Una reportera pregunta en la conferencia mañanera de hoy, al presidente López Obrador:
“¿Qué opinión le merecen los audios que circulan en redes sociales, donde se escucha con claridad al presidente del PRI, Alejandro Moreno, señalar que a los periodistas no se les debe matar a balazos, sino que hay que matarlos de hambre?”
El presidente responde con tranquilidad. “En eso no me meto. No voy a opinar sobre ese asunto. Es una situación que nada le aporta al país y que por lo mismo, no quiero comentar”.
Esta respuesta seca, clara, que impide que la reportera insista sobre un tema al que el presidente no da valor alguno, desconcierta a varios.
Decir que las palabras dichas por Alejandro Moreno, carecen de valor, les pareció algo discutible.
Que alguien sea exhibido, haciendo señalamientos que ofenden a los periodistas de nuestro país, es algo que tiene implicaciones de todo tipo. Habría que comentarlo y de ser necesario, turnar el caso a las autoridades competentes, por la posible comisión de algún delito.
Pero el presidente prefiere dejar de lado el tema y ocuparse de otros asuntos que forman parte de la agenda del día.
¿Por qué esta postura que no a todos agrada?
Por varias situaciones que vistas en su conjunto, dan la razón al presidente.
En primer lugar, porque estamos a unos días de que se verifiquen procesos electorales en seis Estados del país. Son tiempos en los que cualquier declaración política, puede incidir en el resultado que arroje el proceso. Alejandro Moreno que ha visto aparecer estos audios con sorpresa y rencor hacia quien los difunde, no ha dado más justificación, que la históricamente utilizada por los corruptos militantes de los partidos conservadores. “Soy un perseguido político”.
No tiene otra salida a la mano. Su voz está ahí y él mismo acepta que en los audios aparece su voz, aunque hace el señalamiento de que la grabación “fue manipulada”.
Una crítica hacia su persona y su conducta, por parte del presidente de México, sería la oportunidad para que “Alito” señalara que es cierta la persecución que enfrenta, por parte del gobierno y de Morena. Empezando por el presidente del país.
Ese recurso se lo quita de las manos López Obrador, al negarse a dar cualquier opinión sobre el tema. Ni acusa, ni exonera. Sencillamente no se pronuncia sobre el asunto. Y lo de la “persecución política” no pasa entonces de ser la defensa débil de un corrupto.
Otra situación tiene que ver con la marcha que llevan los procesos electorales en los seis Estados, donde habrá relevo en el puesto de gobernador. Morena tiene amplias posibilidades para llevarse “seis de seis”. Es evidente que la sociedad mexicana sí le está pasando factura a la oposición, por haber votado en contra de la Reforma Eléctrica, hace unos meses. Todas las encuestas dan como favoritos a los candidatos de Morena en las seis entidades. Si la oposición pensó que no pagaría esa factura por su traición a la Patria, hoy está viendo que el rechazo social hacia sus candidatos y lo que representan, es fuerte.
¿Para qué meter una descalificación hacia el presidente de uno de los partidos opositores, a días de verificarse la jornada electoral? Sería como lanzar una tabla de salvación al barco opositor que se hunde solo. Sería el arma de última hora, para repetir hasta el cansancio que hay acoso desde la presidencia.
La tercera circunstancia tiene que ver directamente con Alejandro Moreno. Su carrera política está muerta. Por más dinero y publicidad que le inyecte Claudio X González para intentar revivirlo, es caso perdido. Es un lastre para el PAN, para el zombie PRD, e incluso para el mismo priismo.
Alejandro Moreno ha perdido en el corto periodo en que se ha desempeñado como presidente del PRI, más gubernaturas que cualquier otro responsable del partido.
Hace un año se fueron de las manos del priismo ocho gubernaturas y el 5 de junio próximo, perderá otras dos.
Los priistas deben estarse dando de topes, por haber desatendido las advertencias de Ulises Ruíz, quien no hace mucho tiempo, intentó sacar de la presidencia del partido a “Alito”, por saber que se trataba de un político incompetente, corrupto en exceso (y para que los priistas señalen eso, es porque la cosa está grave) y falto de lealtad hacia el partido.
Los audios que está sacando a la luz el equipo de la gobernadora de Campeche, Layda Sansores, han hecho blanco en la línea de flotación del barco opositor.
Donde quiera que se para Alejandro Moreno, recibe muestras de rechazo social. Las encuestas muestran que los candidatos que han recibido ese respaldo de manera personal, en lugar de crecer, se achican a los ojos del votante.
Como el ambicioso que es, Alejandro Moreno se resiste a hacer el único acto congruente que le queda abierto. Renunciar a la presidencia del PRI, para dejar de hacer daño a sus compañeros de causa.
Mantiene sus sueños de ser candidato a la presidencia en 2024, o al menos eso dice públicamente.
Pero nadie apuesta un centavo por él. Ni siquiera Claudio X González, que lo mantiene en activo, a falta de personal de reemplazo y en consideración a que el relevo en este momento, sería intrascendente. El mal ya está hecho y con “Alito” o sin “Alito”, el desastre que se avecina, es imparable.
¿Para que ensañarse entonces con un opositor caído? López Obrador dice bien, al señalar que lo que sucede en este momento con Alejandro Moreno, no tiene relevancia, para ser considerado como asunto de interés nacional.
Por eso nada opina al respecto.
La espectacular caída de Alejandro Moreno, no para en lo político. Hay demandas en curso y acusaciones por presentar.
Sus dichos en contra de los periodistas lo muestran como el corrupto que es. Un personaje sin valores y sin ética alguna.
Probablemente más adelante, deba responder ante la justicia.
Hoy, queda claro, tiene un fuerte rechazo popular, que arrastra a la derrota definitiva a la causa conservadora.
El 5 de junio, 6 Estados del país, se vestirán color Morena.
Malthus Gamba