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Xóchitl, la gelatina que no cuajó
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Xóchitl, la gelatina que no cuajó

Por: Saúl Sánchez López
@Martillazo

Hace menos de un año, Xóchitl Gálvez publicaba un video en el que anunciaba su intención de contender por la Presidencia de la República por el entonces Frente Amplio, enfatizando su pasado como humilde vendedora de gelatinas. Dicho anuncio causó revuelo en redes sociales al punto de posicionarla en las encuestas como la favorita entre los pre-candidatos de oposición.

​No era de extrañar. La entonces senadora había estado en los reflectores por largo tiempo gracias a una serie de estrategias sensacionalistas que incluían, entre otras cosas, parodiar a López Obrador, ponerse una botarga de dinosaurio, hacer un falso LEGO de la Casa Gris, encadenarse a la tribuna del senado y, más recientemente, exigir en persona que le abrieran Palacio Nacional para hacer valer su derecho de réplica en la mañanera.

Desde 2022 su nombre sonaba fuerte en las encuestas para la Jefatura de Gobierno de la CDMX, pero desde 2023 se le empezó a medir también para la presidencia. Este hecho, sumado a que se dejó endulzar el oído por quién sabe quién, hizo que -en un arrebato de soberbia- se decidiera finalmente por la fantasía de convertirse en la primera mujer presidenta. Fantasía que quedó solo en eso.

La reacción viral a su video de lanzamiento convenció al PRIAN de que había encontrado a su campeona. Después de todo, contaba con todos los ingredientes para subir como la espuma: mujer, indígena, empresaria, proveniente de la clase popular… sin mencionar el apoyo irrestricto de los grandes medios, quienes abiertamente le hicieron propaganda desde un principio. El personaje se prestaba perfectamente para contar una telenovela: la clásica niña pobre que triunfa frente a la adversidad hasta llegar a la presidencia. El marketing político estaba más que hecho, solo faltaba un nombre “pegajoso” y un símbolo que sustituyera el desgastado logo de los partidos que la postulaban.

“Fuerza y corazón por México” fue lo mejor que se les ocurrió. Sumamente cursi, sí, pero cumplía su propósito, denotando el carácter afectivo y la buena vibra que en un principio quería proyectarse. La supuesta causa por la democracia junto con el engaño de la marea rosa fueron la cereza del pastel. Entonces, ¿qué salió mal?

El problema fue de origen y tiene que ver con la misma coalición opositora (PRIANRD). Tres partidos históricos venidos a menos, unidos por su debilidad, con el único propósito de vencer a MORENA. Nada convincente.

Cómo justificar ideológicamente dicha alianza si hasta hace poco eran enemigos acérrimos, qué clase de proyecto podría unir a partidos tan disímiles. Esta cuestión ya le había causado problemas a Ricardo Anaya en las elecciones pasadas, donde tuvo que hacer malabares para armar una propuesta coherente. Movimiento Ciudadano vislumbró a tiempo la hecatombe que se venía y nunca tuvo la tentación de embarcarse en una empresa destinada al fracaso.

Otro tema es el desprestigio de cada uno de los tres partidos. EL PRD era ya un muerto viviente; el PRI, la encarnación de la corrupción, y el PAN, un partido estancado y alicaído cuyos mejores tiempos quedaron claramente atrás. Siendo justos, nadie hubiera tenido éxito encabezando semejante coalición.

​La elección de una candidata sin afiliación partidista buscaba precisamente soslayar estos problemas, aunque a decir verdad solo abonó a la incongruencia. ¡Quién mejor para enarbolar una alianza contradictoria que alguien que no pertenece a ninguno de los tres partidos! La lógica del absurdo. Así, la candidatura de Xóchitl Gálvez nació con un problema de identidad política: era “ciudadana”, pero representaba a tres partidos con los cuales -según ella- no tenía nada que ver. Del mismo modo, su orientación política no podía ser más ambigua. Ora de derecha, ora de izquierda, sus posturas tuvieron más vaivenes que el peso. Lo único constante fue su reivindicación de la política social de López Obrador (!), con lo que buscaba rebasar a MORENA por la izquierda, dejando a los votantes conservadores en la orfandad.

​Sin proyecto político ni visión de país, su candidatura avanzó dando tumbos, marcada por desaciertos y una campaña negativa que no hizo más que ensuciar la elección, desalentando a propios y extraños. Apostó por la calumnia, la difamación y la injuria, convirtiéndose en la candidata de las mentiras. Se dedicó a convencernos de no votar por Claudia sin jamás decir por qué votar por ella. Su único propósito fue aglutinar el voto anti 4T; un error de cálculo que le costaría la elección. Ello aunado a las propias limitaciones de una candidata torpe en términos de oratoria y carente de agilidad mental, especialmente a la hora de improvisar, además de ciertos hechos bochornosos que la hicieron el hazmerreír de las campañas, como poner la bandera de cabeza en el primer debate, firmar sus compromisos con sangre o pegar el chicle por doquier.

PRI-PAN-PRD-Xóchitl-marea rosa; la mezcla nunca acabó de integrarse. Ahora que todo acabó, los líderes partidistas llaman a reflexionar mientras esperan sus escaños, los encuestadores piden perdón por su “error” y juran que no volverá a pasar, los analistas que sugirieron la guerra sucia dicen no entender qué pasó… no importa. Nadie los va a recordar. Al final, en los anales de la historia quedará solo ella: Xóchitl, la gelatina que no cuajó, el chicle que no pegó, la presidenta que no pudo ser.

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