Origen del trastorno mental de los fachos
Los amplios estudios realizados por los psicólogos Humphreys, Wechsler y Feuerstein, coinciden en que la inteligencia es la capacidad con que cuenta un individuo para adaptarse a su entorno y a los cambios de situación a lo largo de su vida.
Esto implica que los individuos tengamos una propensión a cambiar o modificar la estructura de nuestro funcionamiento cognitivo, en función de las diferentes situaciones en las que nos encontremos, dentro de un medio ambiente cuya única constante es el cambio.
Implica también que seamos capaces de identificar clara y racionalmente esas condiciones en un momento determinado, aceptándolas tal y como son, para después modificar el funcionamiento de nuestras redes neuronales, a fin de que nos permitan llevar a cabo las acciones mediante las cuales nos adaptaremos a esas situaciones de manera funcional.
Por otro lado, el psicoterapeuta cognitivo estadounidense Albert Ellis, propuso que los seres humanos somos susceptibles a desarrollar creencias irracionales sobre el mundo y como consecuencia de ello, creamos trastornos en nuestras habilidades cognitivas; así como un mecanismo de resistencia derivado de situaciones que nos negamos a aceptar, desarrollamos creencias irracionales que nos provocan trastornos mentales que afectan nuestras funciones cognitivas, básicamente la memoria, la percepción y la capacidad de resolución de problemas.
Los trastornos más directos de este tipo son la amnesia, la demencia y el delirium; otros incluyen fobias, pánicos, conductas obsesivo-compulsivas, estrés postraumático o trastorno de ansiedad generalizado.
También la depresión, la bipolaridad y la esquizofrenia, son clasificados como trastornos mentales cognitivos, aunque estos corresponden a disfuncionalidades del estado de ánimo.
Todo esto se puede detonar a partir de la falta de capacidad para asumir racionalmente una situación que nuestra mente califica como desagradable, generando resistencia mental para procesarla, aceptarla y modificar nuestro equipamiento cognitivo a fin de poder actuar en forma funcional para adaptarnos a ella.
Esto nos puede explicar en gran medida, las manifestaciones que percibimos hoy en los individuos que integran una parte de nuestra sociedad mexicana, en relación a la nueva situación en la que nos ha colocado a todos el proceso de transformación que está sufriendo la vida pública del país.
A todos los seres humanos nos cuesta trabajo adaptarnos al cambio, pero algunos estamos mejor equipados mentalmente para procesarlo, aceptarlo y actuar racional y funcionalmente en nuestra adaptación a situaciones nuevas.
Es muy claro que un buen número de personas no lo están; esto se debe probablemente, a que estuvieron acostumbradas a una situación determinada durante largo tiempo y que sus expectativas nunca contemplaron la posibilidad de que ese entorno pudiera modificarse; por ejemplo, que hoy no soporten la idea de pagar impuestos, que tengan que evitar adquirir facturas falsas, o que no puedan hacer sus negocios a través de los mecanismos de corrupción y permisibilidad que prevalecían hasta hace muy poco tiempo.
Por desgracia, tendríamos que recordarles la solución que muchos de ellos nos señalaban antes de las elecciones de 2018, cuando la gran mayoría de los mexicanos exigíamos un cambio: “No sean revoltosos, por eso no progresan, pónganse a trabajar, el cambio está en uno mismo”; ¿Se acuerdan?
Como dice el Dalai Lama: “No podemos obtener la paz exterior hasta que no hagamos la paz con nosotros mismos”.