25 Dic 2024

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MIRADOR Por Akire Lincho
Desfile zapatista, una de las obras que se montarán en la exposición Foto Luis Díaz y Rubén Orozco
Cultura, Nacional

MIRADOR Por Akire Lincho

Desfile Zapatista
Por Akire Lincho

Mejor morir de pie que vivir arrodillado

No es común encontrar una familia de cuyo espíritu de lucha exista evidencia histórica por generaciones y menos común lo es cuando se trata de una estirpe con tradición de lucha en el lado correcto de la historia.

La frase del principio fue popularizada por Dolores Ibárruri “La Pasionaria”, pero en realidad fue acuñada por el general Emiliano Zapata Salazar, miembro de una estirpe de guerreros que, por sus circunstancias y convicciones, pelearon en las tres grandes transformaciones de la República para que los mexicanos de hoy no tuviéramos que vivir arrodillados.

Entre el 19 de febrero y el 2 de mayo de 1812, en Cuautla, Morelos, el ejército realista comandado por Calleja mantuvo en sitio al ejército insurgente encabezado por José María Morelos y Pavón. Durante setenta y tres días los insurgentes resistieron hasta que Morelos y sus lugartenientes, Hermenegildo Galeana y Mariano Matamoros, lograron romper el sitio y huir. En esas batallas de la primera transformación de la República participó José Salazar, abuelo materno del general Emiliano Zapata Salazar como militante del ejército insurgente.

Durante la segunda transformación de la República, en la Guerra de Reforma encabezada por el presidente Benito Juárez García y, posteriormente, en la resistencia contra la intervención francesa, bajo el mando de los generales Carlos Pacheco y Porfirio Díaz, lucharon Cristino y José Zapata, tíos paternos del general Emiliano Zapata, seguramente entre otras batallas apoyando en el combate que dirigía el general Miguel Negrete desde los fuertes de Guadalupe y Loreto en Puebla donde se venció al ejército francés.

Para la tercera transformación de la República, a la muerte de Pablo Torres Burgos quien había sido la cabeza del ejército maderista del Sur, tocó al mismo general Emiliano Zapata dirigir la lucha de un ejército de campesinos cuya única exigencia fundamental era la devolución de las tierras que les habían sido robadas y una reforma agraria que entregara tierras a quienes las trabajan, no a quienes las acumulan y explotaban por medio de jornaleros.

Serio, callado, directo, de pocas bromas y de pocas pulgas, el general Zapata fue digno descendiente de una familia de patriotas; siempre leal y congruente con sus convicciones. Luchó con el presidente Madero por la democracia y después contra él, cuando consideró que no cumplió con los campesinos al evitar llevar a cabo una reforma agraria acorde con las demandas plasmadas en el Plan de Ayala. Peleó contra Huerta por la democracia y, después, contra Carranza por la misma razón que lo hizo contra el presidente Madero. No aceptó nunca arreglos en su propio beneficio al margen de los intereses de los campesinos a quienes representaba.

Su ejército tenía un rango corto de alcance ofensivo porque, en cuanto conquistaba territorios no los mantenía en administración, sino que los entregaba de inmediato a los campesinos que luchaban a su lado para que los trabajaran, y un campesino que recibe tierras para trabajar no puede desplazarse a pelear a largas distancias ni por largas temporadas, como lo hacían los miembros de los demás ejércitos revolucionarios. Sin embargo, a pesar de esto, logró dominar los Estados de México, Morelos, Guerrero, Puebla, Tlaxcala y los alrededores de la Ciudad de México que hoy corresponden a las alcaldías de Xochimilco, Milpa Alta y Cuajimalpa.

Por su nula inclinación a los arreglos políticamente convenientes fue sistemáticamente traicionado hasta el final de su vida cuando, al no poderlo doblar ni por las armas ni por las canonjías, Carranza optó por tenderle una trampa para engañarlo y emboscarlo en la hacienda de Chinameca en Morelos, un 10 de abril de 1919.

Su ejemplo y su figura legendaria permanecen hasta hoy representadas por una estatua del Caudillo del Sur al pie de la autopista en la entrada de la capital del Estado de Morelos, desde donde sigue recordándonos la deuda pendiente que la justicia mantiene con la reforma agraria y con el apoyo que, apenas hoy en la cuarta transformación de la República, comienza a hacerse presente en el campo de Morelos en 500 años.

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