22 Dic 2024

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Nos quieren salvar mientras se ahogan…
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Nos quieren salvar mientras se ahogan…

En días pasados el Instituto de Guerras Modernas de la Academia Militar de West Point de Estados Unidos, estimó necesario que el gobierno de México no se enfoque únicamente en detener criminales, sino reducir las complicidades entre funcionarios estatales y grupos criminales; abatir la impunidad de los delitos violentos; combatir el tráfico de armas y las economías locales con las que operan los grupos criminales.

Probablemente este prestigioso instituto está acostumbrado a emitir opiniones sin contar con la información que las respalde, lo que explicaría el desastre que está ocasionando ese país con su estrategia de Guerras Modernas y sería muy conveniente que antes de darnos consejos a los mexicanos, que ahora tenemos un gobierno que está aplicando una verdadera estrategia integral para terminar de raíz con la delincuencia y los delitos violentos, aconsejen mejor a su propio gobierno para que diseñen una que lo logre hacer dentro de sus fronteras.

Seguramente el Instituto de Guerras Modernas estadounidense no ha revisado las cifras de muertes por armas de fuego en los Estados Unidos, que está alcanzando niveles escandalosos que no se dan en ninguna parte como por arte de magia.

De los 4 rubros en los que nos da consejos, solamente como ejemplo, el de combatir el tráfico de armas resulta ridículo viniendo de un país que las distribuye en los supermercados como si fueran golosinas, que además es responsable de la venta ilegal del 70% de las que circulan en México, sin que dentro de sus fronteras hagan nada por ayudar a que esto no suceda.

Para darnos cuenta de lo absurdo que resulta que algún organismo estadounidense nos aconseje sobre el control de armas, baste decir que entre 2014 y 2021, las muertes por armas de fuego en ese país crecieron en 365% y su tasa anual de homicidios por cada 100 mil habitantes, pasó de 4 decesos en 2014 a 13 en 2021.

Lo más grave del asunto es que las cifras no solamente no han dejado de crecer año con año, sino que en 2019 dieron un salto casi cuántico, pasando de 4 a 11 fallecimientos por cada 100 mil habitantes en un solo año, en lo que podría suponerse haber sido una año atípico para este fenómeno, pero no fue así.

De haber sido un fenómeno generado por causas temporales, la tasa hubiera vuelto a bajar en 2020 a sus niveles anteriores; sin embargo en ese año, incluso volvió a crecer ubicándose en 12 muertes por cada 100 mil habitantes, llegando en 2021 a 13, aunque su ritmo de crecimiento disminuyó ligeramente. De 2019 a 2020 su tasa anual creció en 10.34% y de 2020 a 2021 lo hizo en un 3.12%.

En México nuestras tasas de homicidio doloso por cada 100 mil habitantes han aumentado en 169% desde 2014, mientras que las de ellos lo han hecho en 365%; sin embargo aquí han sido históticamente mucho más altas que allá, pasando de 16 homicidios dolosos por cada 100 mil habitantes en 2014 a 29 en 2018; pero en 2019 ya no crecieron, se mantuvieron así hasta 2020 y ya en 2021 comenzaron a bajar, haciéndolo en 9.4% y colocándose en 23 homicidios por 100 mil habitantes, con el pronóstico de que bajen más en 2022.

Las diferencias con este fenómeno entre Estados Unidos y México son varias: Aquí sí conocemos las causas y las estamos combatiendo con un programa integral; allá no las conocen y no las combaten. Aquí sabemos en qué municipios suceden y estamos aplicando una estrategia específica para bajar su incidencia en esos lugares; allá puede suceder en cualquier escuela, bar, estadio, desfile o evento del país, sin que nadie sepa nada hasta que pasa. Aquí tenemos rumbo en el combate a todo esto; allá no, están desorientados.

Así es que la siguiente vez que las instituciones gringas de nombre rimbombante y utilidad nula decidan ofrecer un consejo no solicitado, busquen a sus congresistas y a funcionarios, con suerte entre todos logran entender lo que le está pasando a su país, que acerca rápidamente a las tasas delictivas que tuvimos en México.

Como dijo el escritor español Miguel de Cervantes Saavedra: “¿Qué locura o qué desatino me lleva a contar las faltas ajenas, teniendo tanto que decir de las mías?”.

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