Comentocracia a favor de la violencia de Estado. Los muertos no importan…
El episodio en Culiacán, donde se da un operativo fallido para la captura de uno de los hijos del “Chapo” Guzmán, provoca diferentes reacciones en la sociedad mexicana.
En un primer momento, es la incertidumbre al ignorar muchos de los aspectos que rodearon a esta acción. Los medios convencionales hablaron en principio de un operativo que consiguió su finalidad, al ser aprendido en un domicilio previamente ubicado, el delincuente que debía ser presentado ante la justicia.
Después, se comenzó a difundir información sobre la liberación de esta persona, en virtud de que las fuerzas del orden, eran rebasadas en número y calidad de armamento, por los grupos de apoyo que trataban de liberar a su líder aprehendido.
Sin embargo, fue el propio gobierno el que fijó la postura oficial, en conferencia de prensa. Ahí quedó señalado que la liberación del delincuente, efectivamente se verificó y que la misma obedeció a la preocupación del gobierno federal, para que no se presentara un evento donde ciudadanos inocentes, representantes de las fuerzas del orden, e incluso personas relacionadas con la delincuencia, perdieran la vida.
Cada sector social sacó sus conclusiones al respecto.
Después de varios días transcurridos y ya con todos los datos disponibles, lo que parecía ser una situación difícil para el gobierno de la Cuarta Transformación, se torno en un elemento de validación a las políticas de seguridad que ha emprendido el presidente López Obrador.
En las conferencias mañaneras, no de ahora, sino desde que inicia el sexenio, el titular del ejecutivo ha sido claro al señalar que la forma en que hoy se combate al crimen y la violencia en el país, difiere sustancialmente de los mecanismos que utilizaron los dos últimos gobiernos neoliberales.
Para Calderón, la base del operativo para dar paz y seguridad al país, estaba sustentado en el uso de las armas y el enfrentamiento directo con la criminalidad. Al finalizar su mandato, lo único apreciable era la gran cantidad de muertos y desaparecidos que esta estrategia había provocado. La delincuencia no disminuyó y el balance del sexenio calderonista fue pésimo.
Con Peña Nieto, los operativos contra el crimen continuaron, a pesar de que el presidente afirmó a su llegada al poder, que “nadaría de a muertito”. No hubo estrategia clara sobre el tema de seguridad, pero lo que sí es significativo, es que el porcentaje de delitos y la inseguridad vivida en el país, se fueron al alza. La criminalidad creció y la inseguridad ciudadana aumentó día a día.
A la llegada de la Cuarta Transformación al gobierno, se da lo que el presidente califica el día de hoy, como “un punto de inflexión”. Es cierto que los niveles de criminalidad e inseguridad no han bajado significativamente. Pero también es cierto que estos niveles dejan de crecer.
Las gráficas y cuadros informativos que presentó hoy el presidente, en su conferencia mañanera y que se basan en las mediciones que elabora el INEGI, dan cuenta de que la curva de crecimiento en cuanto a delincuencia, se detiene en los primeros meses de este gobierno.
Lo que iba aumentando a un ritmo alarmante, detiene su marcha ascendente y se mantiene al día de hoy, como una conducta estable. En estos pocos meses de gobierno, se ha logrado detener el nivel de violencia e inseguridad.
Es un primer paso, pero es relevante.
Recordemos que la misma situación se dio en PEMEX, cuando el gobierno de la Cuarta Transformación, decidió rescatar a la paraestatal. Primero se detuvo la caída progresiva en la producción, para posteriormente comenzar la tarea de incremento en la misma.
Hoy el presidente dijo algo importante. En el caso de Culiacán, se pone de manifiesto que los periodistas y políticos conservadores, no acaban de entender el significado de la nueva estrategia de seguridad.
Los viejos comentócratas como Riva Palacio, Hiriart, Marín, López Dóriga, Loret (ahora en desgracia), y otros, escriben y hablan de un fracaso monumental, en relación a los hechos sucedidos en Culiacán. Para ellos, lo correcto era desatar la fuerza del Estado y aniquilar en el momento a quienes se oponían a la detención de un delincuente.
El gobierno ha admitido desde el inicio que el operativo falló, pero esto no significaba que después del primer error, se cometiera otro mayor, intentando defender la captura del prisionero, a costa de vidas humanas.
Hoy, el presidente reafirma que la estrategia de combatir a la delincuencia, sin hacer uso de la fuerza letal, no cambia y que Culiacán también es un punto de inflexión, respecto a las políticas de seguridad.
En ese municipio, se pudo ver que en la práctica, se persigue y captura a cualquier delincuente que deba ser presentado ante alguna autoridad, por existir en su contra orden judicial. Pero también queda claro que no existe intención de hacer uso de la violencia para conseguir este fin.
El respeto a la vida humana es primordial para el actual gobierno.
Después de haber vivido tiempos tan difíciles durante las últimas administraciones neoliberales, donde los derechos humanos no tenían valor alguno; donde las recomendaciones de organismos nacionales e internacionales por violaciones a los mismos, por parte de las fuerzas del orden, eran el pan de cada día, ¿es difícil entender que un gobierno que pretende un cambio sano para el país, se manifieste en contra del uso letal de la fuerza del Estado?
Hoy el presidente, sin decir nombres, puso el ejemplo de Marko Cortés (él es el personaje), presidente del PAN, quien declaró que si él hubiera estado al frente de ese operativo, “se habría atrincherado en la ciudad”, mientras llegaban refuerzos. ¿Y los cientos de muertos generados por esta “estrategia”, no importan?
Los conservadores ubicados en los medios de comunicación del pasado, tan desprestigiados actualmente por su falta de profesionalismo, siguen considerando que el Estado mexicano, se encuentra envuelto en una guerra sin cuartel contra el crimen organizado. No ven otra posibilidad que no sea la violencia, para disminuir los índices de criminalidad en el país.
A ellos, la atención de las causas no les dice nada. El atender a los jóvenes y dar solides al núcleo familiar es incomprensible. Los programas contra las adicciones no tienen valor alguno.
Solo es acertada una estrategia, que involucre como algo necesario, a la violencia.
Esa prensa chayotera, que intenta desacreditar a un gobierno que no mata con la Ley en la mano, perdió “la batalla” en Culiacán.
El pueblo de México, en amplia mayoría, respalda la nueva visión de combatir al crimen, impulsada por la Cuarta Transformación.
Un combate que se da en el terreno de la educación, trabajo, apoyo social e información sobre el daño que ocasionan las drogas.
Una estrategia que sí contempla la participación de las fuerzas del orden, pero sin rebasar nunca cualquier derecho humano.
Los conservadores están acostumbrados al método de la sangre. Sus periodistas serviles a la derecha, escriben con sangre también.
Pero el pueblo de México está cansado de muertes, fosas y desaparecidos.
Los mexicanos quieren paz y por eso apoyan a un gobierno que lucha por alcanzar la misma, sin provocar mayores desastres.
Malthus Ganba