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Los ‘gatilleros’ de Claudio
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Los ‘gatilleros’ de Claudio

Podríamos iniciar esta nota, señalando que el segmento social opositor, es en este momento el gran HATER en redes sociales. La fortaleza, el castillo o el nicho del odio, de donde sale la mentira, la difamación y sobre todo el odio que se difunde en esas plataformas.

Hater se puede traducir al español como “odiador”. El que odia. El que es enemigo de opiniones, posicionamientos, personas y banderas distintas a las suyas.
Hay quienes piensan que la oposición domina el diálogo y narrativa en Twitter, precisamente por esa permanente difusión de odio que se da en la red social.
Pero esto, como ha dicho el presidente López Obrador, es muy discutible.

El ejercicio desinformativo que corre en Twitter, es difundido día y noche en esa red social, intentando imponer a la calumnia y a la mentira como realidad.
Los haters reaccionarios hacen el trabajo que en otros grupos violentos, llevan a cabo los “gatilleros”. Violentan a todo aquel que se opone a sus propósitos. Van por los “blancos” que les va señalando el “jefe” de la agrupación. Intentan sacar de circulación a quienes mantienen opiniones que entorpecen sus planes. Intimidan, difaman y agreden en grupo. Son los pandilleros que si en solitario no pueden mantener un debate franco, requieren de inmediato el apoyo de otros “gatilleros”, para aplastar violentamente al adversario.

Hay odiadores plenamente identificados, que fueron parte del mundo del “chayote” neoliberal. Periodistas como Riva Palacio, Pascal Beltrán, Carlos Marín, López Dóriga, Ciro Gómez y la estrella del grupo, Loret de Mola. En esa plantilla de personal, Claudio X González y el resto de los empresarios que dan financiamiento al diminuto proyecto conservador, gastan cantidades fabulosas.
Esos odiadores no practican periodismo serio. Le mienten con descaro a sus audiencias y ése es el motivo por el cual han caído estrepitosamente en la preferencia de la gente. No tienen credibilidad.

Pero hay odiadores pequeños, que trabajan a destajo, procurando ganar el pan de cada día, en base al número de ataques que publican en redes sociales. Son el segmento “humilde”, dentro del grupo opositor.

Los haters nunca llegan solos. Necesariamente requieren el respaldo de enormes granjas de bots, que repliquen sus posteos, para dar la apariencia de ser publicados por personajes de reconocido prestigio social.

Cuentas como las de Mario Di Constanzo, Max Kaiser, Marietto Ponce, Fernando Belaunzarán, Ignacio Morales Lechuga y otros tantos, tienen presencia en redes sociales día y noche. Se presume que alguien especializado en trabajo desinformativo en redes, controla sus cuentas. O que a falta de otra actividad laboral, estos opositores de la mediocridad, dedican todo su día a la difusión de noticias falsas y trabajo destructivo.

Una publicación de Loret de Mola, puede alcanzar hasta 30,000 RT,cuando se trata de temas del momento. La granja de bots que maneja, es de las más grandes en el país.
Los “gatilleros” pequeños, deben conformarse con 1,000 o 2,000 réplicas por mensaje, cuando les va bien.

Imponer una narrativa en redes sociales no es fácil. Se requiere inteligencia para hacerlo. Y estos haters que dedican su tiempo al intento de formar opinión pública en favor de su causa, destacan precisamente por carecer del talento suficiente para lograr convencer al Pueblo.
La forma de constatar esto, la vemos en la vida real.

En abril pasado, Marietto Ponce promovía una marcha en contra del presidente López Obrador, a realizarse en la Ciudad de México.
La asistencia a la misma fue mínima. Es más, Marietto ni se presentó al evento.

Iguales convocatorias han hecho Kaiser, Di Constanzo, Morales Lechuga y otros de los señalados. Y nunca hemos visto ese poder de convencimiento que dicen tener en redes sociales. Nadie acude a sus llamados.

El único evento que interesó a un buen número de ciudadanos y que se difundió de manera virtual, fue ese encuentro de boxeo en donde participaron el abogado César Gutiérrez y Marietto Ponce.
Pero lo simpático del asunto, es que la mayor parte de los interesados en el encuentro, asistían con la esperanza de ver cómo César Gutiérrez le daba la golpiza de su vida a Marietto.
Sin sus enormes granjas de bots, los haters opositores son nada. Fuera de Twitter pocos saben de ellos. No tienen peso alguno en la opinión pública.
Son agentes contaminantes en redes sociales. Pretenden imponer violentamente una narrativa opositora, que se basa en la mentira y la calumnia. Mienten permanentemente con total descaro. Pero engañan a muy pocos.

Ese grupo asalariado obediente a las instrucciones que llegan desde el cuartel general de Claudio X González, no tiene propuesta social. Descalifica toda acción de gobierno, pero sin proponer algo distinto. La idea central de su discurso, es que la corrupción, violencia y pobreza, eran menores en tiempos del neoliberalismo. Esa es la idea base que repiten hasta el cansancio.
Algo que suena tan ilógico y ridículo, que no logra permear al interior del núcleo social.

El regreso de los conservadores al poder, señalando que “ellos sí saben gobernar”, o repitiendo que en realidad, el reaccionario de hoy es el demócrata que ve por el bienestar de México y su gente, no puede prosperar.

Un pueblo politizado como el nuestro, no muerde ese anzuelo.

Ese discurso se cae por ser ridículo. No está respaldado por la realidad que el ciudadano ve a diario en la calle.
Pero el hater o “gatillero” tiene que comer tres veces al día, tal y como lo hace todo hijo de mortal. Así es que da a trabajar su cuenta, o se ocupa de ella él mismo, para sacar los recursos necesarios que satisfagan sus necesidades.

Claudio X González paga bien a estos odiadores. Pero exige de ellos tiempo completo.
Y uno se pregunta:

¿Qué siente una persona que pasa todo su día odiando, mintiendo y difamando?
¿En qué se convierte un ser así?
¿Qué de valor hay en su vida?
¿Qué legado deja?

Los haters no pueden construir, pues no saben cómo hacerlo, además de que no se les paga para ser creativos.
Son seres solitarios, a los que respaldan sus fantasmas de granja. Sus miles de bots que hacen presencia el Twitter, pero que no son seres reales.
Pretenden engañar y terminan engañándose ellos mismos.
No son populares. No son importantes. No son influencers.
Son nada.

Y ellos bien los saben.

Malthus Gamba

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