Foto: Especial (El Debate/Telemundo Arizona)
Un Adrián LeBarón en aparente estado de ebriedad, declarando ante reporteros que la inseguridad y la violencia, disminuirán cuando cada joven cuente con teléfono celular.
Hace unas cuentas raras y dice cosas como que los jóvenes con dispositivo móvil, podrán atender problemas relacionados con vidrios rotos en las ventanas, calles sucias, drenajes atascados y muertos provocados por la delincuencia organizada.
Hay video sobre todo esto y resulta lamentable que ese comportamiento se dé en UN ciudadano que ha perdido a un familiar y dice luchar por una digna atención a víctimas.
La marcha por la paz, encabezada por Javier Sicilia y la familia Lebarón, deja para mucha reflexión. No solo en lo que respecta al evento en sí mismo, sino también en relación al importante momento político y social que vive nuestro país.
Una de las aristas importantes a destacar, es la total falta de apoyo social para este evento.
Como todos los que ha tratado de impulsar el sector social conservador, la marcha por la paz puso de manifiesto el nulo poder de convocatoria que tienen los personajes a los que el pueblo mexicano tiene identificados como reaccionarios.
En esa marcha, aparte de Sicilia y los LeBarón, desfilaron figuras como Alvarez Icaza y Denise Dresser.
Sobre la Dresser, podemos decir que fuera del pequeño círculo de amistades conservadoras donde se mueve, no tiene influencia alguna sobre una sociedad que la tiene correctamente identificada.
De Alvarez Icaza podemos decir lo mismo. Llega al Senado favorecido por una coalición de partidos políticos, a la que al final traiciona, para poder ostentarse como político independiente.
Ambas figuras son representativas de lo que en el pasado se conoció como “sociedad civil”. Beneficiarios del presupuesto público durante el periodo neoliberal.
La marcha fracasó porque en ella participaron los mismos personajes desacreditados de siempre. El fin inicial pudo ser válido: exponer una visión particular sobre las posibles medidas que ayudarían a reducir los índices de violencia que se observan en el país.
Pero como siempre, se politiza de inmediato esa causa y lo que en el origen pudo ser una propuesta desinteresada, termina siendo un arma para atacar al gobierno de la Cuarta Transformación.
Ese es otro de los puntos a tratar, después de la marcha.
Lo que inició como un movimiento a favor de las víctimas de la violencia, se fue transformando negativamente con el paso de los días.
Al final, el tema central ya no era la violencia, sino el desabasto de medicamentos en hospitales y clínicas. El arma que los grupos reaccionarios usaban en ese instante para golpear al gobierno de López Obrador, fue utilizada también por quienes dirigían la pequeña marcha.
A su llegada al zócalo capitalino, pudimos apreciar que los marchistas preferían camiones de lujo para recorrer el último tramo.
De esos vehículos costosos descendieron Adrián Lebarón, en las condiciones ya señaladas y el resto de los agotados “caminantes”.
Fue la noche anterior al cierre del evento, programado en la plancha del zócalo.
A la mañana siguiente, ocurrió algo inentendible para muchos.
El sitio elegido para iniciar la última fase del trayecto hacia Palacio Nacional, fue La Estela de Luz. El monumento a la corrupción construido por Felipe Calderón.
¿Por qué ese lugar emblemático del conservadurismo corrupto, violento y depredador?
Quizá porque la filiación de la dirigencia de la marcha y de algunos de los integrantes del contingente, es enteramente conservadora.
En ese pequeño trayecto, pensaban conseguir un poco más de apoyo social.
En un acto dizque de “reconocimiento” a una luchadora social del pasado, que caminó descalza durante el periodo neoliberal, exigiendo justicia para las víctimas, Sicilia, Lebarón y varios de los marchistas, se quitaron un zapato. Caminaron un pequeño tramo “medio” descalzos.
Ni así consiguieron convocar simpatizantes.
Por lo mismo, al llegar a la plaza del zócalo, el grupo marchista estaba compuesto por muy pocos integrantes.
Los esperaba un cierre deslucido, donde quedaría en evidencia la falta total de convocatoria que tienen tanto Sicilia, como los Lebarón.
Hay videos en redes sociales, donde queda claro que fue del grupo de los marchistas, de donde salen los agresores que intentan montar un show final, que dé algún sentido a una caminata deslucida, que está por terminar en fracaso. Al menos para su dirigencia.
Desde temprano, hay en la plancha del zócalo un buen número de ciudadanos que están recolectando firmas, para enjuiciar a los expresidentes neoliberales.
Tienen horas realizando ese trabajo.
Los provocadores se dirigen hacia ellos y les gritan “comelonches”, “borregos”, “pejezombies” y todo lo que se les ocurre.
La intención es clara. Quieren un enfrentamiento público, ante las cámaras de la prensa conservadora, que está preparada para tomar todas las imágenes que puedan ser usadas en favor de la causa reaccionaria.
Hay respuesta verbal por parte de quienes recaban firmas. Porras a favor de López Obrador y ¡fueras! En contra de Sicilia y los Lebarón.
Pero no pasa de ahí
El último cartucho de la dirigencia marchista no dio en el blanco.
El cierre de la marcha es lamentable. Las fotografías existentes muestran a un pequeño grupo que apenas se aprecia dentro de la amplitud del zócalo capitalino.
Unos cuantos entregarán documentos al gabinete de seguridad y ahí termina todo.
La conclusión a lo narrado es clara.
Existen, como bien lo ha dicho el presidente Lóprez Obrador, dos Méxicos.
Uno que no termina de morir, integrado por grupos poderos económicamente, pero pequeño en lo que corresponde a representación social. Su poder económico es inútil políticamente, ante una sociedad despierta que “ni los ve, ni los oye”. No pueden convocar y así no se ganan elecciones.
El otro México es mayoritario; caben todos. Desde empresarios, hasta indigentes, pasando por obreros, estudiantes, campesinos, comerciantes, etc.
Ahí sí hay un fuerte poder de convocatoria nacional y sin necesidad de utilizar mayores recursos.
El zócalo se abarrota ante un llamado de López Obrador.
Esos dos Méxicos están en pugna permanente.
Pero en el momento histórico que vivimos, el México social, el amplio, el que va naciendo, tiene todas las de ganar.
El otro seguirá en estado de agonía durante un buen tiempo. Pudriéndose en marchas, manifestaciones y actos, a los que nadie acude.
Malthus Gamba