TATIANA vs JALIFE (Punto para Max Cortázar)
En periodo electoral, los ciudadanos mexicanos deben tener presente que los “tele-dramas”, las comedias políticas y los escándalos al estilo “Ventaneando”, estarán presenten en la escena política, puesto que las descalificaciones, la guerra sucia y el escándalo, son armas que se utilizarán en forma recurrente, para intentar “bajar” a quien se encuentre “arriba” en las encuestas sobre preferencia en el voto, e impulsar a los candidatos que intentan subir sus números, a costa de lo que sea.
El “escándalo” surgido a raíz de la detención del periodista, profesor y analista Alfredo Jalife Rahme, ocurrido en la Ciudad de México, a petición de las autoridades de Nuevo León, abre una grieta significativa en el bloque del Movimiento de Transformación. Brecha visible, pero que no tiene suficiente profundidad para poner en riesgo al Movimiento, o al triunfo arrollador de Claudia Sheinbaum en la elección del 2024.
Sin embargo, preocupa que el primer embate en firme, organizado por el nuevo coordinador de estrategia en el equipo de Xóchitl Gálvez, haya atinado en el blanco, sin que la gente de izquierda tome conciencia plena de este hecho.
Hace aproximadamente un año, Tatiana Clouthier, presentó una denuncia en contra de Alfredo Jalife, por haber expresado públicamente, que Tatiana operaba en favor de intereses norteamericanos, para que los yacimientos de litio en nuestro país, quedaran en manos de empresas privadas foráneas. Nada más que Jalife señaló que Tatiana quería “robar” el litio nacional.
Tatiana Clouthier defendía en esto el modelo boliviano, donde el Estado participa con un 51% en el mercado extractivo y comercial del litio y el sector privado invierte en la parte restante, a través de diferentes empresas.
La opinión del presidente López Obrador, como sabemos, es enteramente nacionalista y por lo mismo, Ley Energética, así como la Reforma Energética que se plantea aprobar cuando se cuente con mayoría calificada en el Congreso, contemplan esa postura. Habría posibilidad para la iniciativa privada en la comercialización del producto, pero no se otorgarán concesiones a particulares para su explotación.
Tatiana Clothier sale del gabinete del presidente por esta visión más de centro, en cuestiones energéticas y por problemas familiares que se le presentan al mismo tiempo. Se va a radicar al estado de Nuevo León y ahí presenta una denuncia en contra de Alfredo Jalife, por actos considerados por ella, como de difamación. Y nada pasa durante todo un año.
Sin embargo, ahora que Tatiana es nombrada vocera en la precampaña de Claudia Sheinbaum, las autoridades priistas en Nuevo León, “milagrosamente” retoman el caso y solicitan a las autoridades en la Ciudad de México, la detención de Alfredo Jalife, para su comparecencia en Nuevo León, donde el delito de difamación comprobada, se castiga con penas de 2 a 4 años de cárcel, o al pago de una multa en efectivo. La ley es vieja y anacrónica, pero así está establecida. Es una ley vigente.
¿Qué hay en realidad detrás de todo este melodrama?
Está la mano de Max Cortázar, en la estrategia de guerra sucia que tiene encomendada. Es el primer movimiento serio para desgastar, ensuciar y quebrar al bloque sólido del Movimiento de Transformación, utilizando una guerra de lodo bien estructurada.
Es cierto que Alfredo Jalife no debió haber pisado la cárcel por sus declaraciones personales. En cualquier otro estado del país, la denuncia por difamación se habría seguido por la vía civil y no por la penal, como ocurre en Nuevo León. Pero Tatiana vive en ese estado y no se le puede pedir que vaya a otra localidad a realizar un trámite de este tipo, cuidando las garantías de Jalife.
Pero también es cierto que Tatiana no hizo algo reprobable. Acudió a la justicia en defensa de su honorabilidad, al sentir que lo dicho por Alfredo Jalife, atentaba contra su honor e imagen pública.
El problema lo genera la falta de compromiso del Congreso Estatal en Nuevo León, al no actualizar este tipo de leyes anacrónicas, para ponerlas en concordancia con la interpretación que se da en el resto del país.
Max Coirtázar ve este pequeño espacio para un ataque efectivo y no desaprovecha la oportunidad. De inmediato trata de ligar el asunto con Claudia Sheinbaum, impulsando en una campaña en medios informativos reaccionarios y en redes sociales, la idea de que la gente del equipo Claudia, es autoritaria y contraria a la libertad de expresión y mucha gente de izquierda se “engancha” en esta pelea estéril, que únicamente beneficia al bando reaccionario.
Algunos están de acuerdo con Jalife y otros con Tatiana. Incluso se llega al extremo de pedir la separación inmediata de Tatiana del equipo de precampaña de Claudia.
Mi lectura sobre el asunto es esta.
La cosa no pasó a mayores. Se generó humo y nada más. Jalife está en libertad y la autoridad en Nuevo León declara que no hay elementos para mantener el arresto.
El presidente López Obrador señala en su conferencia de hoy, lo mismo. No quiere opinar mucho al respecto y solo dice que “estima mucho, mucho, mucho a Tatiana” y “también a Alfredo Jalife”. Defiende la libertad de expresión, pero señala que debe respetarse el derecho a denunciar de manera personal, cuando se piensa que un señalamiento constituye una falta que se debe castigar civilmente. En ningún caso debe ser constitutiva de acción penal, tal y como sucede hoy exclusivamente en Nuevo León.
Y hay algo más.
Ciro Gómez Leyva, periodista de corte conservador, señala en su programa matutino de hoy, que ningún comunicador tiene “patente de corso” para calumniar, difamar, acusar sin elementos o mentir”, para afectar a algún ciudadano. Trátese de quien se trate. Que la denuncia civil es la ruta correcta para frenar este tipo de acciones reprobables, que se escudan en una interpretación equivocada y mañosa de lo que significa la libertad de expresión.
Y esta reflexión me recordó un episodio histórico, que manchó la vida pública, política y, sobre todo, al periodismo de una época del pasado reciente.
Carlos Denigris fue el mejor periodista de su generación, pero al mismo tiempo, el más sucio y corrupto que se recuerde. Inteligente, capaz, brillante y con una educación esmerada (hablaba nueve idiomas), Denigris armó el equipo periodística más grande e importante de su tiempo. Integró el expediente personal de todo político destacado y con esa información, lograba obtener cuantiosas cantidades de dinero, no tanto por lo que podía escribir, sino por lo que se comprometía a callar.
Una nota de Denigris en Excélsior, en contra del político que se negaba a pagar, una calumnia suya, una difamación, o una verdad comprometedora, podía significar el final de una carrera. El poder mediático de Denigris era total y la clase política en su conjunto le temía. Cuando muere asesinado por su última esposa mientras dormía, teniendo ya 60 años de edad, nadie lamentó su partida. Se trató de un personaje que hizo uso de una libertad periodística, para beneficio propio.
Y pienso que, en este momento, Max Cortázar intenta algo similar a lo que el país vivió en tiempos de Denigris, usando al periodismo reaccionario corrupto. Manipular el derecho a la libertad de expresión, como arma política para atacar suciamente a rivales de izquierda.
Jalife tiene todo el derecho a realizar los señalamientos que considere convenientes, pero si estos carecen de fundamento y afectan a cualquier otro, el derecho a la demanda civil debe quedar garantizado.
El periodismo y el análisis en medios informativos, no otorga una “patente de corso” para dañar la imagen pública de cualquier otro.
Yo recomendaría a la gente del Movimiento, no “engancharse” en este tipo de situaciones creadas a propósito, con el fin de dividir y resquebrajar a quienes militan y simpatizan con la Cuarta Transformación.
Para eso incluyeron a Max Cortázar en el equipo de Xóchitl Gálvez. Para dañar y dividir.
No hagamos caso a campañas artificiales, donde no hay fuego y sí una tóxica cortina de humo que asfixia a quien respira en ese espacio.
Somos un Movimiento unido y fuerte y debemos continuar así.
Malthus Gamba