Hace décadas que la ciencia desalentó las especulaciones sobre si “Fueron los dioses astronautas” como título del libro publicado en 1968 por el escritor y arqueólogo suizo Erich von Däniken. En la obra, el autor trabaja con la hipótesis de que los dioses descritos en la literatura y en las sagradas escrituras de las principales religiones y civilizaciones eran, en realidad, extraterrestres que supuestamente visitaron el planeta Tierra en el pasado.
Luego de haber sido traducido a 32 idiomas y haber vendido más de 63 millones de copias, el libro comenzó a perder credibilidad cuando diversas evidencias, supuestamente presentes en hallazgos arqueológicos, monumentos antiguos, mapas y marcas intrigantes, comenzaron a descartarse científicamente. Aun así, la posibilidad de visitas extraterrestres a la Tierra sigue presente en el imaginario colectivo y ha sido fuertemente alimentada en los últimos días cuando autoridades de seguridad de varios países se preocuparon y documentaron oficialmente la aparición de ovnis (Objetos Voladores No Identificados) en sus espacios aéreos.
Pero cuando uno observa con un poco más de profundidad el avance en el uso de la tecnología satelital de órbita baja, uno puede tomar prestada la pregunta de von Däniken y hacer una pequeña adaptación para preguntar “¿Los Ovnis eran Ovnis?”.
Lamentablemente, para los amantes de la ciencia ficción, la respuesta también en este caso descarta la posibilidad de que finalmente estemos en el “Año en el que tomaremos contacto” con seres de otros planetas.
De hecho, es más probable que los avistamientos de objetos aparentemente extraños en el cielo se conviertan en la nueva normalidad con la advertencia de que no podremos llamar a estos avistamientos “OVNIS” porque se identificarán completamente como satélites de órbita baja.
La principal promesa de este equipo es la viabilidad de la cobertura de banda ancha a millones de personas en países desarrollados y en vías de desarrollo. Esto se debe a que, a diferencia de los llamados satélites geoestacionarios (GEO), que se sitúan a una distancia aproximada de 36.000 kilómetros de la Tierra, los satélites de órbita baja (LEO) operan entre 500 y 1.500 kilómetros y permiten utilizar dispositivos.
Esta distancia más corta permite un viaje de datos más rápido, conocido como latencia. Además, teniendo en cuenta que estos elementos transitan más rápido en las condiciones que ofrece el espacio (vacío) que, en los cables submarinos de fibra óptica, los satélites de órbita baja se perfilan, junto con la tecnología 5G, como una de las tecnologías más disruptivas de los próximos años. Los mayores entusiastas apuntan incluso a la posibilidad de que la conexión mediante satélites de órbita baja llegue al punto de establecer una cobertura total del área del planeta con internet rápido y de calidad.
Por estas y otras razones, la expectativa es que en los próximos años este tipo de satélites se multipliquen exponencialmente en el espacio. Según la Agencia Espacial Europea (ESA), la Tierra ya tiene alrededor de 4.700 satélites activos en su órbita, pero esto es solo el principio. Muchas empresas, unas más mediáticas y otras no tanto, tienen planes en marcha para difundir constelaciones de satélites reales en un futuro muy próximo. SpaceX, por ejemplo, habla de tener más de 40 mil, mientras que Amazon, más modesta, prevé colaborar con 3.200 y la Startup Astra, con otros 13.600 satélites.
Además de la menor altitud en la que permanecen, la razón por la que podemos ver satélites de órbita baja es que, dependiendo de dónde mires al cielo, puedes verlos reflejando la luz del sol; estos suelen ser más fáciles de ver en las zonas rurales que en las urbanas por el exceso de luz en las ciudades, y al anochecer o antes del amanecer.
Otra diferencia con los “Ovnis” es que los satélites siguen un camino lineal. Se mueven a velocidad constante y nunca hacen movimientos bruscos. Pueden tener cambios en el brillo debido al ángulo de reflexión de la luz solar y la posición de la persona que los observa. Algunas de estas características se han descrito en relatos de apariciones celestiales de los últimos días.
Toda esta información puede tranquilizar a los más temerosos de la posibilidad de un combate contra seres de otras galaxias, pero lamentablemente aumenta la preocupación de quienes se preocupan por el problema de la llamada basura espacial.
La misma ESA trabaja con información que circula actualmente en la órbita terrestre, es decir, incluso antes de esta proliferación de satélites de órbita baja, algo así como 36.500 piezas de escombros de más de 10 centímetros de ancho. El rápido crecimiento del ya gran volumen de este tipo de estructuras que flotan al mismo tiempo aumentará significativamente el riesgo de colisiones entre sí o con cohetes lanzados para otras misiones, lo que podría generar consecuencias aún inciertas.
De todos modos, la nueva normalidad para los “Ovnis” parece decir mucho más sobre la capacidad del hombre para hacer el mejor uso de los recursos naturales y con responsabilidad, que con los hábitos, intereses y posibles superpoderes de los extraterrestres.