En la opinión de Elí González
@calacuayoMX
Hoy no quiero hablar de política, quiero hablar de mis hijos. Y en estas líneas, quiero decirle a los padres, que el tiempo pasa muy rápido, que aprovechemos a nuestros hijos.
Fui un niño engendrando niños. Hoy esos niños, de 33 y de 31, son niños que saben caminar, correr y hasta volar mucho mejor que yo. De esos niños, me perdí muchas cosas, en aras de superación, sacrifiqué muchas cosas, sobre todo a ellos y lo lamento.
Sin embargo a partir de ahí, a mis otros hijos, los cargué cuando se habían lastimado. Los cargué cuando estaban emocionados. Los cargué cuando estaban cansados. Los cargué cuando aún eran demasiado pequeños para ver lo que yo podía ver. Y de pronto un día, ya no los pude cargar.
Sin darme cuenta se hicieron grandes. Demasiado grandes, para caber en mis brazos; demasiado grandes, para colgarse de mis piernas, por eso ya no los volví a cargar.
Un día, sin darme cuenta ellos se hicieron fuertes. Lo suficientemente fuertes para seguir adelante aunque estuvieran cansados; lo suficientemente fuertes para calmar su propio dolor. Lo suficientemente fuertes para enfrentar sus más profundos miedos.
Un día sin darme cuenta, los primeros y los segundos y los terceros, ya podían ver lo que yo no podía ver. Ellos podían ver la belleza del mundo, ellos podían ver a aquellos que la sociedad ignora, ellos podían ver soluciones donde otros veían problemas, ellos triunfan y caen sin que yo esté ahí.
Y aunque físicamente ya no los cargue, siempre estaré ahí para aplacar sus miedos, para escucharlos cuando lo necesiten, para dar un aplauso por sus logros, para dar un consejo en tiempos de dudas o simplemente para abrazar sin necesidad de palabra alguna.
Espiritual y moralmente a todos ellos los cargaré y los protegeré. Descansarán junto a mí la mayor parte de mi vida los más pequeños, mientras crecen igual que los anteriores y esperando que llegue ese día, en el que ya no necesitarán mi ayuda para ver por encima de la gente. Ya nunca serán pequeños para caber entre mis brazos. Ya nunca levantarán sus brazos para que yo los cargue.
¡El tiempo vuela y se vanagloria de la implementación de la caducidad humana! Pero siempre estaré ahí, disfrutando de su alegría y llorando por su dolor.
¿Que tengo muchos hijos? es cierto, pero aunque me duelan las horas, los días y hasta la vida, ahí estaré siempre para ellos. Escuchándolos, trabajando por ellos, motivándolos a ser felices sin importar que la vida a veces, parezca que opera en contra.
Para mis hijos mis años, para mis hijos mi vida, para mis hijos mi todo. Para ellos y por ellos, todos mis sacrificios.
A mis hijos no les pido buenas notas, no les pido que estén en el cuadro de honor, solo les pido ser humanos. Que respeten a las plantas y los animales; que cuiden su planeta, que ayuden a un anciano a cruzar la calle y que le den agua a los perros de la calle. Si, que sean simplemente humanos.