Los empresarios oligarcas de México que se quedaron con las riquezas del país, que recibieron condonaciones de impuestos, empresas paraestatales a precios de risa, así como todo tipo de apapachos de los cinco gobiernos anteriores, lloraron todo el año pasado porque la pandemia y la política de austeridad de la actual administración, los tenía sin dinero.
Por eso pedían que el gobierno federal se endeudara para darles apoyos fiscales y para pagar parte de las nóminas de sus trabajadores, que tradicionalmente han mantenido con salarios de hambre o en esquemas de outsourcing.
La noticia es que sí les alcanzó para invertir 6 mil 277 millones de dólares en empresas o proyectos fuera de México, pero muchos de ellos cancelaron empleos y se negaron a pagar los salarios dentro del país, porque están acostumbrados a que el gobierno invierta a nombre de ellos y les endose las ganancias de esa inversión.
Sucede que desde el año 2005, durante el malogrado gobierno del defraudador electoral Vicente Fox, los 300 empresarios más grandes de México, firmaron el Pacto de Chapultepec para ponerse de acuerdo en impulsar la actividad económica y el empleo.
Desde ese año a la fecha estos grandes traficantes de influencias han invertido fuera de México más de 142 mil millones de dólares, algo así como 3 billones de pesos en empresas y proyectos que ayudan al desarrollo económico en otros países.
En México desde entonces han estado recibiendo créditos de la banca de desarrollo, para meterlos en proyectos cuyo riesgo financiero resulta ser de los bancos del gobierno que se financian con dinero de nuestros impuestos. Es decir, que para no variar, el riesgo de sus proyectos es de todos los mexicanos, no de ellos.
A cambio estos muertos de hambre insaciables, colocan el dinero que ganan aquí en otras partes del mundo, mientras en México ni los impuestos pagaban.
A diferencia de estos seres voraces, hipócritas y despreciables, vemos que cada año desde 2019, nuestros paisanos mexicanos que viven en los Estados Unidos, han venido incrementando los montos que mandan a sus familias en vez de invertirlos en ese país.
Esos ciudadanos que fueron desplazados y expulsados de su país, por favorecer al grupito de buitres empresariales de la pomposa oligarquía pulquera de México, son quienes hoy están revirtiendo ese flujo financiero que sólo sería negativo si dependiera de los grandes empresarios.
Para darnos una idea de la fuerza económica que representan para México esos paisanos, sólo hay que entender que la cantidad de dinero que esos empresarios sacaron el año pasado para invertirlo fuera del país, equivale a la que nuestros migrantes están metiendo cada mes.
A este ritmo, el dinero que ingresa a través de las remesas a México, va a recuperar esos 142 mil millones de dólares en solo 3 años. Así es que para los mexicanos no es negocio volver a apoyar a los oligarcas con privilegios fiscales y financieros, pero sí lo es el apoyar a las familias de los migrantes con todos los programas sociales que podamos mantener e implementar, y darles a ellos la mayor cantidad de facilidades para que se integren en la vida política del país, como el derecho al voto que el INE les ha negado hasta hoy, o los mecanismos que se deben diseñar para apoyar a empresas medianas y pequeñas que sean manejadas por empresarios de verdad, que cumplan con sus obligaciones fiscales, sociales y laborales.
Nunca como ahora ha sido más cierta la frase de “solo el pueblo puede salvar al pueblo”.
Como dijo el escritor francés, Conde de Mirabeau: “Los privilegios acabarán, pero el pueblo es eterno”.