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Liberalismo mexicano en la época de AMLO
El día, Nacional

Liberalismo mexicano en la época de AMLO

Por: Rafael Arredondo
@redondo_rafa

La aparición de la pandemia en nuestro país sin lugar a dudas ha sido un problema monumental pero como todo reto, nos abre áreas de oportunidad en muchas direcciones. Quiero referirme al séquito de intelectuales que han logrado una exposición mediática haciendo alarde de su pensamiento liberal lanzando duras críticas a la forma en que el Gobierno Federal decidió enfrentar la crisis de salud; pero, ¿estos personajes son realmente liberales?

El liberalismo es una corriente de pensamiento que toma forma en los textos de John Locke (1632-1704) como una oposición al absolutismo monárquico cuestionando si sólo una selecta aristocracia merece ser considerada como humanos dignos de ejercer derechos otorgados por una suerte de origen quizá divino. Contrariamente a su contemporáneo Descartes quien afirmaba que al conocimiento sólo se llega vía el razonamiento, Locke defiende la participación de la experiencia, la percepción como fuente de conocimiento. Es decir, no sólo una élite que dedica su vida a la reflexión es capaz de poseer conocimiento, sino que todos los seres humanos en tanto que vivimos y experimentamos estamos construyendo conocimiento. Para él todo ser humano nace con derechos naturales intransferibles y de este postulado se desprende su teoría política: si todo hombre nace con derechos naturales entonces es dueño de su persona, su trabajo lo hace florecer a él y a la sociedad. Tiene propiedad privada (se tiene a sí mismo, sus aspiraciones y su esfuerzo para conseguirlas) y el poder no es del monarca sino de la soberanía popular.
Está filosofía que da poder al hombre sobre su propia existencia será la semilla de la Ilustración, la Revolución Francesa (Montesquieu, Rousseau, Voltaire) y en lo económico con Adam Smith significará el origen del capitalismo.

Centrémonos en el corazón de esta filosofía: el ser humano es responsable de su propia existencia, tiene derechos y por tanto responsabilidades, elige, toma decisiones y asume sus consecuencias, respeta los derechos del de al lado para una convivencia social saludable. Este hombre convertido en ciudadano tiene experiencias y por tanto, construye conocimiento.

Como acotación y volviendo a la pandemia el Gobierno Federal optó por dar información y el ciudadano ha decidido si la toma o no consciente de los riesgos. Se cerraron los incentivos para salir (cines, restaurantes, oficinas, escuelas, etc) pero no se encerró o multó al ciudadano por incumplimiento de las indicaciones para evitar infecciones. Se ha hecho énfasis en la alimentación sana, el tabaquismo, depresión y temas muchos relacionados al contexto de crisis sanitaria en un informe diario de una hora desde antes del inicio de la pandemia. Se proporciona la información pero la decisión de tomarla o no es del ciudadano (liberalismo).

Los autonombrados intelectuales con exposición mediática que sobra decir, son casi siempre los mismos; lees una editorial y aparecen ellos, enciendes televisión o radio y aparecen sí, los mismos individuos sombrereándose unos a otros. A propósito de la pandemia se han pronunciado entre otras cosas por el encierro obligatorio y castigo para el ciudadano que viole las indicaciones como fórmula mágica para no contagiarnos (¿liberales?), acusan al gobierno de adoctrinamiento cotidiano desde la presidencia a través de las “mañaneras”, en complicidad con la Secretaria de Salud con “las conferencias de Gatell” de quien cuestionan sus credenciales y habilidades aunque si se asomaran a las conferencias descubrirían que en realidad en ese informe diario trabaja un equipo enorme de médicos y profesionales en áreas relacionadas con la salud (como expertos en derechos humanos) que todos los días abordan temas distintos y a quienes están faltando al respeto de la forma más grosera. A Gatell lo han llegado a llamar burócrata de quinta (sí y tengo detectado a quien lo dice sin parar) y después de escupir su divina sabiduría regresan al Olimpo donde a fuerza de títulos y diplomas han construido un albergue de refugiados; desde el Olimpo bajan de cuando en cuando a iluminar a los ignorantes ciudadanos eso sí, cobrando su respectivo cheque.

Desde su perspectiva el ciudadano se bebe todo lo que dice López Obrador porque para ellos, ni yendo a bailar a Chalma un ciudadano entendería todo lo que dice Gatell; ¿cómo va a entender “la pelusa” lo que dice un médico (entonces aceptan el nivel de Gatell, sólo cuando les conviene). El ciudadano luego de beber de Obrador como de una nave nodriza, va a escupirlos a ellos injustamente -y se ofenden- porque Obrador ha hechizado al torpe, inútil, descerebrado ciudadano. Un ciudadano de a pie es incapaz de descubrirles su verdadero rostro entonces pueden mentir, ofender, denigrar pues para ellos “el populacho” ni cuenta se va dar; pero, ¿se necesita un título de Oxford para experimentar que desde hace años se puede conseguir un doctorado y si se tiene suerte lograr un empleo de máximo veinte mil pesos?, ¿es indispensable un título del Colegio de México para experimentar actos de nepotismo en un empleo donde el o la amante del jefe tiene dos grandes habilidades debajo de la ropa con más valor que nuestra robusta experiencia laboral acumulada?, ¿se necesita pasar por Harvard para experimentar abusos de autoridad, exigencia de mordidas para tener un documento, el que llegue un argentino e impresione al acomplejado de tu jefe y sólo por ser güero te quite el empleo; experimentar abusos de charros sindicales, sobrevivir a faltas de respeto o acoso sexual de sacerdotes o empleadores, o quizá perder un juicio porque un juez recibió dinero para “fregarte”?, ¿es necesario un doctorado en La Sorbona para que al final de la quincena vayamos a buscar las ofertas de Doña Lucha mientras la Gaviota cargaba bolsas de mano de dos millones de pesos?, ¿es indispensable tener un título de Columbia para saber que estos personajes “intelectualoides” en su mayoría son unos clasistas, racistas y farsantes que desearían con toda su alma encontrar un buen trabajo en otro país, un país que combine mejor con sus pretensiones aristocráticas donde no haya tanto “morenito”?

Para estos personajes el ciudadano es una esponja inerte que chupa conocimiento ajeno porque no tiene un título en un marco color dorado y formas rococó; para ellos el ciudadano es un ente incapaz de producir conocimiento (¿liberales?).

Ellos pisotean y se mofan de la experiencia del ciudadano común porque lo ven como inferior, porque vive fuera de las fronteras de Polanco donde para ellos termina el país, ese ciudadano vive incluso en pueblos perdidos hasta donde jamás en su vida irán a empolvar o enlodar sus zapatos hechos para los grandes auditorios, para los estudios de televisión. Creen que habernos construido el IFE (hoy INE) los convierte en demócratas pero sólo los disfraza. Se mofan a escondidas de un indígena pero hoy presiden la institución que hace las elecciones, garante de nuestra democracia, el INE (¿demócratas? ¿liberales?).

Como son catedráticos del Colegio de México -donde no existen estudios en ciencias médicas- se creen con autoridad suficiente para poner en riesgo la salud de los mexicanos descalificando a rajatabla todo lo que venga de Palacio Nacional. Creen que salir bailando en un video en un esfuerzo desesperado por quitarle el trabajo a Cepillín les proporciona un baño de pueblo. Se depilan con las uñas sus partes nobles desesperados porque AMLO no baja en las encuestas pues no conciben que un hombre que no pronuncia la “s”, viste como cualquier señor que viaja en el metro, que no se parece a Justin Trudeau se encuentre según ellos, en el lugar equivocado y descalifican todo lo que haga. Se lleva bien con Trump claro -dicen- son iguales ambos populistas -populismo no necesariamente es un insulto- Logró poner en el G20 el tema de los precios de las futuras vacunas, propuesta avalada por prácticamente todo el mundo y al borde de quedarse calvos de coraje deciden omitir el tema, eso no existió. ¿Cómo lo logra? -se preguntan- si ni habla Inglés (pecado mortal para un ex MIT o un whitexican). No soportan que alguien que acusan de tonto un día sí y el otro también haya logrado lo que ninguno de ellos lograría en cinco vidas. Pero su frustración más intensa es que ni con 40 títulos de Cambridge logran descubrir cuál es la fuerza de López Obrador así que optan por la salida fácil, es adoctrinamiento quizá provocado -piensan- por una suerte de vudú de algún brujo de Macuspana. Les da dinero -dicen- en su expresión más miserable y vil.

Lo que para ellos es un enigma para un ciudadano común es muy simple: la relación AMLO-simpatizantes es horizontal, es un diálogo, un intercambio de experiencias comunes, él sólo confirma el conocimiento acumulado por el ciudadano de a pie, aborda los temas que inquietan a ambos, las frustraciones comunes, las preocupaciones comunes, el amor al mismo país, las experiencias reales del mexicano de a pie, el moreno, el que por años ha sido carne de cañón de una élite de políticos que vivía físicamente en México pero en alma en otro lugar, quizá en Irlanda. Todas esas vivencias que para los intelectuales elitistas son peccata minuta, anécdotas chistosas de “la prole”, de “los prietos ignorantes y frustrados”, de “los huevones a los que no les gusta trabajar”.

Esta complicidad que muchos ciudadanos comparten con AMLO está vetada para un esnob intelectual porque ellos creen que son vecinos de Zeus y quieren en la presidencia a otro dios griego aunque sea Ares no importa. Para ellos acomplejados, les es indispensable el brillo del carruaje del Virrey, necesitan ver las plumas de quetzal en el penacho del tlatoani para poder arrodillarse porque su mentalidad es en realidad de acuerdo a Locke es monárquica. No señores, señoras, ustedes no son liberales y sí, los ciudadanos ya nos dimos cuenta.

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