Es de dominio público que las estructuras de procuración y administración de justicia en México están podridas, desde el funcionamiento de la policía preventiva, hasta la operación de los penales donde viven decenas de miles de personas que deberían estar fuera de la cárcel y que en muchos de esos casos, ni siquiera podría justificarse que hubiesen llegado ahí.
La podredumbre los alcanza a todos, desde las policías, pasando por los ministerios públicos, los jueces, los magistrados y hasta los ministros de la Suprema Corte de Justicia, que se han manejado desapegados de la justicia y apegados al dinero, doblando la ley todo lo que sea necesario cuando se trata de favorecer a quienes compran sus servicios.
Así como sucedía en prácticamente todo el gobierno y aunque se ha hecho un gran esfuerzo estos últimos 3 años para limpiarlo, todavía existe fruta podrida dentro de la canasta, en el poder judicial esta condición ni siquiera parece haberse comenzado a revisar seriamente. Es desde el gobierno federal que se presentan denuncias contra jueces cuya actuación es evidentemente contraria al sentido común y a la justicia y no desde el interior de ese poder como deberíamos esperar en medio de una transformación profunda de las instituciones.
En ese escenario de corrupción generalizada que tiene secuestrado al poder judicial, se desenvuelve un organismo que es parte de él, pero que en el pasado se le otorgó la calidad de autónomo, que puede hacer de las suyas sin que prácticamente nadie sea capaz de enfrentarlo. El Tribunal Federal Electoral del Poder Judicial, como el INE, goza de una posición que lo mantiene como una especie de virreinato intocable, condición de la que se valen para hacer cualquier cantidad de porquerías que perjudican a la democracia en México y le evitan avanzar al ritmo que exigimos hoy los ciudadanos.
Estos magistrados fueron colocados ahí por los partidos políticos, principalmente por el PRI, PAN y PRD, en épocas donde el gobierno y los partidos se metían juntos en la cama para practicar los actos de saqueo y manipulación más aberrantes en contra del interés democrático de la ciudadanía.
Hoy su nivel de podredumbre ya logró reventar las coladeras e inundar de inmundicia la vida pública sin el menor recato de parte de los magistrados del Tribunal Electoral, que están llevando a cabo un pleito como de cantina con todo tipo de escándalos, que van desde desatender las reuniones a las que deben asistir, hasta pasarse abiertamente la ley por debajo de las suelas de los zapatos para intentar violentar el orden administrativo de la misma institución que representan, a los ojos de todo el país.
Así es que sin tener facultades, destituyen al presidente del Tribunal que es un impresentable como todos ellos, para nombrar a otro de la misma calidad moral, pero que le resulta más conveniente al resto de la pandilla.
¿Y dónde quedan las leyes que juraron cumplir y hacer cumplir? Ahora ya no les importa que todo el mundo se dé cuenta de que eso es lo último que les preocupa y se avientan el trago en la cara unos a otros.
Como les dijo el Presidente después de presenciar su indefendible comportamiento de pleito callejero, en una de las instituciones cuyo desempeño es más importante durante la transformación que estamos viviendo en México, dan vergüenza y por dignidad deberían renunciar todos, pero para eso tendrían que tener dignidad y ya nos demostraron que su diccionario no incluye tal concepto.
Como dijo el escultor español Eduardo Chillida: “Un hombre tiene que tener siempre el nivel de la dignidad por encima del nivel del miedo y del interés”.