Opinión
Aquiles Cantarell
El 4 de julio se celebra el Día Mundial del Ebook o Libro Electrónico, una iniciativa que fomenta la lectura y la difusión libre de contenidos digitales.
La realidad es que los libros electrónicos y la nueva tecnología al servicio de la lectura, pueden tener un papel muy importante en la superación de los obstáculos al acceso a la cultura.
Se trata de formatos alternativos que ofrecen mayor comodidad y rapidez de acceso. Incluso se han creado asistentes de lectura que pueden servir para aquellos sectores más reticentes a la lectura o constituir un remedio para quienes padezcan impedimentos visuales, o simplemente para quienes deseen regalar un descanso a sus ojos tras largas jornadas ante una pantalla de la computadora.
En la actualidad existen muchas herramientas tecnológicas que pueden ayudar a las personas con dificultades para la lectura a superar las barreras con las que se encuentran cuando se disponen a leer.
Sin embargo, todo ello no ha creado una cultura de la lectura, aunque los optimistas tecnológicos lo afirmen, puesto que la lectura es un ejercicio que se debe de inculcar desde el hogar y desde la infancia.
Iniciarse en ello es una cuesta arriba para quienes lo practican a la ya tardía etapa de la juventud o el fin de la adolescencia. Si no, pregunte las razones de quienes desertan de carreas humanísticas; generalmente la respuesta es: “Es que no me gusta leer”.
Si a eso sumamos aquello de que un ciego no puede guiar a otro ciego, la cosa se complica; y es que en nuestro país, los profesores no están entrenados ni acostumbrados a leer. Y el hecho de contar con un dispositivo electrónico no genera muchos más lectores, por lo que este es todavía un proceso largo y tortuoso.
Por otro lado, y haciendo un poco de historia, algunas fuentes afirman que el origen del famosísimo e internacional ebook se encuentra nada más y nada menos que en tierras gallegas.
Su impulsora fue Ángela Ruiz Robles, maestra, escritora e inventora quien, cansada de ver cómo sus alumnos cargaban un peso desmesurado con los libros de todas las materias, se puso manos a la obra. Y en 1949 patentó la llamada “enciclopedia mecánica”, una especie de maletín considerado el precursor del ebook.
Después, Michael Hart, escritor estadounidense, en su etapa de formación en la Universidad de Illinois tuvo acceso privilegiado a la red ARPANET, predecesor del actual Internet. Hart decidió usar la conexión a la red para compartir contenido con otros usuarios, mecanografiando un texto para enviarlo por e-mail a muchos usuarios.
Así, subió el contenido mecanografiado —una copia de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos que le habían regalado ese mismo día en una tienda, ya que se celebraba el 4 de julio—, y lo puso disponible para descarga. Ahí nació el primer ebook.
Posteriormente, se impulsó el Proyecto Gutenberg, que se guiaba por un principio básico: crear una gran biblioteca gratuita con libros electrónicos de dominio público, ya fueran libros clásicos cuyos derechos habían expirado o libros cuyos autores accedían a distribuir de forma gratuita. El objetivo era “contribuir a romper los barrotes de la ignorancia y el analfabetismo”.
Posteriormente apareció la tinta electrónica, resultado de una investigación del Massachusetts Institute of Technology (MIT), que permitía que las pantallas de los lectores digitales no tuvieran que estar retroiluminados, con menor sufrimiento para la vista, a la vez que sólo consumía energía cuando se cambiaba de página a diferencia de otros dispositivos. Además, era pequeño y manejable.
Siguiendo su senda, en 2007 apareció el Kindle de Amazon, que representó el boom que haría accesibles los libros digitales al gran público. La nueva propuesta se conectaba al servidor de Amazon y el usuario podía comprar su libro digital y disfrutarlo al instante en su lector digital.
Sin embargo, prácticamente todos estos esfuerzos sólo alcanzan a quienes ya son lectores, pero no logra incorporar a grandes sectores de NO lectores, pues como ya dijimos, la afición a la lectura hay que fomentarla desde la infancia; y los manuales técnicos no cuentan como lecturas.
Ya para terminar, y cómo muestra, van algunos datos para documentar su pesimismo…
Según los resultados del Módulo de Lectura (Molec) 2020, elaborado por el Inegi, en México, se leen en promedio por persona 3.4 libros al año, aunque un estudio de la ONU dice que son menos, 1.4.
Entre 2016 y 2021, el porcentaje de población lectora de libros en formato digital pasó de 6,8% a 21,5%. Finalmente, 35% de los mexicanos aseguran nunca haber leído un libro completo.