La gira del presidente López Obrador por Centroamérica y Cuba reviste una importancia que no se puede apreciar a simple vista. Si bien el propósito principal del viaje es acordar con los gobiernos de Guatemala, Salvador, Honduras, Belice y Cuba, acciones específicas para mejorar las condiciones de vida de las personas en esos países, a fin de que no se vean obligados a migrar para buscarse la vida, el fondo del asunto es mucho más profundo de lo que parece.
Nuestro mandatario acordó medidas puntuales para destinar apoyo desde México en la instalación de programas sociales como Sembrando Vida y Jóvenes Construyendo el Futuro, preparando el terreno para que una vez que los Estados Unidos decidan realmente invertir los 4 mil millones de dólares que prometieron para estas acciones, los programas se puedan aplicar en forma eficaz y sin contratiempos.
Por otro lado subrayó claramente que terminó la época en la que los gobiernos mexicanos corruptos del pasado, mantuvieron una actitud de completo desinterés por estos países y por sus habitantes, para iniciar una en la que podamos actuar como bloque junto con el resto de los países de América, incluyendo a nuestros hermanos centroamericanos en el desarrollo y el bienestar, poniéndole la atención necesaria a sus problemas, que son similares a los que viven los ciudadanos mexicanos en el sureste del país.
Si bien estos son los objetivos visibles de la gira, hay un efecto secundario que tenemos que considerar a partir de un análisis de consecuencias más fino.
No son pocos los centroamericanos, especialmente los hondureños, salvadoreños y guatemaltecos, que viven en los Estados Unidos como migrantes, que complementan la fuerza económica y política de los latinos residentes en aquel país, cuyo trabajo y capacidad de compra es equivalente al 10% del PIB y del consumo en los Estados Unidos.
Hay 62 millones de latinos viviendo en ese país, de los cuales se calcula que más de 40 millones son mexicanos y entre 6 y 7 millones son de origen centroamericano. Juntos representan el 76% de la riqueza que producen los latinos en ese país. Solo los mexicanos son dueños de una de cada 4 empresas de construcción que existen actualmente en los Estados Unidos.
Como fuerza política con cifras muy conservadoras, podríamos pensar que los votos de mexicanos y centroamericanos con derechos civiles en los Estados Unidos, pueden representar por lo menos 15 millones, que corresponden al 15% de los votos populares emitidos en la última elección presidencial entre Biden y Trump.
De acuerdo con las cifras publicadas, Joe Biden le ganó a Donald Trump por solo 7 millones de votos populares, aunque como sabemos lo que cuenta al final son los votos de los colegios electorales, pero en una fuerte medida dependen del voto popular.
En pocas palabras, los votos de mexicanos y centroamericanos juntos, pueden definir la próxima elección presidencial en los Estados Unidos y los paisanos pueden muy bien atender alguna sugerencia a este respecto, en caso de que el discurso de un candidato se agudice en contra de los intereses de los migrantes o de sus países de origen.
La importancia de esta gira en el juego geopolítico es mucho más relevante que la que pueda tener en materia económica y es una más muestra de la pericia estratégica con la que se desenvuelve el presidente de México en este escenario.
Como dijo el filósofo y político italiano Nicolás Maquiavelo: “Jamás persona alguna de humilde estado ha ganado gran poder sólo por medio de la fuerza, pero sí sólo con la astucia”.