En redes sociales, han aparecido fotografías de feministas encapuchadas, que en realidad tienen todo el perfil de hombres. Se observa que estos sujetos, doblemente enmascarados (capucha y género), son quienes dirigen a los grupos radicales en su labor destructiva.
La manifestación pública, que hoy goza de garantías nunca vistas durante el periodo neoliberal, ha invertido los papeles que los participantes en estos eventos, representaron por mucho tiempo.
En el pasado, el miedo durante una marcha o manifestación, era que los cuerpos de granaderos y de seguridad pública, pudieran cometer atropellos en contra de la ciudadanía. Era común que los eventos terminaran en zafarrancho, donde la gente corría despavorida, mientras los cuerpos especializados del gobierno en turno, golpeaban, levantaban, desaparecían e incluso asesinaban a quienes se habían atrevido a protestar “incorrectamente”, según los estándares neoliberales.
Hoy, en tiempos de la Cuarta Transformación, los manifestantes caminan, lanzan consignas, dan sus discursos y realizan actividades de todo tipo, sin que las autoridades locales y federales, intervengan para reprimir con violencia, acto alguno.
Las fuerzas del orden custodian las manifestaciones, sin más armas que sus escudos y gas pimienta, para disuadir a los grupos radicales, cuando su actividad puede significar un riesgo para el resto de los ciudadanos, o para el acervo cultural del país. Se ha dado el caso de que el objetivo de algunos de quienes se manifiestan, se enfoca en la destrucción de monumentos históricos.
La violencia en las manifestaciones, viene hoy de los contingentes periféricos de la manifestación. No del Estado.
Se habla de que es un derecho de quien ha sido violentado, el violentar por cuenta propia. Una idea muy peculiar que no muchos comparten.
Y es atendiendo a esa lógica, como se puede entender la infiltración que los grupos conservadores interesados en desestabilizar al país, trabajan para sacar provechos en cada evento. Los económicamente poderosos grupos reaccionarios, aportan elementos materiales, económicos y humanos, para que la violencia se genere.
A ellos no les interesa si la causa que defiende el movimiento organizador es justa, o no. Les interesa desestabilizar a un gobierno que les ha quitado privilegios corruptos, que sentían como su patrimonio de clase. Desean la caída del gobierno de la Cuarta Transformación, porque sus fortunas, ya de por sí escandalosas, no crecen más en el presente. Son ricos que quieren ser más ricos.
Para esos grupos reaccionarios, la Cuarta Transformación es el enemigo a vencer. Los movimientos sociales no son la causa a apoyar. Los ven únicamente como vehículos para alcanzar sus fines.
Y la violencia es la herramienta que utilizan para crear la idea de un gobierno falto de apoyo social, al que se rechaza públicamente, con accione de extrema destrucción y odio.
Las marchas feministas a verificarse este fin de semana en todo el país, están comprendidas en ese entorno de garantías totales que brinda el gobierno y los intentos de infiltración para generar violencia, por parte de los profesionales del radicalismo, enviados exclusivamente a destruir.
Es evidente que a todo ciudadano, queda claro que las manifestaciones feministas son legítimas en todos y cada uno de sus planteamientos. Sus peticiones deben ser escuchadas y atendidas por el gobierno. Puede haber visiones distintas sobre la vía más adecuada para dar solución a los problemas que se señalen. Pero lo importante es que se escuchen las propuestas, se estudien las posibilidades para implementarlas, o en su caso se explique por qué una alternativa distinta es preferible.
Los motivos de estas manifestaciones son entendidos por todos y son compartidos en forma general.
Donde existe una gran preocupación, es en la manera en que los grupos conservadores han intentado manipular estas machas feministas, así como el Paro Nacional de Mujeres.
Los grupos radicales no son nuevos. Han aparecido en el pasado y son conocidos sus vínculos con los partidos políticos que hoy son oposición. Hemos visto en los últimos días, como estas fuerzas opositoras, que saben que viven sus últimos días, hacen campaña política a favor de las manifestaciones feministas. Sus mentirosas banderas a favor de las mujeres, no corresponden a su pasado machista, donde han negado toda posibilidad a las exigencias del feminismo.
Intentan infiltrarse en este movimiento y sacar provecho político, utilizando una causa justa y legítima.
Esos enmascarados que actúan desde la sobra muchas veces, o que llevan un antifaz virtual que pretende ocultar sus verdaderos motivos, son los que pueden desatar la violencia en las marchas que se preparan para el domingo próximo.
Quienes se están encargando de la organización de los eventos, deben tener presente que la seguridad de aquellos que se manifiestan pacíficamente, también compete a quien organiza.
Ha sido lamentable ver imágenes y videos que dan cuenta de mujeres radicales, agrediendo a mujeres policías, que lo único que hacen es formar una valla de contención, que impida el daño en monumentos, o ponga en riesgo la seguridad de otros ciudadanos.
La violencia, dígase lo que se diga, nada resuelve. La violencia en grupo no es un espectáculo que aplauda el grueso de la sociedad mexicana. Esconderse en el anonimato de la masa para destruir, no es un acto de protesta. Pocos ciudadanos lo entienden así.
Esta violencia no la generan los verdaderos contingentes feministas. Son los grupos políticos que intentan infiltrar, quienes envían a gente especializada en vandalismo y actos destructivos, para crear escenarios de miedo e incertidumbre social.
Los grupos reaccionarios, actúan de manera perversa y habitualmente en la oscuridad. Son los verdaderos encapuchados de quienes hay que cuidarse.
Si el apoyo a las marchas feministas es unánime, el temor a que puedan presentarse acciones violentas dentro de los eventos programados, es alto también.
Los partidos políticos de la derecha, están jugando sus últimas cartas en este momento. Saben que el tiempo se agota y que las elecciones del 2021 se aproximan.
Nada han construido para ganar el voto popular. La gran amenaza para todos, es no alcanzar el mínimo de votos para continuar existiendo.
Por lo mismo, sus acciones son desesperadas. Muchos no dudan en pensar que preferirían un escenario de sangre y violencia extrema, si esto sirve en algo para desprestigiar al actual gobierno y alcanzar un poco de apoyo social, que se refleje en votos en el 2021.
Los grupos de infiltrados son peligrosos siempre, pero en el momento actual, lo son más.
Habrá que tener mucho cuidado con ellos, para no dejarlos actuar con impunidad.
Malthus Gamba