muro del siglo XVI que delimita lo que fue el embarcadero, se dio con un brasero en forma de maguey y un bulto de piedra que representaba un rostro femenino, adornado con un tocado rectangular llamado amacalli (casa de papel), asomando las fauces de una serpiente de cascabel; asimismo, se distinguía una especie de morral con la representación de dos mazorcas, y los cascabeles del ofidio en la parte inferior de la pieza.
El día que se encontró a la diosa, evoca en su testimonio la vecina Beatriz Cervantes Romero, “la gente consiguió maíz rojo, azul, blanco y pinto. Amarraron las mazorcas de las hojas y se las pusieron alrededor; también, incienso en un brasero que salió de ahí mismo. La gente trajo semillas y todo aquello que da la tierra, todo lo que creemos que hacían antes”.
Los pobladores no erraban, refiere la responsable del proyecto museológico de esta exposición, María Graciela Bedolla Giles, pues Chicomecóatl, “Siete serpiente”, está íntimamente ligada al ciclo agrícola. Dentro del calendario de 365 días, conocido como Xiuhpohualli, el cual constaba de 18 unidades (meses) de 20 días, se le dedicaba la cuarta veintena, hacia los últimos días de abril y los primeros de mayo.
“Se llamaba huey tozoztli, que se puede traducir como la gran velación. Durante la celebración, en templos, casas y sembradíos se hacían ofrendas de maíz tierno, mazorcas para desgranar y semillas de frijol, calabaza y chile, para que llegaran las primeras lluvias, además de sembrarse las semillas para el siguiente ciclo. Aparte, se elaboraban figuras de tzoalli, masa de semillas de amaranto con miel de maguey, para consumo ritual”
Por tanto, subraya, Chicomecóatl era la más importante de todas las deidades de la vegetación, pues el maíz tenía y sigue ocupando un lugar preponderante en la dieta, las creencias y valores de los mexicanos. Por ejemplo, los pobladores del Ejido de los Reyes, en Culhuacán, llevan a bendecir sus semillas para la misa dedicada a san Isidro Labrador, como se hacía para la diosa en tiempos prehispánicos.
Chicomecóatl. Una pieza, una diosa permanecerá hasta el 14 de abril de 2023, en el Centro Comunitario Culhuacán (calle Morelos No. 10, colonia Culhuacán, alcaldía Iztapalapa), de martes a viernes, de 9:00 a 17:00 horas. Entrada libre, cupo limitado a 60 personas.