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Pensar en el “metaverso”, la ficción que ya casi nos alcanza
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Pensar en el “metaverso”, la ficción que ya casi nos alcanza

Textos y Contextos

Por: Miguel Alejandro Rivera
@MiguelAleRivera

Terror, ilusión o indiferencia, ¿qué causa el anuncio de Mark Zuckerberg sobre la transformación de la empresa Facebook al llamarse Meet y ser el inicio de un “metaverso”? Hace algunos días, el dueño de otras redes sociales como WhatsApp o Instagram, anunció que ya se trabaja en una red social basada en la realidad virtual, lo que debiera abrir un debate social para prevenir el mundo al que caminamos.

La pandemia por el Covid-19 aceleró drásticamente los procesos de digitalización internacional y el escenario no podría ser mejor para proponer el trabajo en oficinas virtuales, con avatares que esconden nuestras inseguridades y cuyas características podemos dominar según sea el alcance de nuestros recursos monetarios.

Imágenes de ficción que referencian a las películas Wall-E o Matrix son inevitables al pensarnos inertes, mirando una pantalla donde simulamos vivir. Inevitable pensar también en tantas reflexiones de Isaac Asimov sobre la automatización de la vida e incluso en la novela “Gel azul”, del escritor mexicano Bernardo Fernández, quien desde los noventas ya avizoraba que el ser humano podría mudarse al internet de forma “presencial”.

Entonces comienzan algunos de los problemas; basta con realizar una búsqueda sencilla en Google para encontrar, por ejemplo, casos por todo el mundo en el que menores de edad toman, sin permiso, cantidades exorbitantes de dinero de sus padres para comprar monedas de Fortnite o para suscribirse a canales de Twitch; las nuevas generaciones, y parte de las anteriores, hacen lo que sea por pertenecer y crecer en un entorno meramente virtual.

Casos de este tipo, demuestran que los videojuegos donde requieres comprar cada vez más ítems o las plataformas en las que debes suscribirte por cierta cantidad, fueron la antesala para llegar al “metaverso”, donde gastaremos nuestros recursos en intangibles: cosas que jamás podremos tocar en la realidad, pero que tendremos cada que ingresemos al mundo virtual; un ejemplo: si haz soñado con un cuerpo musculoso, bien torneado, y la genética no te apoya ni con todo el ejercicio del mundo, seguro pronto podrás comprarte un avatar así para poder lucirlo en una playa en la que solo estará presente parte de tu mente.

Si de por sí en las redes sociales de internet actuales existe el fenómeno del Framing (o encuadre), donde sólo mostramos lo que queremos mostrar, es decir: nuestro mejor ángulo, el momento más alegre, la parte de nosotros que nos gusta, en un futuro que ya no parece lejano, dominaremos todo el espectro de nuestra presencialidad virtual, siempre y cuando tengamos como pagarlo.
Si ya en la actualidad es muy tangible la teoría del amor y la sociedad líquida del sociólogo Zygmunt Bauman, donde se explica que las nuevas tecnologías nos han alejado tanto que las relaciones interpersonales se banalizan cada vez más, ¿qué va a pasar ahora que podamos “vernos”, “tocarnos”, “sentirnos” e interactuar sin tenernos cerca?
Ya desde 1957, Asimov planteaba en su novela “El sol desnudo”, un planeta poblado por seres humanos en el que los habitantes vivían a kilómetros de distancia, y mantenían cercanía física sólo para procrear; incluso, el contacto con otra persona podía generar un poco de asco; te pone a pensar en el uso de gel antibacterial, en el cubrebocas, en cómo una pandemia nos demostró que somos el vehículo de enfermedades que podríamos evitar si no tuviéramos contacto entre nosotros.

Pero también llega la reflexión: en 2019, países de América Latina como Chile, Ecuador y Colombia, vivían manifestaciones sociales no vistas desde hacía décadas en la región, y sin duda fue el distanciamiento social por el Covid-19 un factor poderoso para que varios movimientos perdieran fuerza, ¿cuál será el interés entonces de atomizar a las sociedades, enviándolas a un entorno virtual que pueden manipular desde sus casas?

Podemos pensar en reuniones de oficina, clases virtuales, algunas ventajas de acercarnos a través de un “metaverso”, pero, qué pasará con aquellos que encuentren ahí su mundo ideal y prefieran fugarse de una realidad donde quizás no han encontrado la clave de sus vidas. No hay respuestas absolutas, aunque sin duda debemos comenzar a pensar en cómo afrontaremos un entorno tan novedoso, pues parece que ni siquiera hemos aprendido del todo a usar las actuales redes sociales, donde opinamos sin investigar, creemos en las noticias falsas, y hacemos memes a las personas que no querían serlo porque sufren de la humillación pública; ¿cómo entonces iremos tan deprisa a otro universo?
Se podría concluir: “pues el que no quiera que no entre, ¿no?”. Auién sabe. Habría que recordar Momo, de Michael Ende y cómo la pequeña protagonista se queda sin amigos debido a que los “hombres grises”, les convencen para trabajar cada vez más en el presente con la promesa de reunir tiempo libre para la vejez; de pronto la pequeña Momo se queda sola, por lo que emprende su búsqueda para vencer a ese nuevo sistema.

Quién sabe si los disidentes del “metaverso” logren tanto como Momo; hoy si no estás en las redes sociales o desconectado de las plataformas de streaming, parece que no existes, te quedas, diría la socióloga Elizabeth Noelle-Neumann, al fondo de la espiral del silencio, pues no estás en la misma frecuencia que la opinión pública; ¿dónde estará en el futuro la inclusión y el debate de las mayorías, en la realidad o en el “metaverso”?

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