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¿RICARDO SALINAS PLIEGO, PRESIDENTE?
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¿RICARDO SALINAS PLIEGO, PRESIDENTE?

La ultraderecha es el ala más mentirosa del conservadurismo. La más ambiciosa, la más enferma de poder. La más clasista.

Y Ricardo Salinas Pliego encarna perfectamente al integrante de un sector social decadente, que no entiende que los tiempos de la corrupción generalizada, donde los dueños del dinero se ubicaban por encima del poder político y del resto de la sociedad mexicana, son parte de un pasado vergonzoso y de ningún modo, una posibilidad presente.
Salinas Pliego siente ser parte de un reducido grupo privilegiado, que considera a este país como algo que les pertenece por derecho de clase. El ciudadano común, es visto como la masa sin rostro que debe trabajar bajo sus condiciones e intereses, a cambio del salario más bajo posible.

Los trabajadores son quienes en verdad generan la riqueza del país, en base al esfuerzo cotidiano realizado en toda actividad productiva. Pero Salinas Pliego señala reiteradamente que es él quien crea fuentes de empleo y bienestar económico.

Y esta mentira es la base de toda su construcción de corte fascista, donde con una falsa narrativa, pretende engañar al resto de la sociedad, aparentando ser una pieza insustituible en el proceso de producción nacional.

Sin un Ricardo Salinas y sus empresas, el país se hunde. Los mexicanos pierden el rumbo y la economía mexicana entra en estado de crisis. Eso declara el “Tío Richie”.
Para Ricardo Salinas Pliego, ningún gobierno es necesario en nuestro país. Podemos prescindir del gobierno actual y de cualquier otro. No necesitamos una entidad que ordene la administración pública, que regule la economía y proteja a los sectores menos favorecidos. Basta con que las reglas del mercado operen libremente, y los ciudadanos se armen hasta los dientes, tal y como ocurre con nuestro vecino del norte, para que la estabilidad nacional quede garantizada.

Todo gobierno estorba (a sus intereses). El pago de impuestos para la correcta marcha de los servicios básicos de bienestar social, es un robo (porque afecta a sus intereses). La seguridad ciudadana puede resolverse con armas adquiridas en total libertad.

Su discurso es de corte fascista. Y lo es porque dice estar de acuerdo con las políticas aplicadas actualmente en Argentina, donde Milei abre enteramente las puertas del país al capital privado, nacional y foráneo. Un Milei que debilita la posición del gobierno, en favor de la rapacidad de los inversionistas que llegan al saqueo generalizado. A la destrucción del bienestar social. A la explotación de los humildes para incrementar los capitales del reducido sector privilegiado. Un Milei que reprime, encarcela y suspende libertades.

La corrupción entra de nuevo a una Argentina bastante debilitada, a consecuencia de las políticas financieras entreguistas de un Mauricio Macri (hoy padrino de Javier Milei), que endeuda a su país a niveles criminales.

A esa política y a ese tipo de políticos aplaude Ricardo Salinas Pliego. Dice que son el tipo de gente a la que con gusto sentaría a su mesa.
Lo de Ricardo Salinas Pliego es el discurso “engaña bobos” propio del “poder fáctico” que se ve desplazado del control político, por un gobierno elegido y respaldado por el pueblo.

Salinas Pliego siente que puede retomar el control del país, apostando a la desinformación difundida por sus empleados, en una televisora que no es de su propiedad. Tiene concesión del Estado para operarla, pero no le pertenece en modo alguno. Como tampoco le pertenecía el campo de golf que hace poco fue recuperado por el gobierno federal, al haberse cumplido el tiempo de la concesión que se le había otorgado. Ricardo Salinas Pliego es únicamente dueño de los “fierros”, ladrillos y palos de golf que utiliza al operar esas concesiones. Lo demás, lo importante, pertenece al pueblo de México.

Ricardo Salinas Pliego se sienta en una silla, que es remedo de la silla presidencial. Coloca una bandera nacional a su espalda, igual a como lo hace cualquier gobernante en turno. Se ubica frente a las cámaras y lanza un discurso que pretende ser “lapidario”, en contra del presidente López Obrador y su gobierno.

Este viejo traficante de influencias, cree tener la fuerza suficiente para desafiar a un gobierno democráticamente electo y presionar tanto, como para que se le condonen impuestos, se le regresen concesiones y privilegios perdidos, al tiempo que se le reconoce que se encuentra por encima de la Ley y del gobierno.

Ricardo Salinas Pliego intentando con su banderita y su sillita (que recuerdan en mucho al “banquito” utilizado por Silvano Aureoles para protestar fuera de Palacio Nacional, en contra del presidente López Obrador), se ve ridículo.

No tiene el tamaño ni la fuerza política de López Obrador. No tiene el carisma del presidente. No tiene el respaldo social que ha acompañado al primer mandatario desde hace décadas. No tiene la honradez a toda prueba, de un López Obrador al que no han podido comprobarle un solo acto de corrupción, a lo largo de su vida.

A Ricardo Salinas Pliego, lo presenta la cadena televisora que tiene concesionada, como un personaje público de talla indiscutible. Pero la imagen que llega al ciudadano común, es la del pequeño y ambicioso traficante de influencias, que quiere que todo le sea regalado. No quiere pagar impuestos. Tampoco quiere pagar servicio de mantenimiento, ni renta alguna sobre sus concesiones.

Contribuir como el resto de los mexicanos, para que la administración pública desarrolle sus actividades eficientemente, es un robo, según su entender.
Insiste una y otra vez, en la afirmación de que México no necesita gobierno. Los empresarios, en una sociedad regulada por el mercado libre, son la única fuerza indispensable para crear bienestar y riqueza.

Y uno se pregunta:
¿Qué pasaría si las empresas de Ricardo Salinas Pliego desaparecieran?

Nada. El país seguiría su rumbo, sin percatarse o dolerse demasiado por esa ausencia.
La otra pregunta sería:

¿Qué pasaría si el Movimiento de Transformación desapareciera y regresaran el libre mercado, los conocidos políticos corruptos y los antiguos traficantes de influencias?
El desastre para el país sería mayúsculo. Viviríamos la misma tragedia que atraviesa en este momento Argentina.

Entre el presidente López Obrador y Ricardo Salinas Pliego, hay un universo de diferencia. Lo mismo pasa si comparamos al traficante de influencias con Claudia Sheinbaum. No da la talla.

Alguien dijo hace poco en redes sociales, que se preparaba el “relevo” en el bloque conservador, donde estaría abandonando la candidatura presidencial Xóchitl Gálvez, para dar paso a un Ricardo Salinas Pliego, que apostaría su resto, a un cierre fuerte en la búsqueda de la presidencia del país.
Un absurdo total.

Ricardo Salinas Pliego llegaría en calidad de bateador emergente, “para ver si pega su chicle”. Para remontar una ventaja de más de 30 puntos, en el espacio de dos meses.
Sería interesante ver un espectáculo igual de grotesco, a los que nos tiene acostumbrados Xóchitl Gálvez.

Un Ricardo Salinas Pliego, queriendo transformarse de la noche a la mañana, de corrupto traficante de influencias, en jefe de Estado. En “gobiernícola”.
Cosas peores nos presenta a diario la oposición.

Quizá alguien tenga en mente que los “dientes de burro” lleguen a Palacio Nacional.
Y como se sabe, soñar no cuesta nada.

Malthus Gamba

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